Capítulo 8

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Los señores Fortunato, que conocían secretamente la situación de su hija, estaban afligidos por ella y deseaban rechazar aquella invitación a la boda de los Burgos y Astorga, pero Eleonora les informa que Luciana deseaba asistir para cerrar aquel ciclo.

Don Sergio Fortunato estaba furioso con Alberto, quería plantarle cara y dar a conocer a los Burgos, como su hijo creo ilusiones en una jovencita para luego burlarse de ella. Su rabia era tal, que no solo se conformaba con eso, deseaba expulsarlo del club de Inversionistas e incluso tomar represalias en contra de esa familia, a lo cual su esposa lo detiene y calma, ya que esto era un asunto privado de su hija, en lo cual ellos solo serían espectadores. Realmente Sergio estaba pagando sus culpas del pasado con su hija, y ahora comprendía muy bien a su suegro cuando esté pensaba que estaba jugando con Emelina, puesto que ahora un bribón le estaba haciendo lo mismo a él, y ese dolor de padre era muy amargo.

Eleonora estaba peinando a Luciana y le colocaba hermosos decorados en su cabello, quería que su prima se viera realmente hermosa para que Alberto sufra por ver lo que ha decidido abandonar.

El propósito de Luciana de asistir a la boda, era esperar que un milagro ocurra, como lo fue en el matrimonio de sus padres, y que ellos cada cierto tiempo narraban esa historia, en donde su madre Emelina se casaría con su tío Sebastián, pero a último minuto el novio fue cambiado por su padre Sergio.

Luciana se veía preciosa con un vestido de falda ancha de color violeta con delicados bordados de oro, lo que resaltaba su delicada figura.

Cuando estaban los Fortunato en la basílica, Alberto caminaba hacia el altar en compañía de sus padres y da una ligera mirada a los Fortunato, pero todos ellos le lanzan una mirada desdeñosa, a lo que él gira rápidamente el rostro para no sentir aquel odio sobre él.

Luciana se enfoca en la novia que ingresaba, y solo podía verla de manera crítica para compararse con ella. Ana María de Astorga era de talla mediana, de cabello negro y ojos grises, no era una mujer fea, pero definitivamente Luciana era mucho más hermosa que ella y su prima Eleonora se lo comentaba a cada rato en forma de cuchicheo.

Cuando los novios daban sus votos matrimoniales, Luciana presionaba las manos de su prima para no entrar en desesperación al ver que Alberto ya no era un hombre soltero, sino que definitivamente contrajo nupcias con aquella mujer, ahora él era un esposo y le debía fidelidad y amor eterno a la mujer que estaba a su lado. En ese momento las alegrías y esperanzas de Luciana fueron cambiadas por resentimiento y odio.

Para la fiesta de matrimonio, Luciana deseaba ir, no quería que le vieran flaquear y se mantenía impasible. Se podía ver a los Burgos saludando a los invitados de manera muy alegre, a diferencia de los Astorga, que tenían una mirada altiva, demostrando superioridad al igual que sus hijos.

— Ah Fortunato, que orgullo que esté presente en este feliz momento que es tan importante para nosotros — dice alegremente el señor Burgos presentándolos a sus consuegros — Los señores Fortunato cuentan con una prestigiosa institución académica a la cual Alberto asistió por varios años.

— Es verdad, nuestra escuela trata de dar la mejor educación que se pueda optar — comenta el señor Fortunato — sin embargo, los aprendizajes académicos no sirven de nada, cuando los valores y la lealtad no están presentes en el estudiante, porque vienen de familias mediocres y lastreras.

Los anfitriones estaban incómodos ante aquel agresivo comentario, sin entender el porqué de este, pero sonríen para disimular. En cuando a la señora Fortunato, le da un pellizco a su esposo para que oculte su malestar y no ofender a los padres de aquel joven que, no tenían la culpa de lo que hizo su hijo.

— Me alegra mucho conocerles, ya que son buenos amigos de mi esposo, espero que también podamos cultivar una sincera amistad — saludaba sonriente Ana María a aquella familia.

Mientras la novia saludaba primero a sus hermanos Jacobo y Danilo, Luciana solo podía pensar en todos los imperfectos de aquella joven, pero la verdad es que ella no era el monstruo que imaginaba, solo otra niña que esperaba tener una vida feliz con un hombre que no le quiere.

— Felicidades, señora Burgos, estoy segura de que se merece a un hombre como Alberto a su lado — comenta Eleonora con un ligero tono de sarcasmo.

— Felicidades, señora Burgos, espero que su vida sea colmada de felicidad — Se le unía al saludo Luciana, pero trataba de contener el temblor de su voz.

— Gracias, sé que son buenas amigas de mi esposo, por favor, vengan a visitarnos en nuestra casa, serán siempre bienvenidas. — ofrece de manera alegre Ana María.

Alberto saluda a los Fortunato, sintiendo la frialdad de parte de ellos. Cuando llega a Luciana, toma de su mano al igual que el resto y se la acerca para depositar un beso en ella, a lo que la joven la retira antes de que logre llegar a sus labios.

Cuando los novios y sus padres se alejan para saludar a otros invitados, Luciana presiona su abdomen con sus manos y trata de controlar su respiración, saliendo apresuradamente del lugar, ya que hasta el momento había resistido, pero ya no podía sostener más su actuación de tranquilidad.

Al estar afuera de la celebración comienza a llorar ahogadamente, cubriéndose la boca con una mano para no gritar en aquel llanto desesperado. Rápidamente, es sostenida por su hermano Danilo que la siguió, acompañado de Eleonora.

— Ya vámonos hermanita, lo has hecho bien. — él la guía hasta los carruajes y suben al que era de ellos, para marcharse del lugar.

Ya con el carruaje en marcha, Luciana era abrazada por su hermano y su prima le acariciaba las manos mirándola preocupada.

— De ahora en adelante serás feliz, serás tan feliz que todos te envidiaremos — dice Eleonora con una mirada maternal.

— Perdonen... no sé cómo serlo, ahora que tengo tanto rencor dentro de mí — Responde Luciana.

— No amargues tu vida... el odio solo arruinará la maravillosa persona que eres — comenta Danilo.

— Es verdad Luci, ahora todo se ve mal, pero te recuperarás, vive este duelo y luego seguirás adelante, así como fue cuando papá Agustín falleció, sufrimos, pero ahora, únicamente recordamos lo mejor de él y eso te pasará a ti también — aseguraba Eleonora.

— Y estaremos aquí para apoyarte, porque todos te amamos — agrega su hermano.

Luciana no responde, pero estaba agradecida por no estar sola en ese momento y sentir el cariño de su familia.

Un Amor Tan EquivocadoWhere stories live. Discover now