𝑫𝒊𝒆𝒛

5K 377 36
                                    

A medida que los días iban pasando no notaba mejora alguna, solo podía mantener mis nervios a raya gracias a la marihuana y a la heroína, pensé que nunca iba a acabar así; había visto a Billy terminar muy mal, casi al borde de una sobredosis pero honestamente si eso me ocurre a mí hasta lo agradecería.

En una semana había adelgazado un par de kilos, mis ojeras habían tomado un color violeta y mi piel un tono blanquecino que me hace ver cómo un fantasma pero a estas alturas eso ya no me importa. Había consumido casi todo lo que Eddie me había vendido y yo necesitaba más, mi cuerpo lo pedía; tenía escalofríos y temblores la mayoría del tiempo.

Steve estaba bastante preocupado pero no quería que me viera así, por eso no salía a penas de mi habitación salvo para ir a clase. No quería que nadie sintiera pena por mi así que solo decía que estaba con falta de sueño y que no descansaba bien, no quiero compasión de nadie.

Hoy me apetecía ir caminando mientras escuchaba algo de música, así el camino se me hacía más liviano y podía poner a raya mis pensamientos; precisamente por esa razón necesitaba la heroína, para poder disipar la tormenta de ideas que tenía en mi mente.

Cuando llego al instituto mi vista busca desesperadamente al metalero, necesito más de esa mierda, solo espero que esta vez no me ponga tanto problema; antes de entrar a clase me dirijo rápidamente hacia el baño encerrándome en uno de los cubículos asegurándome que había puesto el seguro.

Saco de mi bolsillo trasero la pequeña bolsita de droga vertiendo el contenido que le queda sobre la taza del váter, saco una tarjeta de mi cartera y hago un par de líneas finas; un pequeño calambre recorre mi brazo haciéndome soltar un pequeño quejido, decido ignorarlo y esnifo las dos rayas. Sorbo mi nariz repetidas veces frotando con mi mano levemente y cierro los ojos por un momento apoyando mi espalda en la pared.

El ruido de la campana hace que me sobresalte, tomo la mochila del suelo y salgo rápidamente del cubículo topandome con Max.

—¿Estas bien?—pregunta nada más verme mientras su expresión cambia a una de confusión mezclada con preocupacion—No luces bien, tienes unas ojeras que te llegan al suelo y estás muy...pálida.

Por encima de su hombro puedo ver mi reflejo en el espejo que está detrás de ella, tiene razón; mis ojeras tienen un color morado pálido al igual que mi rostro, mi expresión luce cansada y además mis labios están igual de pálidos que mi cara.

—Si, solo que no dormí bien, nada más. Tengo que irme a clase y tú también, vamos a llegar tarde—contesto tratando de evitar la conversación dirigiéndome hacia la puerta del baño.

Ella no contesta, simplemente la escucho suspirar y sale detrás de mí en dirección a su aula; yo hago lo mismo a duras penas, mis piernas tiemblan y siento mis ojos cada vez más pesados. Por suerte la profesora aún no estaba en el aula así que tomo asiento cerrando mis ojos por un segundo para tratar de aliviar el mal estar que tengo en este momento.

La voz de la señora Bongers irrumpe en la clase haciendo que levante mi cabeza del pupitre percatándome de la persona que viene detrás de ella, se trata de Eddie. Nuestras miradas se cruzan por a penas dos segundos mientras él va a tomar asiento a las últimas filas; yo simplemente me giro para atender a la clase o al menos a intentarlo.

Honestamente no estoy prestándole demasiada atención, mi mente está en otro lugar completamente distinto, de vez en cuando puedo notar la mirada de Munson sobre mí pero no le doy importancia. El timbre suena indicando el final y recogo mis cosas de manera lenta esperando a que Eddie salga por la puerta, tengo que hablar con él y pedirle más droga.

—Munson—le llamo haciendo que se gire hacia mí con una de sus sonrisas encantadoras, como odio que sonria siempre—Necesito volver a hacerte otro encargo como el anterior...¿Podría ser?—pregunto arrastrando un poco las palabras

𝑯𝒆𝒍𝒍 | 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏Where stories live. Discover now