Capítulo 41

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El día estaba despejado y la nieve regalaba un paisaje invernal magnífico. Los esposos reían al caminar con dificultad por aquel manto blanco, realizando juegos, sintiéndose como dos chiquillos sin preocupaciones, solo dedicándose a disfrutar de aquel agradable momento en sus vidas.

Decidieron crear una competencia de muñecos de nieve, el que fuera el más alto y completo, ganará la oportunidad de escoger la actividad que harían esa tarde, ya que Luciana quería dar un paseo en trineo, y Maximiliano, quería dar una caminata por un sendero en el bosque.

Mientras Luciana se mantenía concentrada en la creación de su muñeco, levanta la vista para ver a su esposo que trataba de colocar algunas piedras en el rostro de su creación, pero sin éxito, ya que se caía a cada rato. El verlo dedicado en su trabajo, le hacía suspirar, pensando en cómo su amistad había crecido tanto, que ahora, no se imaginaba sin él. Pero, ¿solamente una amistad?, esto no era eso, desde hace mucho que no le veía como solo un amigo y lo que sentía por él, no solo era admiración y agradecimiento.

Ya era hora de ser sincera consigo misma y dejar de evadir el sentimiento que experimentaba. Esto era amor, y lo amaba como nunca imaginó poder amar a alguien así. Este sentimiento era muy distinto a lo que alguna vez sintió por Alberto, ya que, si bien le quiso de manera romántica, mucho de eso se basaba en expectativas de lo que deseaba lograr en el futuro. En cambio, con Maximiliano, su amor había nacido sin esperarlo, sin tener expectativas e incluso, rechazando toda posibilidad de romance entre ellos. Este era completamente un amor maduro, en el que no buscaba su propio bienestar, por el contrario, quería dedicarse a complacerlo y hacerle feliz, esperando ser todo para él, puesto que él, lo era todo para ella.

Al aclarar sus sentimientos, Luciana pudo por fin ordenar sus ideas, y ya sabía cuál era el camino que debía seguir, y eso era, formar una vida junto a su esposo.

Ambos se encontraban pensativos, mirando sus creaciones.

— El mío es más alto, he ganado. — dice Maximiliano.

— Ponerle una ramita en la cabeza para que sea vea más alto, no cuenta. El mío es más grande.

— No ofendas a mi muñeco, tiene un sombrero con pluma, así que es más alto.

Ambos guardan silencio cuando la cabeza del muñeco de Luciana, se desprende del cuerpo y cae.

— ¡NO! Dios, ¿por qué me castigas? — Exclamaba Luciana, sobreactuando una reacción, elevando los brazos al cielo y cayendo de rodillas sobre la nieve.

Maximiliano comienza a carcajear y la toma por los brazos para volver a levantarla.

— He ganado, saldremos a dar una caminata por el bosque después del almuerzo.

Ambos reían y regresaron al hotel.

Durante la tarde, dieron un paseo por los senderos nevados, hasta llegar al lago congelado, jugando al tratar de patinar sobre él, pero como ninguno sabía hacerlo, comienzan a resbalar y deciden desistir de sus intentos, para evitar caer.

Solo habían pasado algunos minutos, y comienzan su camino de retorno al hotel, puesto que comienza nevar y un viento helado soplaba.

Al llegar, tenían las manos y pies congelados, así que solicitan un baño con agua caliente, la que fue preparada rápidamente, mientras bebían un té en el salón.

En el cuarto de baño, los esposos compartieron la tina, frotando su piel con dulces esencias florales, relajándose en el agua caliente y dándose pequeños masajes.

Al regresar a su habitación que tenía la chimenea encendida, Maximiliano se desprende de su toalla y toma a su esposa por la cintura para abrazarla y besarla, retirándole la bata que le cubría, para sentir el calor de su piel sobre su desnudez, pasando sus manos sobre sus curvas.

Un Amor Tan EquivocadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt