35.

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Tengo que ver como él la abraza, rodeando su espalda con sus musculosos brazos y cierra los ojos, besando sus cabellos. Tengo que presenciar como la consuela mientras yo me quedo de brazos cruzados y sintiendo una ansiedad enorme porque estamos a contrarreloj con el tema de Leonardo.

Aun así, no es momento para hablar de ello. Se pondría peor.

―Lo peor es que lo sabía. Cuando estuve en el aeropuerto le dije a mi mamá que no tenía por qué irme, sabía que no debía apartarme de su lado ―solloza.

―No, Gaby. Créeme que Marga se fue estando orgullosa de ti y de todo lo que estás logrando ―le dice él, colocando sus manos sobre sus mejillas.

Yo suspiro, sintiéndome terriblemente mal por estar celoso, pero no puedo evitarlo. Me levanto de mi puesto para colocarme detrás de ella y él me mira.

―El joven aquí presente tiene razón, Gaby ―admito casi a regañadientes―. Eres la mejor de tu clase, tienes un trabajo en donde te adoran y es muy probable que ganes la pasantía en el restaurante, incluso si no la aceptas. Ella está muy orgullosa de ti.

Ella se aleja de Carlos y me mira, restregando su nariz roja al absorber los mocos y sonríe con timidez.

―Mauricio, por cierto ―me presento, estirando mi mano en dirección al novato.

―Carlos ―se presenta, correspondiendo el saludo―. ¿Pasantía en un restaurante?

―Sí, el mío ―respondo y noto que Gaby rueda los ojos―. Estoy ofreciendo pasantías en la escuela donde estudia ella y mi hermana. De allí nos conocemos.

— ¿Tú eres Leonardo? —inquiere Carlos y sus gestos se endurecen. Sé por qué lo hace, ella lo llamó a él luego del suceso.

No a mí.

—No, lamentablemente soy su hijo —respondo y miro a Gabriela, quien rehúye mi mirada.

Es que estoy seguro de que ni siquiera me va a decir lo que pasó con él ese día...

―Carlos fue mi novio cuando empecé la carrera y luego se fue del país. Ahora ha inaugurado su propio café restaurante en Italia ―intercede Gaby y me mira al recordar algo―. Mauricio ama Italia, por cierto.

―Qué casualidad ―habla Carlos, con cierta hostilidad―. Es maravilloso, ya le dije a Gabriela que tiene un puesto asegurado en mi café. No puedes negarte, Gaby.

¿Qué? ¿Un puesto de trabajo en Italia?

―Carlos... ya lo hablamos ―dice, sonrojándose y no me mira.

― ¡Vamos! Ya te dije que allá es donde perteneces. Al menos puedes empezar allí y luego irte a Londres, como siempre quisiste, no sé. Tienes que perseguir tus sueños como tú mamá y tu abuela han querido desde siempre.

Ella me mira de reojo y niega con la cabeza, alejándose un poco de él. ¿Por qué no me dijo de esta grandiosa oportunidad? ¿Acaso no va a tomarla? Porque ¡vamos! ¿Qué es mi pasantía junto a una oferta de trabajo en Italia? Nada, no es nada.

Aunque yo, honestamente, había pensado en no darle la pasantía sino el trabajo de una vez. Incluso lo conversé con el chef Guzmán y estuvo encantado porque adora a Gabriela y a su potencial. Sin embargo... Ser chef en Fraga no puede compararse con trabajar en Italia.

―Está bien, niña. No insistiré por ahora ―le dice Carlos y ella suspira―. ¿Llamaste a tu madre?

―No, la verdad ―dice, tomando asiento en el sofá de nuevo y se limpia las mejillas húmedas por el llanto―. No me siento preparada para enfrentarla.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora