21.

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Capítulo con contenido no apto para menores de 18 años. Por favor, leer con responsabilidad.

***

―Hola, Gaby ―me saluda Cristian, abrazándome con efusividad―. Pensé que te había pasado algo, te estaba escribiendo desde ayer.

―Mi celular murió y tuve que cargarlo en el taxi ―digo y lo saco de mi bolsillo para encenderlo.

― ¿No estabas en casa? ―pregunta, frunciendo el ceño.

―No, me quedé en casa de una amiga ―miento.

Montse se sienta frente a nosotros, como siempre. No se ve tan alegre como esta mañana, me pregunto por qué.

―Mon, ¿estás bien? ―pregunta Cris.

― ¡No! Me molesta que Mauricio pague sus frustraciones conmigo ―dice, cruzándose de brazos―. Anda de un humor de perros que provoca cachetearlo.

―Me ofrezco como voluntaria ―me burlo―. ¿Sabes por qué anda molesto? ―tanteo.

―No tengo ni la más mínima idea, tal vez sea por mi papá. No lo sé ―dice, encogiéndose de hombros. Parece que recuerda algo porque su semblante cambia totalmente―. Van a inaugurar otro restaurante y están invitados. Les doy las invitaciones al salir, pero me recuerdan ¿eh?

―Está bien, gracias ―responde Cris, sonriéndole y ella se sonroja.

―No te prometo nada ―murmuro y el chef Guzmán se abre paso en la cocina, interrumpiendo a Montse―. Gracias a Dios.

Mi celular no para de vibrar en mi bolsillo, recibiendo todas las notificaciones de ayer y hoy. Tengo que aguantarme las ganas de revisarlo y concentrarme en las clases. Solo que hay algo más rodando en mi mente.

―Hoy... ―habla el chef Guzmán, sacándome de mis pensamientos. Pego un brinquito por la brusca vuelta a la realidad, ganándome una mirada confusa de mis amigos―... prepararemos Conchiglie rigate en crema de champiñones con pollo, porcini y topping de maíz dulce.

El solo nombre de la comida me hace sonar las tripas, recordando que no he probado bocado desde esta mañana. Anoche Mauricio pidió servicio a la habitación y cenamos raviolis rellenos de carne antes de dormir. Juntos. Abrazados. En cucharita.

―Maldita sea ―mascullo, negando con la cabeza.

― ¿Todo en orden? ―pregunta Cris, bajito para no llamar la atención.

―Sí, todo bien. Solo que no he comido nada y me estoy muriendo de hambre ―murmuro sin mirarle―. Ya comeré algo al salir de aquí.

―Yo invito ―me dice y alzo el rostro para ver como me guiña el ojo.

―No es necesario, Cris ―musito, apenada.

Cuando la clase termina, me voy al baño para cambiarme de ropa. La persona que se encargó de elegir las prendas tiene buen gusto: camisa negra cuadrada en los hombros, jeans altos, botines negros y hasta correa. El suéter es largo y se ve bastante acogedor, sencillo y de color negro. La ropa interior es negra y de encaje.

―Maldito, ¿quería verme con esto puesto? ―gruño, molesta.

Me visto de nuevo, esta vez con la ropa interior que me pidió él. Ato mi cabello en una cola alta y salgo del baño, frenándome a tiempo al ver a Mauricio en la entrada de la escuela. Me escondo de nuevo en el compartimento y respiro hondo, tratando de calmar mis nervios.

Marco el número de Cristian, quien seguro me espera a fuera y contesta al primer tono.

―No digas que soy yo ―lo interrumpo―. ¿Puedes avisarme cuando el señor Díaz se vaya?

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Where stories live. Discover now