Capítulo 10

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Fiamma D'Altrui

¿En qué momento de mi vida dije que venir a los Estados Unidos para negociar con este hombre era una buena idea?

Mi mente ahora mismo es un lío, no sé qué creer ni a quién.

Por una parte estaba el Magnate Pimentel, el cual estaba a escasos centímetros de mi boca y con la respiración chocando en mi rostro. Quien todo apuntaba a que era el malo e incluso quien asumió tener un 20% de sus negocios ilegalizados.

Tal vez hay perdido la cabeza pero juraría ver sinceridad en sus palabras cuando prometió no ser el malo, incluso sus oscuros ojos parecieron brillar con un atisbo de realidad.

Pero por otra parte esta Johann, el hombre al que despedí nada más llegar por mantener relaciones sexuales en horario de trabajo en vez de hacer lo que debía. Él mismo había empezado una investigación del Magnate sin que nadie se enterase. Había jugado bien sus cartas pero todavía había cosas que no cuadraban en esta historia.

Me aparto en un gesto brusco haciendo que Joel frunza el ceño de la confusión.

—Gracias por tomarte tu tiempo en venir hasta aquí y todo eso... — comienzo diciendo —. Pero hasta aquí hemos llegado.

—¿Qué quieres decir con eso, Fiamma? — cuestiona ladeando la cabeza.

—No quiero que me vuelvas besar.

—¿Me vas a decir que no te gustó el beso? — sonríe burlón.

—Independientemente de si me gustó o no, esto no es correcto. — refuté cruzándome de brazos.

—Nunca hicimos caso a lo correcto, ¿se lo haremos ahora?

—Basta, Joel. — digo negando con la cabeza—. Ya nos veremos algún día si coincidimos, sigue con tu vida porque yo seguiré con la mía.

—Le quitas diversión a la historia.

Me encojo de hombros antes de dar la vuelta y caminar lejos de él, siento su mirada en mi todo el tiempo, muchas se pondrían incómodas pero yo solo tomé más seguridad en mí misma.

Al llegar a casa decido no darle muchas vueltas al tema o terminará siendo un molesto dolor de cabeza. Me deshago de la ropa que llevé puesta durante todo el día y me dejé caer en la cama sin tomarme la molestia de desmaquillarme.

Poco tiempo me hizo falta para caer en un profundo sueño. Para mí mala suerte hasta aparecía en mis pesadillas... Desperté a la mañana siguiente empapada en sudor y con las sábanas pegadas al cuero.

—Lo que me faltaba... — refunfuñé echando las sábanas para atrás y levantándome para ir al baño a darme una ducha. No me molesté en temperar el agua, necesitaba que estuviera fría para poder espabilarme.

No tardé más de quince minutos en estar lista, me vestí con un traje color rosa y le di a mi cabello unos aires de secador. El maquillaje era bastante sencillo, labios pintados de un rosa intenso y las sombras de ojos con un rosa más pálido.

—Creo que nunca había ido tan rosa. — murmuro al verme al espejo, até mi cabello semiseco en una coleta baja y sonreí satisfecha con el resultado.

No me desagradaba, estaba bastante guay para ser yo.

Tomé mi celular para revisar las notificaciones que aparecían en pantalla, solo le presté atención a la de mi asistente diciendo que llegaría a la empresa cerca de las doce y media del mediodía.

Salí en dirección a la empresa, en donde todos me recibieron con una sonrisa en el rostro y dándome los buenos días.

¿Y a estes que les ha pasado para estar tan amables hoy?

Subí las escaleras con calma hasta llegar al piso donde se encontraba mi oficina, abrí las puertas de esta y me congelé al ver al individuo tras mi escritorio, sonriendo como si todo esto fuera suyo.

—¿Qué haces aquí? — escupí en su dirección —. ¿Cómo te han dejado pasar?

—Solo tuve que decirles que nosotros estábamos saliendo y que quería darle una sorpresa a mi chica cuando llegara. — se encogió de hombros—. Tienes unos empleados muy ingenuos.

—Pimentel, lárgate ahora mismo de mi oficina, no voy a repetirlo.

—¿Recuerdas cuando hablamos que nuestra fantasía sexual sería hacerlo en el escritorio de la oficina? — cuestiona, ignorándome por completo—. Ahora podemos hacer esa fantasía realidad.

—Solo bromeabamos. — siseo entre dientes antes de caminar a pasos firmes hasta él, apoyo mis manos en el escritorio y lo miro a los ojos—. Che ci fai qui?

—Solo pasaba a verte. — dice antes de sonreír ampliamente —. Te ves exquisita, señorita D'Altrui

—Cuéntame algo que no sepa.

—Si insistes... — señala con su dedo índice la pantalla del ordenador —. Estuve revisando lo que tienes por aquí.

—No eres nadie para hacer eso... ¡Es invadir mi privacidad!

—No hablemos de invadir privacidad que tú me ganas en eso, hay más archivos sobre mí que sobre la empresa.

—Querido, somos competencia... No debes de mirar las cosas de mi empresa.

Amore mio. — dice en un intento de poner acento italiano—. Podemos ser socios pero eres tú quien se resiste.

—Si todo en tu empresa fuera legal...

—No empieces otra vez, por favor.

Pongo los ojos en blanco antes de señalar la puerta con mi dedo índice, Joel sonríe con cinismo para después levantarse y acercarse a mi.

—Fiamma, si quieres jugar tendrías que haberme avisado... — hace un fingido mohín con sus labios—. Yo también sé jugar a este juego y créeme que soy muy bueno jugando, nunca pierdo.

Sus dedos toman mi mentón con delicadeza para después acercar su rostro y dejar un beso casto en mis labios. Honesto, puro y sin ningún tipo de picardía. Se separó dejándome aún con los labios picando y deseosos de más.

—Nos vemos, la mia vita. — susurra guiñándome un ojo y saliendo por la puerta.

Dejo escapar una bocanada de aire que no sabía que guardaba en mis pulmones y me dejé caer en la silla que estaba detrás del escritorio.

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now