31.

1.8K 183 14
                                    

Me bajo en la parada y camino en dirección a la escuela. Un tirón en mi mano me hace pegar un grito, que muere ahogado por una enorme mano que cubre mi boca.

Me pegan contra la pared y estoy a punto de realizar una maniobra de defensa personal cuando noto que quien me acorrala en un callejón poco concurrido es Mauricio Díaz.

― ¿Acaso has perdido la cabeza? ―grito, empujándolo con todas mis fuerzas. Sin embargo, solo logro un leve movimiento hacia atrás―. Pude haberte lastimado, coño.

― ¿Tú? ¿A mí? ―pregunta, cruzándose de brazos y alzando una ceja.

―Mira, macho... ―le digo, pero me veo interrumpida por un nuevo acercamiento.

―Bien macho ―se jacta, su aliento rozando mi boca.

―Ay, Mauricio. Ya ―le digo, empujándolo de nuevo―, créeme que puedo lastimarte. Hay zonas en ti que lastimar y duelen tanto como una patada en las b... los testículos.

―Lo siento, solo quería asustarte. Y verte ―dice, acorralándome de nuevo y esta vez no lo aparto―. Y besarte. No he parado de pensar en ti, en tu cuerpo y en tu boca atrevida.

Me sonrojo y estoy por regañarlo cuando toma mi rostro entre sus manos, apretujando sus labios contra los míos en un beso y ¡oh por Dios, qué beso! Es de ese contacto que hace que nada a tu alrededor importe, que sientes que el mundo gira bajo tus pies y que somos los únicos dos seres humanos en el planeta.

Mi pecho se desboca por él y su boca es salvaje y demandante, necesitada de mí como yo de él. Puedo sentir como el aire en mis pulmones se extingue, pero no me alejo; me asfixio en su boca rústica y tosca, pero adictiva.

Acaba con el contacto, pero no se aleja de mí. Una de sus manos acuna parte de mi cuello y barbilla, su frente sobre la mía y su respiración choca con mis labios. Me permito abrir los ojos, encontrando los suyos cerrados y la respiración agitada.

―Te veo en la noche, mi reina ―dice al abrir los ojos, con una sonrisa juguetona en sus labios.

Mi reina. Suya. Afirmo, un poco aturdida por el increíble beso de película que acabamos de tener y que ha hecho de mi corazón un enredo de sentimientos. Me deja sola, temblorosa, excitada y agitada.

Es entonces cuando caigo en cuenta de que este jueguito se está tornando peligroso y que, es muy probable, que tenga que ponerle freno en algún momento.

Debí decirle que tengo miedo, me aterra el dejar todo fluir porque siento que me muevo entre arenas movedizas. Y no sé cómo escapar de ellas.

Las siguientes horas son borrosas para mí, puesto que a pesar de que he tratado de concentrarme en clases, mi mente solo puede atraer a Mauricio y a lo que sea que tenemos.

Ni siquiera se le puede poner una etiqueta. Se supone que sería una noche, matar las ganas que nos teníamos, pero... es que ya esto es algo más. Todavía estoy descifrándolo, pero sé que no estoy con Mauricio solo por el (increíble) sexo que tenemos.

Cuando estoy un poco consciente de mí alrededor, ya es mi hora libre en el café. Y a partir de este momento, como la hora de vernos esta cada vez más cerca, siento que el tiempo está pasando demasiado lento, tal vez porque tengo unas inmensas ganas de ver a Mauricio y ser suya otra vez, y otra, y otra...

Una sonrisa aparece en mi rostro al recordar las veces que me ha dicho eso. Tomo asiento en una de las barras con una taza de chocolate caliente entre las manos, que pedí me descontaran del sueldo. Me remuevo en mi puesto con lo ansiosa que me encuentro, imaginando todo lo que pasará entre nosotros y las fantasías acaban cuando recuerdo que debo hablar con él.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Where stories live. Discover now