Capítulo 45

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Ana María estaba sentada leyendo en la sala de su casa, bebiendo un té de mentas después de almorzar, cuando la criada le informa que la Condesa de Valcáliz ha venido a visitarle.

— Hágale pasar por favor y traiga de los pastelillos de frambuesa con té — solicita Ana María.

La criada hace una inclinación de cabeza para marcharse. Ana María estaba preocupada por el motivo de la visita de Luciana, ya que no se hablaban desde incidente de aquella fiesta, en donde su esposo realizó un espectáculo de celos. Recordar aquel tiempo, le entristeció.

— Señora Condesa. Que agradable sorpresa verla aquí. Pasé, tomé asiento.

— Gracias. Espero no interrumpirle, pero hace mucho que no le veía y quería saber cómo estaba. — Luciana se sienta al lado de la pequeña mesita de té

— Muchas gracias por su preocupación. Por supuesto que no me interrumpe, siempre será bien recibida en mi hogar. Yo he estado muy bien, y ¿Usted señora Condesa? Supe que tiene una tienda de modas que le va fenomenal, mis felicitaciones.

— Si, muchas cosas han pasado. Me encuentro bastante bien, con mi esposo planificamos un viaje a principios de junio, así que estamos trabajando arduamente para no tener pendientes en nuestras labores.

— Eso es maravilloso. — contesta Ana María muy feliz.

La criada ingresa a con algunos aperitivos y té, dejándola sobre la mesa, a lo que Luciana resiste el impulso por comer uno de esos pastelitos de frambuesa, puesto que no había almorzado y estaba hambrienta, ya que había venido directo desde la tienda a buscar información.

— ¿Cómo está usted Ana María? No hemos hablado desde antes de mi matrimonio y me preocupa como continuó todo con usted y su esposo, después de aquel incidente.

Ana María sonríe, mientras le servía el té.

— Espectacular. Luego de lo que pasó, Alberto se esforzó día con día en recuperar mi confianza, y sigue siendo encantador hasta el día de hoy. Mejoró la relación con mis padres e incluso viajaremos en agosto a visitarles, nos quedaremos una temporada con ellos.

— Me hace muy feliz escucharle, no se imagina la alegría que es saber que todo está bien ahora — Luciana, sin aguantarlo más, toma uno de los pastelillos y le da una mordida. — Eso quiere decir que ¿Ha dejado en el pasado las preocupaciones de que él pueda abandonarle?

— Si, ya todo eso quedó en el pasado. Confío en él, puesto que me dedica su amor a diario.

Como lo suponía Luciana, aquella lejanía que decía tener Alberto con su esposa, eran solo patrañas que se las decía para que ella tenga esperanzas en tener algún amorío discreto con él.

— Eso me alegra de sobremanera. Espero de todo corazón que su matrimonio sea siempre muy feliz.

— Gracias. Disculpe que le pregunte Condesa, pero usted, no ha venido a visitarme solo para saber cómo estoy ¿Verdad? — pregunta Ana María preocupada — ¿Se trata de Alberto? ¿Ha pasado algo? Temo que me diga que se le ha acercado nuevamente con insinuaciones románticas como antes.

Luciana encontraba injusto preocupar a aquella joven sobre las andanzas de su esposo. Si alguna vez se entra de eso, no sería por ella, ya que no deseaba volver a estar envuelta en esos asuntos otra vez.

— Me ha descubierto. He venido a tomar sus medidas, por el hecho de que su esposo ha solicitado un vestido para usted.

Aquello forma una sonrisa ilusionada y una mirada brillante a Ana María.

— ¿Mi Alberto ha comprado un vestido para mí?

— Se supone que sería una sorpresa, le prometí que enviaría a una de mis costureras a tomar sus medidas, pero no me resistí a pasar a saludarla.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now