Capítulo 29

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Fueron dos semanas completas que se necesitaron para habilitar el nuevo taller de costuras y que ahora iniciaba sus funciones, confeccionando los primeros trajes de la colección de Luciana, para que fueran expuestos en los aparadores el día de apertura. Esto le trajo mucho trabajo, ya que debía dibujar nuevamente sus diseños de manera más limpia y detalladas, con el propósito de colocarlas en el catálogo de la tienda para esa temporada, que gloriosamente comenzaría con los días cálidos del verano de aquel año, ideal para exponer sus mejores creaciones.

A pesar de que Luciana se encontraba más ocupada que nunca, siempre tenía tiempo para compartir con su esposo por las tardes, para contarle sobre sus progresos y enseñarle los dibujos que engrosarían su colección, a lo que él era bastante crítico en dar su opinión. Aquello le agradaba, ya que necesitaba de alguien honesto para saber que el trabajo se estaba realizado correctamente, y no alguien complaciente que le digiera que todo aquello era perfecto, como lo hacía su madre, que siempre mostraba su orgullo por la creación de la tienda y todo lo encontraba divinamente hermoso.

En todo ese periodo, el Conde de Valcáliz dejó de acudir completamente a sus citas nocturnas, ya que se encontraba relajado y prefería quedarse en casa descansando con su esposa, quien siempre le alegraba cuando charlaban, puesto que se volvió mucho más comunicativa al crear ese lazo de confianza.

— Malva ya está lista para su apertura — comenta Luciana, mientras seguía coloreando uno de sus dibujos, iluminada por las lámparas de aceite, sentada en un escritorio que se encontraba en su salón preferido.

— Si, yo también lo creo — Responde Maximiliano, quien estaba sentado en un mullido sofá, bebiendo un vaso de leche tibia que le ayudaba a dormir y leyendo un libro sobre guerra.

— Pondré un anuncio en el periódico. El próximo lunes realizaré su inauguración.

— ¿Me permite darle un consejo?

— Si, por favor.

— No publicite la tienda por un medio masivo, no por el momento, ya que necesita una pequeña clientela que le ayude a revisar deficiencias en su tienda, antes de atender a un mayor número de personas y sentirse agobiada.

— Pero si no la publicito de alguna manera, no llegará público.

— Ya había pensado en eso. Me he tomado el atrevimiento de aceptar una invitación a una cena en el Palacio Real el día sábado. Solo estarán presentes nobles, y puede usar uno de los vestidos de su colección, así comentar entre las damas sobre su tienda e invitarlas a visitarle.

— Pero, tal vez mi vestido no les llame la atención y no desearan ir a la tienda.

— Las damas son curiosas. Aunque no les guste el vestido que utilice esa noche, de igual manera visitarán la tienda, puesto que es llamativo que una noble tenga su propia tienda de modas.

— Gracias Conde, es usted muy sabio.

Luciana da un suspiro, ya que le preocupaba la aceptación de sus diseños, pero el Conde tenía razón, puesto que esta sería una buena forma de conocer las opiniones de otras mujeres, que era justamente el público al que deseaba llegar.

Aun con las inseguridades de Luciana, ella estaba esperanzada que su atuendo lograría captar varias miradas, ya que era hermoso, o al menos ella lo creía así.

La tarde del sábado, antes de la cena, Luciana mandó a llamar a una peluquera reconocida, para que peinara su cabello en un hermoso tocado que sea digno de llevar con su vestido color malva. Esta tenía grandes decoraciones que jugaba con la luz, al usar telas traídas desde oriente, en tonalidades tornasol y bordados delicados, que de manera sutil le daban un hermoso acabado.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now