Capítulo 44

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Luego de aquel descanso de dos semanas, Luciana y Maximiliano regresaron a sus rutinas, pero con la diferencia de que ahora, eran unos amantes esposos.

Sus miradas brillaban cada vez que se veían y una sonrisa se les dibujaba en el rostro cuando estaban cerca. Para ambos era necesario verse seguido, que habían creado el hábito de reunirse al mediodía, para almorzar juntos.

Planificaron un viaje a las costas del mediterráneo para ese verano, deseaban dedicarse tiempo completo a ellos y a su romance, tomándose en esta oportunidad, tres meses de unas merecidas vacaciones, pero para eso, debían dejar todos sus asuntos pendientes ya resueltos para esa fecha.

Luciana lanzó su nueva colección de modas de temporada verano hace unas semanas, recibiendo los pedidos y organizando las entregas. También dejó como encargada de gerencia a Mila, quien estaba agradecida de aquella oportunidad y se esforzaba para mantener el funcionamiento de Malva en sus niveles más óptimos.

Ya solo quedaban dos semanas para el ansiado escape hasta las playas del mediterráneo. Viajarían desde Alicante hasta Roma, conociendo varios destinos en su recorrido.

Luciana estaba concentrada creando nuevos diseños especiales que le habían solicitado sus clientas, además de trabajar en otros tantos más, que dejaría a la custodia de Mila, para alguna dama que deseara realizar algún pedido especial durante su ausencia.

— Señora Condesa, un cliente, solicita hablar con usted — informa una de las vendedoras al ingresar a su oficina.

Luciana mira por las grandes ventanas que daban a la tienda, y ve que Alberto estaba esperando. Ella lanza un suspiro de fastidio, y duda de hablar con él, pero comprende que no puede seguir escapando, ya que no le tenía resentimiento, ni miedo.

— Dígale que pase.

La vendedora sale de la oficina e invita a pasar al hombre que esperaba. Cuando él ingresa, cierra la puerta para evitar que les escuchen.

— Les has pedido a tus criados que no me permitan ingresar a la mansión Valcáliz.

— Lo he hecho por tus insistencias. Por favor Alberto, dime que estás aquí para solicitar un vestido a Ana María. — dice Luciana esperanzada.

— Luciana, vine a decirte... que está todo listo para el divorcio.

Él le entrega unos papeles para que los pueda ver, pero ella no los recibe y le mira con reproche.

— ¿No tienes compasión por ella?

— Siento devoción por ti, y voy a cumplir mi promesa — Alberto saca una cajita de terciopelo azul, en donde contenía un anillo de compromiso que trata de abrir, pero Luciana le detiene, colocando la mano encima para evitar que lo abra.

— No lo hagas. No quiero que sigas albergando esas ridículas esperanzas.

— Luciana, en todo este tiempo trabajé muy duro, cree enemistad con los amigos de mis padres y con tu familia, me expulsaron del Club de Inversionistas. Me arrepiento de no haberte escuchado aquella vez, debí haber escapado contigo, puesto que solo tomé decisiones incorrectas que me alejaron de ti.

Luciana sentía lástima por Alberto, que se veía notoriamente afligido, así que le habla con voz dulce.

— Puedes ordenar tu vida desde ahora, trata de darte una oportunidad con Ana María, ella te quiere y estoy segura de que serán muy felices juntos, no sigas cometiendo más errores, no te divorcies de ella.

— ¿Ya no me quieres?

— No Alberto, ya no.

— Quizás nunca lo hiciste. No me esperaste, solo me reprochaste, no permitiste que me acercara a ti, traté mil maneras de reconquistarte, me humille por ti, todo mientras seguía solucionando el problema de los aserraderos. Nunca fue suficiente para ti, esperaba que al menos me escuches ahora, pero solo veo que esperas desesperadamente a que me marche, porque mi presencia te provoca desagrado.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now