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Capítulo con contenido no apto para menores de 18 años. Lee con responsabilidad.

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El bendito día de la inauguración ha llegado. Federica y yo estamos en casa de Montserrat, ayudándonos con el maquillaje y con los peinados.

Fede lleva puesto un vestido tornasol, de tirantes y con escote en forma de "V", pero discreto. Es ceñido en su cintura y cae hasta el suelo, dejando a la vista una de sus piernas gracias a la apertura que hay en la falda. Sus tacones son plateados y altos, el maquillaje realza sus ojos con un delineado muy fino y delicado. Su cabello ha sido ondulado y se ve preciosa.

Montse, por otro lado, lleva un vestido negro con pecho cuadrado y strapless. Es ceñido a todo su cuerpo y también tiene una abertura en la pierna. Sus tacones son color vino y lleva el cabello en un recogido impecable. Sus labios están matizados del mismo color de su calzado y hay un poco de color en sus ojos.

Yo las observo por el espejo, mientras aliso mi cabello. Al llevarlo corto no hay mucho que pueda hacer con él, solo colocarlo de lado y ondularlo un poco, para hacer volumen.

Me maquillo muy poco, dando color a mis mejillas y a mis labios al matizarlos de un color rojo. Contorneo un poco mis ojos con sombra café y cuando estoy lista, tomo mi vestido entre mis manos.

El color me recuerda al vino tinto y me encamino al vestidor para colocármelo. El escote es en cuello en "V", como el de Fede, y complemento la vestimenta con una cadena de oro con un dije de corazón y aretes redondos pequeños.

No quiero pensar por qué el dije es un corazón, ya que fue un regalo de Mauricio. En este punto, ni yo estoy segura de cómo me siento con respecto a él. Solo estoy consciente de que lo deseo y mucho, pero debo dejar eso de lado.

Espero que sea algo pasajero.

Me coloco los tacones beige y me halago mentalmente. La verdad que no me veo para nada mal y me encanta esto.

¡Ja! Y yo sintiéndome insegura por una españolita. ¡Jamás volveré a dudar de lo espectacular que somos las latinas! En especial, las de mi tierra.

―Señor Díaz, no va a mirar a su acompañante en toda la noche ―aseguro, sonriendo con malicia.

Cuando ya estamos listas, nos tomamos fotos y tomamos vino blanco mientras esperamos a nuestros compañeros de hoy. Cristian, Sebastián y Aarón nos miran casi con la quijada pegada al suelo, me imagino que están muy impresionados de vernos vestidas así.

―Señorita ―saluda mi jefe, extendiendo su mano y haciéndome una ligera reverencia―. Creo que seré la envidia de esta noche.

―Esperemos que así sea, señor Irazábal ―digo, aceptando su mano.

Nos trepamos en un carro negro bastante elegante. El chofer acelera al segundo Fraga mientras Aarón y yo conversamos de varias cosas, como que estudió gastronomía con Mauricio y son inseparables.

Me rio bastante por todas las cosas que hacían y sonrío cuando se muestra bastante orgulloso de su amigo. Aunque, por supuesto, ni para él pasa inadvertido que su padre aún tenga control sobre el negocio familiar.

Llegamos al restaurante y quedo con la boca abierta al verlo. A pesar de que tiene ciertas cosas similares a Fraga I, este es más sutil. La madera y el color azul marino resaltan mucho en el lugar, las áreas verdes y por supuesto la calidez que transmite su decoración: luces colgantes y adornos en las mesas iguales a las del otro restaurante.

Hay una pared roja, con velas encendidas y en el centro una virgencita (lamentablemente, no sé cuál es) puesta sobre una pequeña columna que tiene aires grecorromanos.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora