Treinta y ocho

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—Eso es todo, señores Langford —el arquitecto le estrecha la mano a Ethan y después a mí—. Los materiales llegarán la semana que viene y nos pondremos enseguida con la obra.

Se despide y se marcha de nuestra casa dejándonos solos. Me abrazo a la cintura de Ethan observando la hermosa casa en la que viviremos, espero, que muy pronto los tres.

—Es la casa perfecta, amor.

—Sabía que te encantaría, nena.

Me hace girar entre sus brazos pegando mi espalda a su pecho y me hace caminar hacia delante. Estamos en la cocina que tiene unos ventanales increíbles que dejan ver la playa a la que está conectada con el jardín con la gran piscina.

—Estoy deseando ver correr por el jardín a nuestro hijo —me pasa la mano por la barriga.

Me recuesto contra su pecho y disfruto de la paz que me genera esta maravillosa casa. Se oyen el ruido de las olas, porque está la marea alta, y es increíble. Le empieza a sonar el móvil en el bolsillo rompiendo el maravilloso momento de calma.

—Es la decoradora.

Gruño con pocas ganas. Nos recomendaron la decoradora, dicen que es de las mejores pero no deja de acosarnos a llamadas insistiendo en que tenemos que elegir los muebles, quiere enseñarnos sin parar catálogos para elegir lo que más pega con nosotros porque quiere conseguirnos el mejor precio. Es agotadora. Es como hablar con un niño hasta las cejas de Coca—Cola con cafeína y con hiperactividad.

Recojo mi bolso de la encimera de la cocina y nos vamos de la casa para ir con el decoradora.

Media hora después estamos en su mesa con mil presupuestos, fotos y muestrarios de todo tipo para todos los muebles mientras ella habla sin parar. El muy capullo de Ethan está fuera atendiendo una llamada importante mientras me como todo esto sola porque se lava las manos diciendo que elija todo lo que me guste ya que le gustará todo lo que elija.

Aparto el pelo de mi cara y me aprieto las sienes notando que me duele la cabeza.

—Deberíamos elegir cuanto antes los azulejos del baño, creo que es lo primero que debemos arreglar —menciona la decoradora—. ¿Y que prefieres en la cocina? ¿Isla o península? Yo creo que debería ser isla, es más cómodo y aprovecha mejor el espacio. ¿Has pensando en qué quieres hacer con el sótano? Los muebles del salón también deberíamos elegirlos cuanto antes para asegurarnos de que pegue con la cocina.

—Jane, ¿sabes qué? —me pongo en pie cansada de tanto escucharla—. Tengo trabajo que hacer y ya le echaré un ojo más tarde y te diré algo.

—Está bien —asiente viéndome recoger—. Te enviaré unos correos con las novedades que me lleguen.

—Sí, sí, no vemos —cargo con todos los catálogos que puedo saliendo a toda prisa.

Ethan me ve salir y termina la llamada. Le cargo todos los catálogos para ir al coche.

—Me agota —le cargo el bolso encima y voy al coche donde Patrick me espera para abrir la puerta y me da unas galletitas y un zumo—. Te adoro.

Tengo mi bonito culo apoyado en mi cómoda silla y me empiezan a salir canas verdes viendo la pantalla de mi correo llenarse con mensajes de Jane. La mando directamente a spam y ya lo veré cuando me apetezca. Ahora tengo algo importante que hacer para una empresa a la que le urge que acabemos para mañana su proyecto.

En ese momento me suena el móvil en el bolso y siendo alivio pensando que alguien va a distraerme un rato.

Es Marisa.

—...acaba de llegar la nueva pantalla.

—¿Enserio? —exclamo emocionada.

—No tardarán en instalarla —su voz tiene tanta emoción como la mía—. Baja y probemosla ya.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Where stories live. Discover now