Capítulo 23

1.8K 163 11
                                    

Joel Pimentel

¿Fiamma me ha perdonado o simplemente se ha dejado llevar por el momento?

Mi mente es incapaz de centrarse en la reunión, solo puedo pensar en ella.

Por Dios, ¿desde cuando soy así?

Ah, cierto... Desde el momento que la italiana cruzó las puertas de mi empresa.

—Señor Pimentel, ¿está de acuerdo?

Sacudo la cabeza y miro al Magnate de Jesús en busca de apoyo, no puedo estar de acuerdo con algo que no he escuchado. Lo veo asentir brevemente así que me limito a hacer lo mismo.

—Entonces no hay ningún inconveniente para comenzar este viernes. — murmura anotando algo en los folletos que lleva en sus manos—. Gracias por su atención, señores... Si nadie tiene nada que aportar podemos finalizar la reunión.

Todos en la mesa niegan con la cabeza, la reunión concluye y las personas empiezan a salir una por una.

Veo a Zabdiel sentarse en la silla que queda justo enfrente de mí, apoya los codos en la mesa y junta sus manos, para después apoyar su mentón en estas.

—¿En dónde tienes la cabeza, Pimentel? — pregunta con seriedad.

—Creo que la dejé en casa de Fiamma. — respondo sin haberlo pensado antes, entonces me doy cuenta de mi error.

Los labios del Magnate se curvaron en una pícara sonrisa nada más escucharme.

Bravo, Joel.

—¿En casa de Fiamma? — preguntó divertido —. Vosotros vais muy rápido, ¿no?

—No es lo que parece.

—Y ahí ha salido la mentira más usada del hombre.

—Jódete. — espeto—. Quiero decir...

—¿Quieres decir?

Se está burlando de mí, claro que lo está haciendo...

Ya me reiré yo de ti cuando te enamores, Zabdiel.

—Me he enamorado de Fiamma. — murmuro—. La amo...

—Cuéntame algo que no sepa.

Y ahí voy...

—Richard me presionó para que Fiamma firmara si o si con nosotros... De una se le ocurrió decir que enamorarla sería un triunfo asegurado porque la tendría a mis pies y no sé podría negar. — comencé diciendo—. Nunca acepté... Pero Erick pensó desde el principio que sí...

Hice una pausa para tomar una respiración, Zabdiel estaba más que atento a lo que le estaba contando así que me animé a seguir.

—Erick se lo contó a Fiamma y ahora ella piensa que solo la usé para mis negocios...

—Pero lo hiciste...

—¡Jodida mierda! Claro que no lo hice, Fiamma es una joven muy caliente y me sentí atraído por ella desde que la vi por primera vez... Todo lo que pasó entre nosotros fue de verdad, el tonteo, los besos, el roce de nuestros cuerpos...

—Detente, no quiero saber de vuestras cochinadas...

Sacudo la cabeza. La verdad es que yo tampoco tengo interés en que Zabdiel sepa de mi vida sexual.

—Ayer me ahogué en alcohol y fui a casa de Fiamma, ella tuvo compasión de mí y me dejó quedarme... Esta mañana hubo gritos, pelea, discusión...

—Ya entiendo, estabas distraído porque no dejabas de pensar en lo que Fiamma te gritó por la mañana... Tiene razón, tú debiste de explicarle todo desde el principio.

¿Qué?

Por supuesto que no estaba pensando en sus gritos... Al menos no en esos gritos, más bien pensaba en sus gemidos...

—Eh... No. — digo antes de reír nervioso—. Estaba distraído porque no podía dejar de imaginarla desnuda, entre la pared y mi cuerpo, con una fina capa de sudor en su rostros y con los labios entreabierta dejando escapar gemidos con mi nombre.

Vale, creo que he sido demasiado explícito a la hora de explicárselo.

No quiero que él ahora se la imagina tal y como la describí.

No, no, no...

—No estaba seguro de querer saber eso... — ríe negando con la cabeza.

—Lo siento, no pienses en ello...

—¿No te preocupa el hecho de que ella sigue decepcionada contigo?

—Por supuesto que si... He quedado de cenar con ella para tener un rato agradable.

—¿Rato agradable significa hacer el amor lento y apasionado toda la noche?

—Quiero llevarla a mi casa, las veces que estuvimos juntos lo hicimos en la suya... — rasco mi nuca mientras sonrío de lado.

—Yo me ocupo de eso, tú ve a cambiarte de ropa para estar listo.

¿A qué se refiere con qué él se ocupa?

—¿Estás esperando una invitación o qué?— insiste.

—Estoy esperando a que te vayas de mi empresa para poder irme yo también.

Una carcajada se escapa de sus labios y yo no puedo evitar reír de igual forma, ambos nos levantamos y salimos juntos de la sala de reuniones. Nos despedimos para que yo pueda ir a arreglarme.

Tan solo pasan un par de horas para que salga de casa, totalmente arreglado y con la ilusión de un niño pequeño. Tardo poco tiempo en llegar a casa de Fiamma y estacionar el auto.

Camino hasta la entrada y toco un par de veces la puerta, cuando ella me abre se nota que está sorprendida.

—¿Qué haces aquí?

—Te dije que pasaría a recogerte...

—Perdón, creí que no iba en serio... ¿Puedes darme un momento?

Asiento sin saber muy bien que decir, admito que me dolió el simple hecho de no creerme... Ella no se esperaba nada de mi, tal vez no me había perdonado todavía...

Suelto un suspiro, me siento decepcionado conmigo mismo.

¿Por qué todo se hace más difícil cuando verdaderamente te importa?

Es relativo...

Fiamma siempre ha sido difícil.

Pero creo que a mi siempre me ha importado...

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now