𝑶𝒄𝒉𝒐

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En el trayecto a casa no pude articular palabra ya que me lo pasé llorando sin parar acurrucada en el asiento; podía sentir la mirada de Steve encima de mi, su mirada seguro que es de preocupación mezclada con ira y rabia, pero él ya me lo había advertido muchas veces y yo no le hice caso. Podía haber evitado todo esto si hubiera dejado a Billy la primera vez que lo hice y me arrepiento de haber reculado, yo misma me he buscado que me pase todo esto.

Siento como los brazos de mi hermano me levantan del asiento y vuelvo a repetir la misma acción, acurrucarme en su pecho. Con su pie derecho cierra la puerta y camina hacia la puerta de casa conmigo en brazos, ni siquiera sé cómo se las ha ingeniado para sacar la llave de su bolsillo y abrir la puerta con prácticamente una mano.

—Alice, tenemos que hablar sobre esto y sé que ahora no es el momento, no te voy a decir que te lo avise porque no es lo más adecuado, pero que sepas que no me arrepiento de haberlo dejado casi muerto, es lo mínimo que se merece por lo que estaba a punto de hacerte. Te juro que cuando te vi ahí con el encima...se me vino todo el mundo abajo—murmura pasando una mano por su cara.

—Lo siento, Steve...sé que me lo advertiste muchas veces y yo no te hice caso. Todos me lo advertisteis y no quise ver la realidad, yo...pensaba que me quería de verdad...pero cuando comenzó a tocarme yo...no pude hacer nada...—no puedo seguir hablando ya que nuevamente vuelvo a romper en llanto.

Sin decir nada más el me envuelve entre sus brazos acunandome como un bebé, si ellos no hubieran aparecido la cosa hubiera sido muchísimo peor, son como mis dos ángeles de la guarda; en serio, agradezco tanto que los dos hayan aparecido.

Después de curarle las heridas a mi hermano y ponerle algo de hielo en los golpes, decido ir a darme un baño ya que aún traigo puesta la chaqueta de Max. Una vez en el baño, me desprendo de la poca ropa y me veo un pequeño instante en el espejo, mi cuello estaba lleno de marcas y algo enrojecido al igual que mis  brazos, mis caderas y mis piernas; inconscientemente las lágrimas vuelven a salir.

Me meto con cuidado en la ducha y durante unos minutos me quedo sentada en posición fetal mientras las lágrimas caen a la par que el agua de la ducha; me sentía sucia y me sentía como una puta. Quizás Billy tenga razón y me merecía que me hiciera lo que el quisiera, pero lo que tengo claro es que ahora he terminado de tocar fondo, si antes no veía ninguna esperanza, ahora menos aún.

Media hora después ya estaba lista, tomo el chandal que había escogido y después de vestirme salgo del baño encontrándome con Steve.

—¿Estas bien? Tardaste mucho y me empecé a preocupar—habla rápidamente mirándome varias veces verificando que estoy bien

—Si Steve, estoy bien, solo quería relajarme un poco—asiento levemente con una suave sonrisa—¿Puedes dormir conmigo? No quiero estar sola...

—Claro que si pequeña, pero antes de eso mientras te bañabas he hecho algo de pasta, tienes que comer—pasa un brazo por mis hombros dejando un largo beso en mi cabeza provocando que cierre mis ojos.

Sin duda el es mi lugar seguro por siempre.

Bajamos a la cocina para comer y debo de decir que a pesar de no tener nada de hambre, al probar el primer bocado mi estómago se abre por completo; Steve es un poco torpe para cocinar pero cuando se trata de pasta juro que es el mejor. Mientras que comemos a penas hablamos y yo no puedo dejar de repetir en mi mente las escenas de hace unas horas, no puedo sacarlas de mi mente, sol como un bucle que se repite constantemente.

—Estaba muy bueno, Steve, pero no puedo más, siento que voy a vomitar—hago una pequeña mueca apartando el plato, a penas queda la mitad.

—Bueno, al menos has comido algo, con eso me basta—hace una pequeña mueca tratando de sonreir—¿Me ayudas a recoger?

Yo asiento levantándome de mi lugar para ayudarle a quitar y fregar los trastes sucios; unos diez minutos después la cocina está totalmente recogida y subimos hacia su habitación. Recuerdo que cuando era pequeña siempre iba corriendo en mitad de la noche a la cama de mi hermano porque tenía pesadillas, el me abrazaba acunandome en sus brazos y podía dormir tranquilamente.

El se mete entre las mantas abriendo sus brazos para que me acerque, río levemente y me echo en la cama sintiendo sus brazos rodearme; Steve apoya su mentón sobre mi cabeza comenzando a acariciar mi cabello suavemente consiguiendo que mi cuerpo se relaje un poco.

—¿Soy mala persona para que me pasen estas cosas?—pregunto en voz baja rompiendo el silencio sin moverme de mi posición.

Steve se separa de mi frunciendo el ceño tomando mi rostro entre sus manos con cuidado.

—No eres mala persona, solo has tenido la mala suerte de estar en una relación con un hijo de puta. Si te soy sincero no pensaba que Billy sobrepasaría ciertos límites pero tampoco me sorprende, ya sabes que estuvo acusado de haber matado a alguien en su anterior escuela—suspira negando levemente acariciando mis mejillas con sus pulgares—Yo te ayudaré a superar todo el daño que te ha hecho, si es necesario comenzarás terapia con un psicólogo ¿si? —sonrie de lado dejando un pequeño beso en mi frente—Ahora vamos a dormir, necesitas descansar.

—Gracias por cuidarme Steve—murmuro acomodándome en sus brazos soltando un suspiro.

Sus caricias en mi cabello vuelven a hacerse presentes después de apagar la luz de la mesita de noche, siento como mis ojos van pesando poco a poco hasta que finalmente caigo en un profundo sueño.

(...)

A la mañana siguiente mi cuerpo no tenía fuerzas para levantarse de la cama y a pesar de las insistencias de Steve sobre no ir a clase hoy, tenía que hacerlo; él trabajaba durante todo el día y no me apetecía quedarme sola en casa por miedo a que Billy pudiese aparecer aunque creo que eso no es una opción, espero que le haya quedado claro que no debe de volver a acercarse a mi.

Durante el camino a la escuela voy totalmente callada mirando el paisaje por la ventanilla hasta que Steve detiene el coche en la puerta del instituto.

—Si necesitas cualquier cosa o te sientes incómoda, llámame, estaré al tanto del teléfono de la tienda ¿vale?—habla con tono preocupado girando su vista hacia mi—¿De verdad que quieres asistir? Puedo faltar al trabajo y pedirle a Robin que me cubra para quedarme contigo.

—No Steve, ya te he dicho que no es necesario, si ocurre cualquier cosa te llamaré, no te preocupes que estaré bien—contesto tratando de sonreír pero solo me sale una mueca—Nos vemos—me despido bajando del coche.

Durante unos segundos me quedo parada en la puerta del instituto dudando en sí entrar a clase, no sé por qué pero siento que todas las miradas están puestas en mi, algo así como si me estuviesen juzgando. Al escuchar el fuerte motor de un coche pensando que es el de Billy me quedo paralizada en mi sitio sintiendo como mis manos comienzan a sudar, pero finalmente me relajo al percatarme de que simplemente es un coche cualquiera.

Rápidamente comienzo a caminar hacia dentro oyendo como el timbre se hace presente en el pasillo pero honestamente no quiero entrar a clase, estoy comenzando a marearme y siento que en cualquier momento me voy a desmayar, así que me encamino directamente hacia el baño encerrandome en uno de los cubículos.

Mi cuerpo dolía, pero mi alma dolía mucho más, necesito algo que pueda calmarlo, al menos momentáneamente.

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𝑯𝒆𝒍𝒍 | 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora