Especial 6- Arian y Adler

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Me encontraba en la mesa del salón editando las fotos para la revista ELLE cuando escuché a mis hijos pelear en el piso superior. Era algo habitual, su personalidad tan opuesta les obligaba a chocar constantemente. Y mi paciencia inexistente había mejorado a pasos agigantados desde que fui padre, incluso en la etapa de embarazo. Avery no estaba, su rodaje duraba tres meses y desgraciadamente llevaba dos sin ella por allí. Era habitual que alguno de los dos tuviera negocios fuera, pero siempre uno de los dos estaba en casa con los niños.

—¡Papá!

Y ahí volvían de nuevo. Bebí zumo de mi taza y miré hacia las escaleras viendo dos oscuras cabelleras acercarse. Adler venía con un libro en su mano, algo habitual en él, con el ceño fruncido mientras, tras él, venía riendo su hermana mayor. Se llevaban dos años, mientras Arian tenía sus bonitos trece, Adler acababa de cumplir once hacía una semana. Venía con su libro nuevo quejándose de que su hermana lo estaba molestando mientras leía.

—¡Es que me aburro, papá! ¿Para qué quiero un hermano si no pasa tiempo conmigo?

Guardé el trabajo pensando alguna solución para que dejaran de pelear durante una tarde.

—Tenéis que buscar algo que os guste a los dos—comenté apagando el ordenador—Sé que te gusta leer, Adler, pero deberías pasar tiempo con tu hermana.

Arian sonrió triunfante a su hermano. Era igualita a Avery, los dos lo eran. Adler hizo una mueca fascinante cuando su hermana despeinó su negra cabellera.

—Veamos.

Me acomodé en la silla para pensar. Desde que Adler llegó al mundo tuvimos que hacer unas reformas, entre ellas pasar la habitación usada como despacho a una mesa apartada en el salón; así le proporcionamos una habitación a nuestro hijo.

—A Arian no le gusta leer—mi hija negó metiendo las manos en su bolsillo—A Adler no le gustan los juegos de pelota—asintió dejando el libro sobre mi mesa—Ambos os dormís viendo cualquier película...

—Ya hemos probado a jugar a las cartas—comentó mi hijo con una sonrisita—pero en cuanto pierde doa seguidas se enfada.

—¡Es que haces trampas!

—No es verdad.

Y ahí estaban otra vez gritándose.

—¿Por qué no te vas con Max y me dejas leer?

El vecino, hacía una semana que no veía a ese rubio. Creo recordar que tenía catorce años. Cada vez que podía venía a jugar con mis hijos, era un buen chico. Iban a la misma escuela.

—Está estudiando—susurró sonrojada.

Yo expresaba muy mal mis sentimientos, pero leía los de mis hijos muy bien. A Arian le gustaba Max, al menos desde las vacaciones en las que nos fuimos todos juntos a la playa hacía tres meses. Debía tantear a Max, al menos para que no le hiciera daño a mi bebé.

—A Max le gusta tocar la batería—comentó Adler ilusionado—¿Y si hacemos una banda?

Arian se negó rotundamente, pero veía la ilusión de mi hijo mientras simulaba tocar una guitarra. Ya sabía qué regalarle en Navidad.

—¿A tí qué te gusta hacer papá?

—Maquetas, fotos y tocar el piano.

—Mamá nos prohibió hacer maquetas hasta los quince—susurró mi pequeña Ari; su madre temís que se hicieran daño con las herramientas.

Se me ocurrió algo, algo que Avery me echaría en cara en cuanto volviéramos. Me levanté de la silla pidiendo a mis hijos que fueran a cambiarse, que íbamos a hacer unas compras. Los metí en el coche familiar, porque tras aumentar la familia no podía permitirme tener un Tesla de dos asientos, por eso me compré otro coche más. Avery se había llevado el Tesla a trabajar y me había dejado el KIA.

Giants - JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora