Extra

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¡Este mes hace 2 añitos que empezamos a escribir esta historia, no puedo estar más feliz!

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Fiamma D'Altrui

Me apoyé en el marco de la puerta, observando a mi marido cocinar como no había hecho nunca. Siempre buscaba la excusa perfecta para escaquearse, yo sabía de sobra que era porque la cocina y él no se llevaban bien del todo, pero tampoco es que le echara ganas para aprender a hacerlo o algo por el estilo.

Nunca dije nada, al fin al cabo, me divertía cuando se inventaba algo para irse y dejármelo en mis manos, o cuando se quejaba y decía que éramos ricos para algo, que podíamos pedir la comida y nos quedábamos más tranquilos. Y ya ni hablar de la excusa de "No sabes cuánto te quiero, voy a invitarte a cenar esta noche".

—¡Joder, Fiamma! —exclamó, asustando, llevándose una mano al pecho nada más voltear.

Tuve que morderme los labios para evitar reírme, sería una mala esposa si lo hiciera. Mi pobre marido se estaba esforzando solo para complacerme a mí sin habérselo pedido.

Non dire parolacce —advertí, aunque probablemente yo maldecía mucho más que él.

Me acerqué, dejando que los tacones resonasen con cada paso que daba. Normalmente me los quitaba nada más llegar a casa, pero ese día todavía los llevaba puestos.

—Feliz aniversario, amore —susurré, envolviendo mis brazos tras su nuca para dirigir así mis labios a los suyos.

Aceptó gustoso, sonriendo cuando mi lengua trató de mezclarse con la suya. Sus manos buscaron la curva de mi cintura y me pegó a su cuerpo al tiempo que deslizaba mi labio inferior entre sus dientes.

—Pequeña Fiamma... —ronroneó, rozándome los labios con cada palabra que decía—. Doy asco en la cocina, créeme que lo he intentado pero te juro que no soy capaz... Déjame invitarte a cenar esta noche, por favor.

No me sorprendía para nada su petición, de hecho era lo más predecible del mundo mundial, podían pasar los años que quisieran pero aún así Joel seguiría siendo siempre el mismo chico.

—Teniendo en cuenta que estamos en Italia, deja que sea yo quien te invite a ti, conozco un restaurante que te va a encantar —susurré, dejando un último beso en sus labios antes de separarme. Llevé mis manos al bolsillo de mi pantalón e hice una mueca al comprobar que mi teléfono no estaba allí.

Si odiaba los trajes por un motivo era única y exclusivamente por eso, pues por todo lo demás eran el mejor atuendo que una persona podría llevar.

Me había dejado el teléfono en mi oficina otra vez. Llevábamos tres días en Italia porque necesitaba controlar un poco como iba mi empresa por aquí y ya de paso para celebrar nuestro aniversario en el mismo país que concebimos matrimonio.

Joel me sonrió com burla al ver que, efectivamente, estaba una vez más sin teléfono.

—Señorita D'Altrui, me parece a mi que anda usted con la cabeza por las nubes últimamente.

—A mi también me lo parece —reí en bajo—, pero eso significa que tenemos que pasarnos por allí para coger mi teléfono. Sería peligroso que cayera en las manos equivocadas.

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now