Capítulo 2

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Fiamma D'Altrui

Sonrío internamente al saber que todos han quedado impresionados nada más verme. Hacer negocios en Estados Unidos no tiene ni una pizca de similitud a hacer negocios en Italia.
Esto no hace que mis planes cambien, si vine aquí para hacer potencia mundial con Joel Pimentel, no me iré sin haberlo logrado antes.

Aprovecho el resto del día para visitar la empresa que tengo en esta zona, los empleados se sorprendieron bastante al verme allí y eso me llevó a la confusión porque yo había avisado que iría.

—Señorita.— llamo la atención de la secretaria, esta alza la mirada de la pantalla de la tablet que tiene en sus manos y me mira—. Creo que te olvidaste de avisar al resto de empleados que vendría.

—¡Oh, mierda! — exclama, levantándose y mirándome sorprendida—. Señorita D'Altrui, me olvidé completamente... No sabe cuanto lo siento.

—Por esta vez no pasa nada pero que sea la última. — alzo una ceja mirándola—. Si vuelve a pasar me veré en la obligación de tomar decisiones que no te gustarán.

—No volverá a pasar. —asegura, se nota que está avergonzada pero de alguna forma tiene que aprender. Ser débil con la gente que trabaja para ti no ayuda en nada—. ¿Quiere que la ayude en algo?

—No. — dije, mi mirada recorrió el lugar fijándome en varios de los empleados que tenían su total atención en la situación que estaba pasando—. Quiero que volváis a trabajar, estaré en mi oficina el resto del día.

—Cualquier cosa me avisa.

—Lo haré.

El único sonido que se escucha es el eco de mis tacones al golpear el piso con firmeza, me siento bien empoderada en ese mismo momento.

Antes de entrar en mi oficina me desvío para poder ir a la oficina de Johann, el que es mi sustituto cuando yo no estoy. Doy un par de golpes pero nadie dice nada al otro lado así que me dispongo a abrir. La imagen de Johann y una de las chicas que trabaja en la empresa desnudos, jadeando y sobre el escritorio, es lo primero que veo al entrar.

—¡Joder, dije mil veces que no entren si no doy la orden!— grita.

—Yo no necesito que me des órdenes de nada.— digo, mirándolos con seriedad—. Si mal no recuerdo la jefa aquí soy yo.

—Mierda, mierda, mierda... — dice, empiezan a vestirse apresurados y me miran totalmente avergonzados.

—Creo que ya sabéis donde está la salida.

—No, Fiamma, no digas eso... Esto hay que hablarlo.

—¿Hablar de como tenían sexo cuando deberían de estar trabajando?

—No, no es así...

—No tenemos nada de que hablar, os quiero ahora mismo fuera de mi empresa. — señalo la puerta.

—Es casi imposible que encuentres a alguien como yo para llevar tu empresa cuando no estés aquí.

—Me las apañaré, ahora largo... Los dos.

Sin decir nada, ambos salieron de allí dando un portazo y dejándome sola en la oficina.

Al poco tiempo se escucharon pasos apresurados por el pasillo y un par de golpes en la puerta.

—Adelante.

La secretaria entró, me miró ladeando la cabeza y aclaró su garganta antes de hablar.

—Iré preparando entrevistas para los puestos de trabajo.— dice.

—No es necesario, me voy a quedar aquí durante una temporada así que no necesitamos a nadie.

—¿Te vas a establecer aquí?

—No. — dije firme—. No voy a hacerlo, estoy conforme con todo en Italia, solo digo que me quedaré un tiempo mientras no termino de hacer negocios con el señor Pimentel.

—Perfecto, señorita...

Ambas salimos de la oficina, ella bajó para continuar con su trabajo y yo fui a mi oficina para poder organizarme. Me pasé todo el día allí encerrada, la mayor parte del tiempo leyendo y revisando cosas que tenía pendientes de hacer.

Eran pasadas las diez de la noche cuando decidí abandonar el establecimiento, me encontré a mi secretaria en el camino quien me deseó una feliz noche, yo por cortesía le respondí un "igualmente".

Al día siguiente no cambió mucho mi día, fue llegar a la empresa y ser saldada por todo el personal, haciéndome sentir querida por todos. Mi secretaria interrumpió mi lectura del contrato del magnate Colón cuando ingresó en en mi oficina.

—Señorita D'Altrui,  el señor Pimentel está abajo insistiendo que necesita hablar contigo.

—¿Qué?

Sin pensarlo dejo todo lo que estoy haciendo y ambas bajamos, tal y como dijo; Joel se encuentra de pie en la entrada de la empresa, lleva una camisa negra con varios botones desabotonados y un pantalón del mismo color que se ajusta perfectamente a sus piernas.

—Fiamma, un gusto verte.

—Lo mismo digo, Joel.

—¿Podemos hablar en privado? — pregunta, al darse cuenta que todas las miradas de mis empleados están fijas en nosotros —. Déjame invitarte a tomar un café.

—¿Un café? — cuestiono, mirándolo confusa.

—¿A las italianas no les gusta el café? — murmura burlón, mete las manos dentro de los bolsillos y camina hacia la puerta —. Vamos.

—Iré si quiero, no porque me lo digas.

Camino a su par, cuando él abre la puerta de copiloto de su auto yo lo miro desafiante.

—¿No vas a entrar?

—No, yo te sigo con el mío. — señaló con la mirada mi lujoso auto color blanco, combinaba a la perfección con mi atuendo del día —. No me sueltes algún comentario machista porque te cancelo ya mismo.

—No iba a decir nada. — dice alzando sus manos—. Me gusta verte tan firme, espero que sigas así después de todo lo que tengo que decirte.

Y sin más, rodea su auto y se sube. Yo imito su acción con el mío y nos ponemos rumbo a sabe Dios donde, yo solamente me limitaba a seguirlo.

Al llegar tomamos asiento en una de las mesas cercanas a la salida, mi lugar favorito, así tengo la salida más cerca por si se me antoja dejarlo aquí plantado.

—Antes de nada quiero que mantengas la calma.

—¿Qué tan grave es lo que tienes que decirme?

—Afecta a tu empresa. — dijo simplemente y fue suficiente para ponerme alerta.

✨✨✨

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now