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Me posicioné mirando fijamente el aro. Llevaba pensando hacer ese tiro desde que pisé la cancha y no me iría sin conseguirlo. Podría anochecer y seguiría ahí, no me iba sin ese triple a mi casa.

-Go ahead!

Lancé con un pequeño salto. Lo vi a cámara lenta, como subió y entró de forma limpia en el aro. Mi sonrisa se ensanchó según mis compañeros de clase se acercaban a felicitarme. Me subieron y comenzaron a lanzarme al aire.

No olvidaría mi última noche allí.

Era habitual estudiar en el extranjero aunque fuera un par de días. Yo lo tuve claro, en cuanto mi ocupado padre me lo sugirió firmé todo para echar mi perfil. Sólo sería un año, uno inolvidable.

Conocí muchísima gente, algo sorprendente viniendo de mí. Socializar no era parte de mi vocabulario, pero al parecer la de mis compañeros sí. Nada más me vieron entrar por la puerta preguntaron mi nombre y se pelearon para que me sentara junto a ellos. Mis primeros amigos me invitaron a toda clase de actividades que nunca había hecho, fue fascinante. Tiempo después la clase se volvió una piña al completo, los veinticuatro quedábamos para ir al parque de atracciones o al cine, aunque fue complicado esta última. Fue el mejor año de mi vida, me produjo varios cambios, a mi parecer, para bien. Loren me tiñó el cabello, sólo la parte de la nuca a un azul eléctrico precioso que contrastaba con mi azabache cabellera. También me ayudaron a expresarme más, algo que evitaba cuando llegué.

-Take care!!

Me despedí de todos antes de subir al avión. Sobre todo de Damon, un rubio que consiguió conquistarme en tan poco tiempo. Lastimosamente cortamos un mes antes de que me fuera, no por la distancia, sino porque nos peleábamos con frecuencia debido a mi cercanía con otros. Con él también hice de todo, lo extrañaría.

-Vuelta a casa...

Hacía fresco. Me puse la sudadera negra con unos dibujos en la espalda de unos gatos Yakuzas y seguí en busca de mi maleta. Aquella sudadera era de Damon, tenía recuerdos bonitos con ella además de que era calentita. Me puse la capucha y esperé a la salida de maletas mientras miraba Instagram. Mis amigos habían subido muchísimas fotos conmigo escribiendo que me extrañarían; si pudiera me hubiera quedado allí. Aquí también tenía amigos, una vida, pero ellos me habían enseñado otra forma de ver las cosas y realmente era yo misma ahora; todo gracias a ellos.
Hice una foto a las maletas y etiqueté a todos los de mi clase escribiendo que los extrañaría y seguiríamos en contacto, después etiqueté a un par de mi país diciendo que ya estaba de vuelta.

-Señorita, se le ha caído.

Un hombre en sus cincuenta me señaló la caja de los auriculares. Agradecí que me los devolviera y fui directa a agarrar mi maleta. Lo primero que hice al conseguirla fue una llamada. Hasta el cuarto tono lo la atendió, algo muy típico de mi padre, se hacía de rogar.

Mi padre solía estar trabajando día y noche, era parte de la CIA, no lo veía con frecuencia. Desde la muerte de mi madre en un accidente de auto comencé a quedarme sola en casa. A los ocho años ya era prácticamente independiente. Igualmente mi padre no era para nada distante, me llamaba continuamente esperando a que le contara mi día con ilusión y yo encantada de sus anécdotas. Éramos cercanos a pesar de estar tan lejos del otro. A veces esas cosas ocurrían: necesitas que se alejen para apreciarlos más. Pero como a cualquiera en mi situación...me hubiera gustado tenerlo más presente en mi vida.

-Sí, fue un viaje agradable-respondí a su pregunta.

Busqué con la mirada el coche negro que decía haber mandado a recogerme. Podría ser cualquiera, ¿No podría haber enviado uno rosa? Esos se encuentran rápido a primera vista.

Giants - JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora