Capítulo 1

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Era el año 1866 y los Fortunato, eran la familia más rica, poderosa y prestigiosa de su nación, puesto que tenían en su mando una gran flota de barcos que viajaban a las Américas y eran propietarios de minas de carbón y terratenientes de dos ciudades, además de llevar la administración de la empresa de Ferrocarriles de su majestad el Rey.

Esta familia era muy querida en los círculos sociales, puesto que eran justos con sus trabajadores y amables con sus pares, sin contar además, de ser intachables y digna de admiración por ser muy unidos.

Don Sergio Fortunato era la cabeza a cargo de esta gran empresa familiar en Europa, mientras que Sebastián Fortunato, lo era en América.

Si bien, las compañías familiares eran manejadas por los varones Fortunato, adentro del hogar se seguía completamente las reglas de doña Emelina Fortunato, puesto que mantenía en orden la crianza de sus numerosos hijos, para que estos lleven de manera orgullosa el apellido de su padre, y para lograrlo, la educación que pudieran recibir era algo primordial. Es así que, doña Emelina se enfocó para que sus hijos tengan los mejores tutores, contratando profesores de excelencia e inclusos algunos eruditos traídos desde el extranjero, puesto que podían hacerlo, ya que el dinero no era un impedimento y don Sergio apoyaba cualquier decisión que tome su esposa. Es así que, con el paso de los años, los hijos de esta prestigiosa familia se hacían notar por sus buenos modales y grandes conocimientos que tenían en distintos ámbitos, esto atrajo la atención de varias familias de clase burguesas, que solicitaban como un favor muy especial a doña Emelina, el poder enviar a sus hijos a su palacio para que tomen clases con los niños Fortunato y también optar por aquella educación privilegiada.

Con el paso del tiempo, nadie imaginó que el palacio Fortunato se volvería en la escuela de clase alta más importante a nivel nacional, así que se construye un edificio aledaño al palacio, para que esta sea la institución educacional, otorgando un lugar exclusivo para los profesores, estudiantes y sus padres.

Emelina y Sergio Fortunato, invitaron a sus ahijados que vivían en Colombia para que estudien junto con sus hijos en la Escuela que crearon, a lo que doña Loreta y don Sebastián Fortunato, enviaron a su hija Eleonora para que viva con sus tíos durante el periodo que dure su educación, ya que Carlos, su hijo mayor, no deseaba abandonar Colombia y solo quería aprender lo que pudiera enseñarle su padre.

Es así que la gran familia Fortunato de Emelina y Sergio, junto con sus 12 hijos, se les unía Eleonora y con ellos, otros tantos estudiantes de familias de clase acomodada que integraban la prestigiosa Escuela Fortunato.

***

Luciana caminaba con seguridad por el pasillo de la escuela, con la mirada alta y orgullosa, mientras su hermoso vestido color rosa pálido ondeaba al dar cada paso. Sus ojos eran castaños y su cabello rubio presentaba suaves ondas, herencia que le dio su padre y que decoraban su tierno rostro. Ella era la cuarta hija de los Fortunato y ahora que tenía 16 años, su vida estaba llena de sueños y expectativas en un futuro que se le anunciaba prometedor.

— No corran por los pasillos ¿Me has escuchado Raúl? —le riñe Luciana a su hermano de 8 años que corre sin prestarle atención, junto con otros niños que estudiaban con él y que al pasar por su lado arrojan su cuaderno de dibujo, lo que le molesta y le da un manotazo al pequeño, pero que no le llega por seguir corriendo con los demás.

Luciana se agacha a recoger su cuaderno que se le habían soltado algunas páginas, en donde estaban dibujados bocetos de vestidos, algunos sencillos y delicados, pero otros dibujos mostraban vestidos de fantasías que eran muy imaginativos. Este era el pasatiempo que más le gustaba realizar a Luciana, y quería enseñarle su nueva creación a su prima Eleonora, quien era su mejor amiga y mayor confidente.

Luciana y Eleonora tenían la misma edad y celebraban sus fiestas de cumpleaños juntas, ya que tenían tan solo 2 semanas de diferencia la una de la otra. Ambas eran muy unidad y siempre se les veía juntas, inclusive la mayoría de las veces, dormían en la misma cama por charlar hasta tarde por las noches.

Al abrir la puerta del salón donde tomarían su clase de literatura de esa tarde, descubre a Eleonora que lloraba de manera agitada, secándose las lágrimas con un pañuelo, mientras la mantenía abrazada su hermano Danilo, que era un año mayor que ellas.

—¿Por qué sigues llorando Ely? ¿Aún estás preocupada por Papá Agustín? —pregunta Luciana con tono cariñoso al ver a su prima.

—No tienes por qué estar triste, no es la primera vez que papá Agustín sufre de úlcera gástrica, se siente mal un par de días y después vuelve a comer ternera con vino tibio — ríe Danilo consolando a Eleonora.

—No, esto no es como otras veces. Estoy segura de que él fallecerá... lo presiento muy dentro de mí —seguía llorando la joven sin lograr consuelo y a pesar de su tristeza que la había acompañado esos días y que le distraían en peinar correctamente su cabello, seguía viéndose tan hermosa.

Eleonora tenía grandes ojos color almendra, con un cabello largo pelirrojo oscuro que era muy llamativo. Ella atraía la atención de muchos, puesto que había heredado la belleza indiscutible de su madre Loreta, además de ser graciosa y amable con todos. Esto hizo que su primo Danilo estuviera completamente cautivado por sus encantos y es por eso que trataba de ser muy cercano y llenarla de atenciones, para demostrarle su cariño y que ella lo acepte. Ya todos conocían las intenciones del tercer hijo Fortunato con su prima, pero la única que no se enteraba de esto, era Eleonora.

—Deberíamos ir a visitarlo, de esa manera puedes quedarte con él y convencerte de que está todo bien— propone Danilo acariciando el cabello de Eleonora.

—Sí, es verdad. De todas formas, no estoy prestando atención a las clases y prefiero estar con ellos —rápidamente Eleonora se levanta, seca sus lágrimas y acomoda su vestido para quitarle las arrugas que se formaron por estar aplastándolo.

—Iré contigo — Danilo también se levanta para salir con Eleonora.

—Avisaré al profesor, yo iré más tarde —dice Luciana al ver como su hermano y prima se marchan apresuradamente de la sala para ir a visitar al bisabuelo Fortunato.

Mientras ellos se marchaban casi corriendo, les abre el paso Alberto, que casi lo golpean al salir tan rápidamente del lugar y mira extrañado a los que salían tan apurados.

—¿Qué pasó? —pregunta al ingresar al salón y ver a Luciana que estaba de pie en el sitio, sosteniendo su cuaderno de dibujos.

—Eleonora tiene un presentimiento de muerte con respecto a la salud de papá Agustín.

—Pero él siempre se recupera rápidamente, creo que no desea estar en esta tediosa clase —ríe Alberto, que caminaba para acercarse a Luciana y tomar de su mano para depositar un beso en ella. —pero me alegra que podamos tener este pequeño momento en el que puedo tomar tu mano sin miedo a ser reprendido y poder ofrecerte este sincero cariño que te profeso.

Cada vez que Alberto le decía aquellas tiernas palabras, el mundo de Luciana se volvía luminoso, con colores muy vividos y una dulce emoción se apoderaba de su pecho, lo que le impedía respirar y la ruborizaba.

—Para mí también es muy alegre el momento que puedo compartir contigo y mi emoción se vuelve tan...

Luciana guarda silencio cuando ve ingresar a una compañera de clases junto con el profesor de literatura, que ya había publicado varios escritos sobre gramática y otras obras literarias.

Tanto Alberto y Luciana toman asiento en sus escritorios, dándose una mirada cómplice, los que les hacía reír disimuladamente. Ambos tenían una relación sentimental desde hace un par de meses, cuando tímidamente confesaron sus sentimientos que habían florecido en aquellos salones y que con el paso del tiempo se fue desarrollando para ver nacer a un inocente amor de juventud.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now