Capítulo 47

4.7K 386 21
                                    

El ver tan enfurecida a la Condesa, tanto Sergio como Ismael escapan del lugar, pasando con cuidado al lado de Luciana, para salir por la puerta que estaba detrás de ella, puesto que creían que les podría gritar o darle también una reprimenda.

— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste? — pregunta sorprendido Maximiliano.

— ¿Eso importa? Lo que verdaderamente importa aquí, es que me has engañado.

— No quería que te enteres de esto, pensaba que podía ser desagradable para ti.

— Claro que lo es. Golpear a otro hombre no es digno de un buen cristiano.

— Solo lo hago porque me ayuda a despejar mi mente, además que me gusta. ¿Es un pecado tan grande tener una afición que me alegre la vida?

— No... pero no puedo creer que tenías un lado tan violento, ya que siempre sonríes, eres amable y delicado. Supongo que ahora me doy cuenta, que solo conozco una parte de ti.

— No te lo comente por esta misma razón, no quería que me enjuiciaras. Siempre debo ser alguien calmado y sonriente, pero la verdad de todo, es que no sé manejar la frustración, no sé cómo solucionar los conflictos cuando se tratan de ti — Comenta Maximiliano molesto, retirándose los vendajes de las manos y arrojándolos en una mesita con fuerza.

— Pero ya te he dicho que puedes hablarme de lo que sea, sobre tus miedos o enfados. Solo tú eres el que tiene prejuicios en como reaccionaré. No comprendes que me lastima el que no me digas nada, te enfades, me dejes sola para venir aquí, hasta que mágicamente, todo vuelve a estar bien a la mañana siguiente. Pero, no todo está bien al día siguiente, porque comprendo la distancia que existe entre nosotros y por eso no puedes hablar conmigo.

Luciana se secaba una lágrima que se derramaban por sus mejillas, ya que no deseaba llorar, pero estaba triste.

— Luciana, no es mi intención lastimarte, pero hay cosas que prefiero no decir, para no crear conflictos innecesarios entre nosotros.

— Y guardar silencio ¿Lo solucionará? Quiero ser tu apoyo y refugio, si no hablas conmigo, entonces nunca podremos mejorar como pareja.

Maximiliano le mira, pero prefiere no decir nada, busca su camisa en su bolso, colocándosela y abotonándola. Nuevamente el silencio de él, enfurece a Luciana.

— Es por verme con Alberto esta tarde ¿Verdad? ¡Maldición Maximiliano! Ya te dije que no tenemos nada y que él me busca, pero yo...

— SI, ES POR ESE MALDITO BASTARDO — Grita enfurecido — Ya sé lo que me has dicho y si creo que no sientes nada por él. Pero estoy celoso, muero de celos cuando sé que tu cariño fue de otro antes de mí y no soporto verte cerca de él, que le hables o que incluso lo mires, porque te amo y tengo un temor irracional a que me abandones y me quites las ganas de vivir...

Él gira su rostro para no mirarle, puesto que tenía los ojos rojos al contener el llanto.

Luciana al verlo así, se acerca para tomarlo por los brazos, respondiendo ahora con una voz calmada.

— No comprendo por qué tienes esos miedos, si sabes que jamás me iré.

— Siempre mantengo ese temor e inseguridad con respecto a ti, porque antes de nuestro matrimonio, me rechazaste... al pasar el tiempo, te volviste en mi amiga y fuimos cercanos, pero solo siento que tu atracción por mí, es únicamente porque estás agradecía y encariñada conmigo. A diferencia mía, que estoy completamente enamorado y temo que este sentimiento me destruya cuando al fin comprendas que, en realidad, no me quieres de esa manera.

Luciana estaba sorprendida ante lo que decía su esposo.

— ¿Cómo puedes pensar que mis sentimientos no son verdaderos?

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now