24.

2.2K 211 13
                                    

GABRIELA

Ya es la hora de salida de la escuela, así que tomo mis cosas y salgo del lugar. Montse y yo vamos parloteando de comida, las clases y la inauguración, insistiéndome en que debo ir.

―Aún no lo sé, no tengo pareja ni vestido para ir ―le recuerdo.

― ¿Para qué necesitas pareja, eh? Si te aburres o algo, nos acabamos el vino blanco ―me dice, guiñándome el ojo y haciéndome reír―. Además, te tengo la solución: en mi armario tengo varios vestidos que no he estrenado. Podrías venir a mi depa y probarte algunos, el que te guste lo usas.

―No, Montse. ¿Te has vuelto loca? No podría aceptar eso ―niego, apenada.

― ¡Ay, cállate! ―me dice, palmeando mi hombro―. Anda, pruébate unos y hasta te regalo el que quieras usar. Fede, tú y yo iremos a mi depa a arreglarnos junticas ¿te parece?

―Si estás a punto de decirle que no, sabes que no se va a rendir hasta que le digas lo que quiere ―aparece Cristian, sonriendo―. Las vi de lejos y reconocí tu cara de "voy a atosigarte tanto que terminarás haciendo lo que yo quiero", ¿eh?

Montse se sonroja y niega con la cabeza, golpeando su brazo y frunciendo el ceño.

―Claro que no, tonto ―le dice, fingiendo estar ofendida. Me mira y yo ruedo los ojos, voy a tener que decirle que sí―. ¿Entonces?

― ¿No fue tu hermano quien te dijo que hicieras esto? ―pregunto y ella frunce el ceño, confundida.

―Neta no, o sea, ¿ustedes no se detestan? ―pregunta y yo desvío un poco la mirada―. Además, él no me diría que te preste un vestido, él te compraría uno. Porque así de pretencioso es, ¿eh?

―Bueno, tienes un punto ―digo, suspirando―. Debo ir a trabajar. ¿Vamos, Cris?

―Eh, sí. Hasta luego, Mon ―se despide, colocando una mano en la cintura de la morena y plantándole un beso en la mejilla.

Ella se queda paralizada por unos instantes, al parecer sin poder creérselo, y yo sonrío con complicidad al alejarnos de ella. Nos trepamos en la motocicleta y esta vez sí me muerdo la lengua para no preguntar nada.

De lejos, logro ver a Mauricio recargado de su coche en espera de su hermana. Nuestras miradas se encuentran por unos instantes antes de que Cristian acelere a Café Toscano y yo suspiro, sintiendo mi corazón desbocarse en mi pecho.

Cuando llegamos, me despido de mi amigo y sigo con rutina normal antes de entrar a trabajar. Mi turno empieza y me enfoco en atender las mesas con una sonrisa puesta en el rostro, fingida más que todo.

El resto de horas de trabajo pasan volando y me sorprendo cuando Montse me viene a buscar en taxi.

―Hey, ¿qué pasó? ―pregunto, terminando de entregar los platos vacíos de mi último cliente del día.

―Quería que me acompañaras a comprarme mi vestido y quería aprovechar para que te pruebes los que te dije ―dice, sonriendo.

―Dijiste que tenías vestidos sin estrenar ―le recuerdo.

―Ah, sí, pero vi uno y dije: ese es el de esa noche especial ―dice, haciendo un gesto de coquetería y sonriendo.

―No te soporto ―digo, riéndome.

Me cambio de ropa y salgo para treparme en el taxi con Montse. Cuando llegamos al centro comercial, nos metemos en la primera tienda cara que vemos. Hay muchos vestidos de diferentes texturas, cortes y colores. Es de ensueño esta tienda.

Montse va directo a un vestido de lentejuelas y elige uno para mí.

―Tengo uno parecido en casa. Pruébatelo a ver qué tal te queda ―ordena. Yo voy a negarme, pero ella alza el dedo índice en el aire―. No, no. Haz lo que te digo.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Where stories live. Discover now