𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒔𝒆𝒊𝒔

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Mis ojos se abren al sentir la luz chocar contra mi cara, tengo que pestañear para acostumbrarme a la claridad del día; ni si quiera sé qué hora es, tengo mucho sueño y mucho cansancio en el cuerpo; al girarme veo que Eddie no está aquí, supongo que Steve le habrá llevado a casa, su tío debe de estar preocupado.

En mi cabeza no paran de repetirse los sucesos que ocurrieron ayer pero por suerte se que Billy no va a volver a molestar, es como si todo lo que pasó ayer no hubiera sido real y no pudiese terminar de asumirlo.

Unos minutos después me levanto de la cama y a paso lento me dirijo hacia el baño para darme una ducha para relajarme un poco, Steve a estas horas debe de estar trabajando y al ser fin de semana saldrá tarde, seguro que mandara a Nancy para que venga a ver cómo estoy.

Salgo de la ducha y envuelvo mi cuerpo en una toalla, seco mi cabello y después de peinarlo me visto con ropa cómoda para estar por casa, no tengo planeado salir y tampoco creo que tenga ganas; tras estar completamente lista bajo a la cocina a prepararme algo de comer y aunque no tenga ganas lo hago, mi hermano se pondrá muy pesado si sabe que no he comido nada en todo el día.

Mis pensamientos en este instante están enfocados en Eddie, sé que está bien pero me preocupa que pueda hacer alguna tontería, se ha quedado con las ganas de terminar con Billy y yo no quiero más peleas ni situaciones así, quiero vivir tranquila por primera vez en la vida.

—¡Hola!—escucho un grito desde la puerta principal y asomo mi cabeza por la puerta de la cocina para ver de quién se trata, es Steve—¿Cómo estás hermanita? ¿Como has dormido?—sonrie acercándose a mí para dejar un beso en mi frente.

—Pensaba que estabas trabajando y que saldrías tarde, a penas son las doce de la mañana—respondo extrañada posando mi vista en él—¿Le has cargado el muerto a Robin para que te cubra, verdad?—alzo una ceja soltando una risa.

—¡No, claro que no!—se defiende rápidamente poniendo sus manos en sus caderas—Bueno, si, vale, le dije que si me cubría todo el día le haría el turno durante una semana pero quería estar contigo, no iba a dejarte aquí sola todo el día—niega sonriendo.

—Definitivamente eres toda una madre, Stevie, pero gracias por quedarte conmigo—niego riendome y continuo comiendo mis tostadas.

—No tienes que darme las gracias, eres mi hermana y daría todo lo que tengo para que estés mínimamente feliz—sonrie dejando un beso en mi cabeza para después salir de la cocina y dirigirse hacia su habitación.

Una vez que termino el desayuno friego lo que había utilizado y después de terminar subo a mi habitación; aunque Steve está a unos metros me apetece estar sola y encerrarme en mi mundo para olvidarme un poco de todo, seguro que ha todo el mundo sabe lo que ha ocurrido y el lunes en el instituto los cuchicheos serán inevitables.

Entre todas las aficiones que tengo la que más me ayuda a despejarme es tocar la guitarra, sé que a mi hermano no le molesta así que tomo mi guitarra que descansa sobre su base al lado de la ventana y la conecto al pequeño amplificador que está a su lado; me siento en la cama acomodándome en una postura cómoda para tocar y acaricio suavemente las cuerdas con la púa.

Después de afinarla un poco y toquetear las cuerdas toco algunos acordes sueltos de diferentes canciones para acostumbrarme a la guitarra, durante unos segundos me cuesta decidirme que tocar exactamente hasta que finalmente me decanto por Sex on Fire de Kings of Leon, una canción medianamente fácil y que me encanta.

Mis dedos se mueven por las cuerdas con fluidez mientras que con el pie derecho marco el compás en el suelo, no puedo evitar sonreír moviendo mi cabeza de lado a lado al ritmo de la música mientras rasgo las cuerdas, en este momento es como si me hubiera metido en una burbuja de la cual no quiero salir.

𝑯𝒆𝒍𝒍 | 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏Where stories live. Discover now