Capítulo 19

1.6K 155 13
                                    


Joel Pimentel

Está llorando.

Las lágrimas se precipitan por sus torturados ojos verdes y me siento miserable. El dolor surca sus facciones. Su mandíbula está tan apretada, que temo que pueda partirse en dos. Sus pequeños puños están apegados contra su cuerpo y tiembla, reprimiendo los sollozos que amenazan por salir de su garganta.

Si está intentando lucir fuerte, está fracasando.

La había decepcionado y me sentía un completo hijo de puta por eso... Si tan solo supiera que yo sabía que iba a perder y aún así seguí jugando...

"No hay  hombre más cobarde que aquel que enamora a una mujer para no amarla."

Las palabras de Erick se clavan en mi cuerpo como si fueran puñales, nunca llegué a pensar que esto dolería tanto.

Tiro todas las cosas que se encuentran encima de mi escritorio sin importarme que estas se rompieran al impactar con el suelo.

—Joder, Fiamma... — masajeo mi sien con dos de mis dedos.

Necesito olvidar, necesito que mi mente se resetee.

Cancelo todas las reuniones que tenía puestas para el día de hoy y salgo del edificio sin importarme nada, tomo el auto y manejo hasta el bar más cercano.

—Señor Pimentel, pensé que los magnates tan ocupados como usted no tenían tiempo para esto.— dice un hombre que estoy empezando a odiar cada día más, se encuentra en la barra y con una cerveza en la mano.

—Johann, cállate de una putísima vez.

—Oh, déjame adivinar... Fiamma sabe que jugaste con ella. — suelta una risa sarcástica que me congela la a sangre.

—Yo no he jugado con ella.— espeto—. Tú sabes mejor que nadie lo que estaba pasando.

—Yo fui el primero en advertirle. — se encogió de hombros—. No se merecía terminar así, ella es una buena chica con un futuro brillante y tú eres un pelele a su lado.

Eso ya lo sabía.

Él la advirtió del jodido trabajo sucio cuando era parte de eso, porque si, Johann Vera tenía su propio negocio a escondidas del mundo y era más que ilegal.

Fiamma brillaba por sí misma y no sería yo quien apagara su brillo, simplemente quería darla a conocer como la reluciente mujer que es.

—No estoy para tus estupideces. — gruñí mientras me apoyaba en la barra y pedía algo para tomar.

—El alcohol no soluciona los problemas, Pimentel.

—¿Entonces que haces aquí?

—Touché...

Eso de que el al alcohol te ayuda a olvidar es una jodida mentira, cuanto más bebía más me acordaba de ella.

¿Cómo le hago ahora para olvidarme de ti, señorita D'Altrui?

—No puedo con ella... — dije con la lengua adormecida.

—¿Es demasiado para ti?

—Es demasiado para cualquiera, es el caos en medio de la tranquilidad.

Volví a beber, el alcohol ya no quemaba en mi garganta y se sentía como agua fresca del día a día.

No sé en qué momento abandoné el bar y aún sabiendo que no estaba en estado para manejar, tomé el auto para dirigirme a casa de Fiamma.

Jodidamente ridículo.

Toqué a su puerta de una forma insistente hasta que se dignó en abrirme, vestía únicamente una camiseta larga que llegaría pocos centímetros por debajo de sus nalgas.

Y aún así, con su cabello despeinado, sin gota de maquillaje y con una vestimenta poco apropiada para una mujer como ella, le dije lo que pensaba.

—Estás hermosa.

—Ya... Y tú estás borracho.— replicó haciendo una mueca de desagrado.

—Pero mañana estaré bien, con resaca pero bien... Y tú seguirás estando hermosa como todos los días.

Una sonrisa se dibujó en sus labios pero de inmediato se borró, tragué saliva sin dejar de mirarla un solo segundo.

—No deberías de estar aquí.— su mirada viajó hasta detrás de mí cuerpo—. Y mucho menos deberías de manejar en este estado.

—¿Puedo quedarme contigo?

Pone los ojos en blanco pero sin embargo, me deja entrar.

—Solo porque no quiero que te mueras en un accidente de auto por haber estado bebiendo alcohol.

—Eres un ángel. — susurro, mis pasos son torpes mientras camino en dirección a las escaleras.

—¿A dónde vas?

—A la habitación. — murmuro como si fuera obvio.

—Oh no, de eso nada... Tú vas a dormir en el sofá.

Gruño, desconforme con sus palabras pero hago lo que me manda. El sofá no es para nada cómodo, la cama si lo es...

Al alzar la mirada la pillo observándome, ojalá pudiera saber que se pasa por su mente en estos momentos.

Seguro piensa que soy un idiota por todas las ridiculeces que estoy haciendo en estos momentos.

Mañana me arrepentiré de esto y me sentiré muy avergonzado pero por ahora se siente jodidamente bien.

—Estaré arriba, si necesitas cualquier cosa puedes avisarme. — dice, sus dedos se encuentran entrelazados delante de su cuerpo, parece inquieta.

Esta noche será tan larga para mí como para ella...

—Fiamma, espera...

Ella me mira enarcando una de sus cejas.

—Quiero ir al baño.— suelto lo primero que se me ocurre.

Aunque ahora que lo pienso... Si, tengo ganas de mear y lo voy a usar como excusa.

—No me tienes que pedir permiso, Joel... Ya sabes donde está el baño.

—No quiero caerme por las escaleras, ¿me ayudas? — hago un mohín con mis labios.

La veo soltar un suspiro y acercarse a mi, sus manos toman las mías para levantarme y ayudarme a caminar hasta las escaleras.

—Más te vale que esto no sea uno de tus juegos, Pimentel. — murmura por lo bajo, dejo de prestarle atención a las escaleras y me centro en ella.

Mala idea.

Tropiezo y, aunque Fiamma intente evitarlo, me caigo.

Gimo adolorido ante el impacto.

—Oh, mierda. — la escucho maldecir mientras me ayuda a levantarme, por segunda vez en la noche—. Te has hecho daño.

No es una pregunta, es una afirmación.

—Iré a por el botiquín para curarte...

—Fiamma, me estoy meando.— reclamo.

—Ugh, te llevo al baño primero...

Sonrío internamente, sé que me cuida por la única razón de que estoy borracho... Si fuera otra me hubiera mandado a la mierda nada más verme en su puerta, ella se está preocupando por mí...

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now