Capítulo 31

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En el Palacio Fortunato, todos estaban de buen humor, debido a la visita de Luciana y su esposo.

Después de desayunar, los varones y los más pequeños, llevaron a cabo actividades al aire libre, mientras que Emelina se encontraba sentada en una mesa dispuesta en la terraza, escuchando cómo su hija Carlota le pedía un vestido especial a su hermana Luciana, para su debut en sociedad a principios de otoño.

— Serás la más hermosa, crearé el vestido más lindo que nunca hallas visto — dice Luciana sonriente, al dibujar un boceto en un cuaderno para mostrárselo a su hermana.

— ¿De verdad? — pregunta ilusionada Carlota — me gustaría que mi vestido sea muy amplio, con muchos encajes y las mangas tengan una apertura entre los codos.

— Deja que tu hermana termine de hacer el diseño y luego le pides más adornos — ríe Emelina al ver la emoción de su hija.

La atención de las damas, es captada por las risas que lanzaban los más pequeños, ya que estaban colocando en el pasto, pequeños arcos de metal para jugar al croquet.

— Papá y el Conde darán premios a los ganadores — anuncia sonriente Raúl, al acercarse donde las mujeres, para luego correr de regreso en donde se realizaría el juego.

— Mamá, ¿puedo ir? — pregunta Carlota entusiasmada.

— Debes de preguntarle a tu hermana, ya que ella está haciendo el favor de diseñar tu vestido.

— Ve Carlota, cuando termines de jugar ya podré enseñarte tu vestido. — le sonreía a su hermana.

La joven se marcha sonriente, dándole un beso a Luciana y luego a su madre, para finalmente correr donde estaban todos escogiendo los mazos de croquet.

Sergio y el Conde, les sonreían y saludaban con las manos a sus esposas desde el campo de juego, a lo que ellas le devolvían el saludo.

Emelina miraba cómo su hija sonreía muy alegre. Notaba como los ojos de ella brillaban al ver a su esposo y sus mejillas se sonrojaban, verla enamorada le sentaba muy bien.

— Te veo muy feliz, me alegra que al fin tengas una buena relación con tu esposo — comenta Emelina.

— Siempre hemos tenido una buena relación, es solo que ahora nuestra amistad es mayor.

— ¿Únicamente una amistad? Pensé que era algo más que eso — Emelina se aproxima a su hija y baja el cuaderno de dibujo para que le vea — Dime la verdad, ¿ya tienen un buen matrimonio? ¿Existe la posibilidad que nos den nietos?

Aquello sorprende a Luciana y mira a su madre extrañada.

— Claro que no madre, ya sabes que mi relación con el Conde en ese ámbito es distante.

— Creía que aquello había cambiado.

— ¿Qué te hace suponer eso, madre?

— Solo lo decía, por aquella cercanía que tienen, por tu trato amoroso hacia él y por cómo le miras. Pensaba que estaban enamorados y que ahora tenían una relación sentimental.

Luciana baja la mirada y mira el dibujo que estaba haciendo.

— Lo que siento por el Conde es solo admiración y gratitud, nada más que eso. Yo no lo amo, pero me agrada su compañía, porque sabe escuchar y me apoya... quizás se ha malinterpretado mi afecto.

Emelina notaba como ella presionaba sus dedos con fuerza sobre el cuaderno de dibujos que tenía en sus manos y comprende que su hija, aún no estaba preparada para aceptar que se había enamorado, ya que para ella, el amor era un sentimiento doloroso y traumático, lo que le hacía ocultar ese sentimiento en forma de otros tipos de afectos. Lo mejor era respetar aquel pensamiento, hasta que ella esté preparada para aceptarlo ya sin temor.

Un Amor Tan EquivocadoМесто, где живут истории. Откройте их для себя