19.

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―Mira, cabrón, lárgate ―le responde el tipo, distrayéndose por completo.

Le meto un rodillazo en la ingle que lo descoloca. Su cuerpo se inclina hacia delante, facilitándome el poder golpear su estómago y tirarlo al suelo.

― ¡No sabes con quién te metiste, pendejo! ―le grito, alejándome.

― ¿Qué haces? ¡Métete ya al carro, Gabriela! ―me ordena Mauricio.

Corro hacia sus brazos y me abre la puerta trasera. El tipo se levanta y se acerca a nosotros, pero Mauricio acelera incluso con su puerta abierta.

― ¿Estás loco? ―grito, aterrada.

Él cierra la puerta de un portazo y puedo ver por el retrovisor sus ojos oscuros por la rabia.

― ¿Qué coño hacías hablando por teléfono, sola y de noche? ¿Perdiste la cabeza? ―me regaña.

―A mí no me hablas así, imbécil. Mira que no soy Montse ―le digo, cruzándome de brazos―. ¿Qué hacías tú por aquí?

―Tenía pendiente un café con Aarón, pero voy a tener que cancelarle ―responde.

―No, ¿por qué? Déjame en mi casa y ya ―le digo.

Nuestras miradas se encuentran y no puedo creer lo que estoy por pensar, pero me encanta cómo se ve furioso. El desvía la mirada y nos quedamos en silencio por unos instantes. Tal vez sea la calma antes de la tormenta.

―No puedo creer que provocaras al ladrón de quinta ese. ¿Por qué no le diste el celular? ―pregunta.

―Pues porque no me dejé robar en Venezuela, menos aquí ―le respondo, rodando los ojos.

― ¡Eres tan terca, por Dios!

―Dime algo nuevo ―me burlo y eso parece ponerle aún más furioso―. No me gusta estar acá atrás, sola.

Me trepo hacia adelante, sorprendiéndolo. Él suspira irritado y me acomodo en el asiento de copiloto. Honestamente, quería tenerlo cerca.

―Lo tenía todo controlado, pero gracias ―musito, mirándolo de reojo.

― ¡Bravo! Lo golpeaste y tiraste al suelo, ¿luego qué? ―pregunta, irónico.

― ¡Correr! ¿Qué más? Le dolían las bolas, no era como que me iba a alcanzar ―respondo.

― ¿Y si hubiese estado acompañado? ―pregunta.

― ¡Mira, ya! ―lo corto, cansada de todo esto―. Puedo defenderme sola, vi clases de defensa personal.

―Ya veo, ahí es donde sacaste la certificación de terquedad.

Wow, wow... ―hablo, enderezándome en mi lugar al darme cuenta de algo―. Esta no es mi casa, ¿dónde estamos?

― ¿No reconoces el estacionamiento? ―pregunta, deteniendo el carro.

― ¿Qué hago yo aquí? ¡Tengo que ir a mi casa! Federica puede estar preocupada por mí ―le digo, pero él me ignora y sale del carro―. ¡Mauricio! ―gruño, molesta.

Salgo del carro, cerrando de un portazo. Tiro de su saco y él me acorrala contra la puerta, mirándome furioso.

―No estoy de humor. Estuviste en peligro y estás como si nada, solo porque te gusta pelear conmigo ―masculla, rozando nuestras narices―. No me da la gana de ir a tu casa, estoy cansado. Escríbele a Fede e invéntate algo.

― ¿Qué coño te picó? ―gruño, empujándolo―. Me iré en autobús o taxi entonces.

― ¡Son las once de la noche! No vas a ir a ningún lado sola ―su voz suena dura y molesta. ―. Vamos.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Where stories live. Discover now