Nueve

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El silencio en la diminuta sala no hacía más que molestarme. Además apestaba a marisco podrido y comida de perro, me estaban dando ganas de vomitar.

Seguí cruzada de brazos con la mirada clavada hacia delante mientras esperábamos.

—¿No quieres decir nada?

No me giro hacia él ya que también le odio en este momento.

—¿Tienes tú algo que decir? —replico mordaz sin girarme a mirarlo.

Él suspira frustrado y se pasa la mano por el pelo. Se mueve hasta la pequeña mesa llena de papeles y trastos, apoya la cadera contra ella y me observa de brazos cruzados.

—Nena, te peleaste con una señora.

—Ella me atacó primero —grito y esta vez si que lo miro para que entienda que tengo razón.

—Te peleaste por una maldita papaya, Loren —exclama exasperado—. Odias la papaya.

Era la última que quedaba y esa señora la agarró cuando yo la cogí primero.

—Tú hijo no —grito—. Quería esa maldita papaya y esa vieja me la quería quitar.

No dice nada. Usar la baza de tu hijo siempre funciona cuando quiero algo de comer que según él no es sano para ninguno de los dos.

Ninguno de los dos dice nada más porque entra uno de los guardias de seguridad en su diminuto y apestoso despacho. Me vuelvo a cruzar de brazos para que sepa lo enfadada que estoy, pero me ignora sentándose en su sitio y observa a Ethan que se movió hasta detrás de mí.

—Hemos calmado a la señora y por suerte no tiene nada grave.

—¿Y? —espeto yo harta de estar aquí.

El hombre serio con una expresión molesta dirige sus ojos negros hacia mi.

—Yo no la empujé —grito ya harta de que me culpen—. Se dejó caer ella sola para culparme.

—Señora Langford... —dice el hombre con cansancio pero lo interrumpo porque no voy a seguir escuchando estupideces.

—¡Yo no la empujé! —chillo furiosa—. Haga su maldito trabajo y comprueba las cámaras de seguridad.

Me pongo en pie cabreada y apoyo las manos en su mesa abarrotada de envoltorios de chocolatinas y una caja de donuts rancios.

—O si lo prefiere vamos a juicio. Tengo los mejores abogados que le harán sacar el puto video de seguridad para darle en la cara por acusarme de agresión —enderezo los hombros—. No pienso pagar nada y no volveré a su asqueroso supermercado.

Agarro la mano de Ethan y salgo a paso fuerte de ese apestoso cuchitril y cruzamos el supermercado hacia las puertas.

Se han metido con la mami equivocada.

Llegamos al aparcamiento. Ethan frena tirando de mi mano.

—Nena, respira —me pide agarrándome para que me calme.

No le hago caso porque al final le patearé las pelotas, ya no corro el riesgo de que no tengamos hijos si lo hago, el bollito está en el horno y no me importa que sea hijo único.

—No me calmo, maldita sea —exploto en medio del pasillo de las verduras—. ¿Por qué no te pusiste de mi lado?

—No necesitabas llegar a este extremo.

Mi mandíbula me duele de lo mucho que la aprieto conteniendo la rabia que me provoca que siga llevándome la contraria.

—Llevas días comportándote así y no puedes culpar siempre a los demás y excusarte con el embarazo.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Where stories live. Discover now