Cuarenta y uno

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—Mi amor, ¡que guapo!

—¿Te gusta?

Da una vuelta sobre si mismo para darme una buena vista completa de toda la mercancía que me pertenece.

—Estás guapísimo.

Lleva uno de sus trajes azules pero en lugar de camisa lleva un jersey blanco de cuello alto y en lugar de zapatos de vestir lleva unas zapatillas que le pegan muchísimo y queda informal al mismo tiempo que formal.

—Lo vi en esa telenovela tuya y creí que me quedaría bien.

—Me encanta —levanto los brazos para que venga a darme un beso—. Aunque así de guapo te van a mirar mucho las robamaridos.

—Solo me interesa que me mire mi mujer.

—Tiene mucha suerte de tenerte.

—Mucha, soy buenísimo en la cama.

—Sí, veo lo bueno que eres —me acaricio la barriga riendo.

Ethan deja la broma y se agacha a hablar con nuestro hijo. Le da los buenos días y me besa la barriga.

—Buenos días, mis niños —Karen entra en la cocina con Patrick detrás cargando un par de bolsas—. ¿Está despierto el bebito?

Karen emocionada me abraza y me toca la barriga con cariño. Su tercera hija dio a luz a su segunda hija hace dos meses y me cuenta lo mucho que disfruta de estar con su nieta, es la única bebé ahora en su familia.

Me desperté incómoda. Estoy algo revuelta, apenas desayuno y me paso las primeras horas en el trabajo bastante inquieta. Aún con mi silla nueva no encuentro postura. El bebé parece inquieto, tengo que ir al baño cada cinco minutos y da patadas sin parar. No consigo concentrarme y acabo paseando suplicándole a mi hijo que se calme un rato.

La puerta se abre mientras me quedo admirando el paisaje de las olas del mar  moviéndose en busca de relajarme.

—Hola nena —cierra la puerta—. ¿Qué haces?

—Tu hijo no para de moverse —me quejo porque llevo un rato caminando por el despacho sin éxito.

—¿Probaste a relajarte un rato?

Giro la cabeza más rápido que la de la niña del exorcista para mirarle con odio.

—¿A qué viniste?

—Te echaba de menos.

—Y yo echo de menos tener control sobre mi vejiga —me doy suaves toquecitos en la barriga como si eso fuera a calmarle—. ¿Qué quieres, Langford?

Este niño no deja de patearme. Es igual de molesto que su padre.

Ethan se apoya en mi mesa y me agarra de la cintura atrayéndome hacia él. Pone las manos sobre mi vientre y con su voz cariñosa le dice cosas bonitas al bebé.
Es automático. En cuanto el bebé siente a su padre se relaja. Ya sé quien se va a levantar de madrugada cuando el bebé no pueda dormir.

Mi despacho parece ser de interés hoy ya que alguien llama a la puerta.

—Adelante —exclamo.

Esta vez es Mark el que nos sorprende asomándose tras la puerta.

—¿Por qué será que no me sorprende encontrarte aquí? —se burla al ver a Ethan.

—Jódete viejo —espeta Ethan burlón—. ¿Qué quieres?

—Traje a alguien para alegrar a Loren —abre más la puerta y entra con la pequeña rubia de su mano.

—¡Tía Loren! —exclama mi niña corriendo a donde estoy.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Where stories live. Discover now