Capítulo 12

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Fiamma D'Altrui

Mi mente es un caos y cuanto más tiempo paso en Estados Unidos parece que es peor. No estoy haciendo nada productivo, porque besar a un Magnate no cuenta como algo con importancia para los negocios.

Para mi buena suerte, mi asistente personal ya había llegado y se estaba poniendo al tanto de todo.

—En mi opinión, señorita... — comenzó diciendo mientras ojeaba la tablet que tenía en sus manos—. Ha venido con una cosa en mente, no debería de echarse atrás ahora.

—No nos conviene hacer negocios con él. — repito por tercera vez en el día.

—A nivel personal tal vez no pero a nivel empresarial es lo mejor que puede hacer.

—¿Qué implicaría?

—Sólo un par de reuniones con los magnates. La parte del papeleo me ocuparía yo, tú solo deberías de firmar en el acuerdo.

—¿Solo un par?

—He dicho un par por no decir siete u ocho, depende de todos y cada uno de los que entren en el asociamiento.

—Está bien, gracias. — dije dando un ligero asentimiento de cabeza—. Puedes retirarte.

—Con su permiso, señorita. — sonrió en mi dirección antes de caminar hasta la puerta y salir de la oficina.

Estados Unidos e Italia.

Italia y Estados Unidos.

Jodida mierda, esto puede acabar de muchas maneras pero ninguna de ellas tiene final feliz.

Le había pedido al Magnate que se deshiciera de la parte ilegal de sus empresas, pero por la mirada que puso sé que no me haría caso ni en mil años. Por una parte lo entiendo, es un 20% que no está dispuesto a dejar ir. Si fuera mi caso habría hecho lo mismo, renunciar a ello no sería ningún beneficio para la empresa, si juegas mal tus cartas podría llevarte a una gran pérdida de ingresos.

Bravo, Fiamma.

He puesto a Joel en una situación comprometedora. Si decidía ser mi socio tendría que deshacerse de muchos tratos con otras personas.

¿Valdría la pena?

No, definitivamente no.

Me levanto apresurada, tomo los informes que están encima de la mesa y salgo de la oficina con pasos firmes. Ya en el piso inferior todos los trabajadores me dan miraditas cortas y rápidas, mi secretaria deja de inmediato lo que está haciendo para prestarme atención.

—¿En que puedo ayudarle, señora?

—Encárgate de esto, por favor. — le digo a la vez que dejo los papeles en su escritorio.

—No preocupe, lo haré.

—No volveré hasta mañana, mi asistente personal queda al mando... Cualquier cosa que él diga es como si yo la dijera, ¿vale?

—Si, señora.

Salgo del establecimiento y voy a mi auto, mis manos se relajan en el volante mientras dejo escapar un suspiro. No podía permitirme el lujo de perder el tiempo por ahí, podría seguir el trabajo desde casa.

En menos de veinte minutos llego a casa, estaciono el auto y miro confusa uno que ya estaba allí estacionado.

¿Dónde había visto ese auto antes?

Maldigo internamente al ver a Joel Pimentel salir de el, la puerta de copiloto también se abre y de allí sale... ¿Johann?

¿Qué mierda está pasando aquí?

Salgo también de mi auto y los miro a ambos, ellos posan su mirada en mí antes de acercarse a donde me encontraba.

—Fiamma, venía a dejarte algo... Pero ya que estás aquí puedo dártelo en persona. — murmuró Joel extendiéndome una carpeta de color gris, la tomé en mis manos evitando el roce de sus dedos y lo miré con desconfianza.

—¿Y tú que pintas aquí? — espeté en dirección a Johann—. Se supone que no os llevabais bien.

—¿En serio eres tan ingenua, jefecita?

—Johann, cállate. — escupió Joel dándole una mala mirada.

¿Es cosa mía o estos ocultan algo?

No he pasado por desapercibida esa mirada que llevan ambos.

—No, Johann, habla. —entrecerré los ojos—. ¿Me vas a explicar lo qué está pasando aquí?

—Lo único que está pasando es que tú eres una jodida ingenua.

—No la vuelvas a llamar ingenua, es la segunda vez en el día que lo escucho.— su entrecejo se frunció—. Más te vale que no haya una tercera o te arrepentirás.

—Mira como tiemblo. — murmuró burlón.

—¡Basta! — exclamé llamando la atención de ambos.

Estos dirigieron su mirada hacia mi mientras relajaban sus facciones. Joel señaló con la mirada la carpeta así que lo tomé como una señal para que la abriera.

—¿Qué es esto? — cuestioné al ver que eran papeles de su empresa.

—Por favor, lee atentamente...

Suelto un suspiro, estoy más confusa que nunca... No entiendo de qué trata todo lo que tengo en manos.

¿Solicitudes negadas?

¿Incumplimiento del trato?

¿Asociamiento rechazado?

—No me lo puedo creer. — digo impresionada —. Te has deshecho del 20% de tus empresas...

—Eres importante para mí, Fiamma...

—Mi asociamiento es importante para tu empresa. — corregí rápidamente.

—Uhh, eso debió de doler. — murmuró Johann haciendo que ambos le dedicaramos una mirada.

—Lárgate. — gruñó mientras dejaba las llaves de su auto en su mano—. Nosotros todavía tenemos mucho de que hablar.

Este sonríe ampliamente al poder irse en el lujoso auto del Magnate, no duda ni un segundo y desaparece de nuestras vistas demasiado rápido.

—¿No me invitarás a tu casa?

—Claro... Ven.

Abro las puertas para dejarlo entrar, este mira a su alrededor con una sonrisa en los labios mientras yo cierto las puertas detrás de mi cuerpo.

Cómo si estuviera en su casa comienza a andar en dirección a la cocina... Y a mi no me queda más remedio que seguirlo.

—He perdido bastante con esto, sé que eres consciente de ello. — dijo cuando tomó los papeles que tenía en manos y los dejó sobre la mesada—. No quiero perder ahora la oportunidad de asociarme contigo.

Las palabras con incapaces de salir de mi boca, llevo mis manos a su rostro y pego mis labios a los suyos. No sé en qué mierda estoy pensando pero ansiaba esto más que nada.

Sus manos bajan hasta mi cintura y me pega más a su cuerpo. Su cálida lengua resbala por mi labio inferior antes de adentrarse en mi boca y explorarla, no puedo evitar jadear.

Estoy tan envuelta en sus besos que no me doy cuenta de lo que está  sucediendo hasta que mi chaqueta golpea el suelo y sus manos tocan la piel de mi vientre, llevaba un sostén blanco de encaje que él pareció apreciar por escasos segundos antes de que sus manos acariciaran la tela.



Magnate Pimentel Where stories live. Discover now