Capítulo 4

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En el gran palacio Fortunato, se estaba celebrando la fiesta del club de Inversionistas, con motivo de un nuevo año académico para los estudiantes de la escuela Fortunato y lo que marcaba el final del verano, de esta manera despedir a quienes viajaban de regreso a Colombia.

En los grandes salones de fiestas se realizaban los bailes que eran muy animados, se servían varios aperitivos y cócteles en el gran hall principal y arriba de este, desde la terraza del segundo piso que comunicaba con las escaleras, estaban Luciana y Eleonora que miraban aquella fiesta a la cual no quisieron participar, pero que les encantaba comentar, ya que reían y hacían bromas de la galante burguesía del lugar.

— No entiendo quién le dijo a esa mujer que el castaño y el verde combinaban bien en un vestido — dice Luciana, mientras dibujaba con carboncillo, un vestido similar al de la mujer que criticaba, pero mejorado a lo que ella consideraba, sería digno de vestir.

— Sí, parece un gran árbol volteado, o quizás un matorral. — Eleonora mira el dibujo de su prima y comenta — creo que ese vestido se ve muy bien, cada vez te superas. No sé cómo tienes tanta imaginación para diseñar esos vestidos.

— Aún considero que no son lo suficientemente buenos, deben ser más que bien, deben ser excelentes.

— Podríamos confeccionar una de tus creaciones, un proyecto entre las dos, sería divertido, ¿no te parece? — le motiva Eleonora.

— Claro que no, no sería capaz de llevar puesto estos vestidos tan ridículos, es una ofensa a la moda y me da vergüenza. Además, que ya confeccionamos vestimos a las muñecas de Josefina y Claudia con algunos de estos trajecitos.

— Pero es distinto hacer vestidos para muñecas, que crear uno para nosotras. A mí no me molestaría usarlos, yo opino que son bonito, confeccionemos ese y yo lo uso.

— Para ti, crearé uno muy hermoso... déjame diseñar uno y lo confeccionamos entre las dos — dice Luciana, emocionada. Su prima siempre la animaba a seguir sus sueños y la alentaba a continuar con sus pasatiempos, aunque ella muchas veces pensaba que dibujar tontos vestidos era solo juegos de niñas pequeñas.

— Mira, llegaron los abuelos — comenta Eleonora en dirección al salón, donde se veían a Amelia trasladando la silla de ruedas de su esposo Víctor. — me da lástima que mamá Celenia ya no quiera venir a estas fiestas, después de la muerte de papá Agustín.

— Si pobre de mamá Celenia, perder al compañero de su vida debe de ser muy triste — comenta de manera pensativa Luciana con una sonrisa en los labios y dando un suspiro. Se gira para ver a su prima que daba una pequeña risita nasal y la miraba de manera cómplice — ¿Por qué te ríes?

— Por ese suspiro, ¿verás a Alberto esta noche?

— No vendrá, me envió una nota para avisarme que estaba indispuesto, por eso solo están sus padres hablando con otros inversionistas — Luciana vuelve a suspirar — Estaba pensando en que admiro al matrimonio de los abuelos, son tan adorables.

— Sí, son muy tiernos, pero ¿ellos te hacen suspirar?

— Es que me gustaría ser como ellos, tener un matrimonio por tantos años y seguir siendo tan apasionados. Me gustaría tener un amor tan intenso como el de ellos y que mi compañero de vida me ame hasta la vejez.

— Ah sí, igual que tus padres, que nos sacan cada domingo a capturar alimañas por los bosques y nos regañan por no tener en mejor conservación los insectarios que nos obligan a hacer.

Ambas comienzan a reír a carcajadas, deteniéndose cuando ven que Danilo subía por las escaleras con dos vasos de ponche.

— ¿De qué están hablando para reírse tanto? — pregunta Danilo entregándole los vasos a las damas que estaban sentadas en el suelo del pasillo mirando hacia abajo.

— Gracias, Danilo — dice Eleonora — solo comentamos sobre los abuelos Víctor y Amelia. Dice Luciana que los admira por tener un matrimonio duradero.

Danilo se sienta al lado de su prima y sonríe.

— ¿piensas lo mismo? ¿Te gustaría ser amada por tu esposo hasta ser anciana?

— Sí, claro... pero admiro más a la Condesa de Valcáliz, quisiera ser como ella.

— ¿Qué?... — pregunta sorprendido Danilo, arrugado la nariz.

Los tres jóvenes dirigen sus miradas en donde se celebraba la fiesta y miran a la Condesa de Valcáliz, que era una mujer mayor que sus abuelos, con el cabello cubierto de canas y se le notaba una pequeña joroba en la espalda, tomada del brazo de su esposo que era 30 años más joven que ella, charlando con los padres de Luciana y a los que se les acercaban los abuelos Amelia y Víctor para saludar.

— Te has vuelto loca... ¿Por qué te gustaría ser como esa señora? — pregunta horrorizada Luciana.

— Porque ella es una mujer poderosa, puede darse el lujo de tener un esposo joven y sumiso que, si se porta mal o no cumple con sus deseos, lo golpea para corregirlo.

Al decir aquello, todos comienzan a carcajear. Aquellas bromas de los Condes de Valcáliz ya era un chiste viejo, pero sigue causando tanta gracia como siempre.

— Es verdad, ahora que estaba con ellos antes de venir, note que el Conde tiene un golpe en la mejilla, que ha ocultado con maquillaje, pero de igual forma se le nota, por eso está usando un cuello alto — ríe Danilo al contarles a las jóvenes que le escuchaban.

— Ya no sigan con eso — trataba de parar de reír Luciana — siento lástima por burlarnos de ellos, ya que son tan simpáticos, además que el Conde fue muy amable cuando me tropecé con él.

— Te gusta el Conde porque nos trae golosinas cada vez que viene a visitar a papá — se burla Danilo de su hermana.

— Escuchen esto — se enjuaga una lágrima Eleonora, por tanto, reír y trata de controlar su respiración agitada para poder hablar — Estoy segura de que esa mujer morirá por un ataque cardíaco... con una noche apasionada con su joven esposo, el corazón de una anciana no lo podrá resistir.

Nuevamente, los jóvenes volvían a carcajear, haciendo que el estómago les doliera.

— Te creó, con solo mirarla con esa sonrisa pícara y como lo tiene agarrado del brazo para que no se le escape, tal vez ya está pensando en cómo divertirse después de esta velada — dice Luciana ya sin aguantar las ganas que tenía de hacer bromas.

— Pero qué mujeres más malvadas, yo regresaré a la fiesta, antes de contagiarme lo chismoso — ríe Danilo, levantándose del suelo y dirigiéndose a las escaleras.

Como si fuera un presagio hecho por Eleonora esa noche, la Condesa de Valcáliz fallece al cabo de 5 meses, producto de un infarto cardíaco.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now