Cuarenta y cuatro

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Amo a Ethan.

Lo amo tal y como es. Porque es para mí. Es mi tóxico. Es mi egocéntrico. Es mi estúpido. Es mi marido. Es el amor de mi vida. Por muchas tonterías que haga o por muy mal que haya hecho las cosas yo lo quiero para mí. Tiene todo lo que necesito en un hombre. Lo elegí a él y lo seguiré eligiendo.

Necesitaba volver a casa. Lo necesito cerca. Me va a costar un poco olvidar y perdonar del todo, pero estoy dispuesta a hacerlo porque es Ethan Langford, mi noruego egocéntrico y estúpido.

Considero que cuando hay amor de verdad hay hueco para el perdón.  Y yo le perdono porque ha admitido su error y sé que no volverá a hacer algo así.

Patrick me ayudó a recoger las pocas cosas que traje cuando la llamé para volver a casa. Cargó mis maletas al coche y me llevó al edificio. Mi guardaespaldas es un santo no hace preguntas, respeta mi silencio y se adapta a cualquier circunstancia. Tengo que subirle el sueldo. Me acompañó en el ascensor para llevar mi bolso y esperó a que entrara para marcharse.

Crucé la puerta con mi bolso en la mano. Olía a mi hogar. En casa de mis padres huele a hogar de mi infancia, en este piso huele a hogar donde está lo que quiero, mi futuro y la familia que voy a formar.

Apoyo el bolso en el suelo y oigo pasos por el pasillo acercándose.

—¿Karen? ¿Qué haces aquí tan...?

El cabello rubio de Ethan emerge despeinado por el pasillo y se queda parado al encontrarse conmigo y no con Karen. Tiene un aspecto horrible. Tiene ojeras enormes que en su piel blanca se marcan mucho, le creció un montón la barba y lleva el pelo desaliñado. y va con una sudadera muy fea y vieja que yo llené de manchas que no salen.

—Loren, volviste.

Una sonrisa radiante crece en sus labios. Con emoción intenta venir hacia mí pero en cuanto lo tengo a dos metros doy un paso atrás frenándolo. Me duele mucho ver como se le borra la sonrisa.

—Es mi casa.

Asiente una sola vez.

—¿Quieres...quieres que me vaya?

Me quedo callada como tonta y creo que lo estoy torturando por la mirada de miedo que me dedica.

—No —murmuro torciendo la boca—. Solo...

—Entiendo —asiente y desvía la mirada a otro lado—. Volveré a la habitación de invitados para que estés cómoda en nuestra habitación.

El nudo en la garganta que se niega a abandonarme me pica de nuevo y me cuesta hablar.

—Gracias —la voz me sale baja y rasposa.

Lo sigo hacia la habitación y él coge un par de cosas del armario mientras yo espero sentada en la cama mirando la pared para no mirarlo a él, quiero evitar que me ponga esa carita de pena que puede con mi determinación. 

En cuanto sale de la habitación guardo la ropa y recojo la que va a lavar antes de meterme en la ducha. Me doy una ducha rápida y me pongo una sudadera y pantalón de chándal porque tengo frío. Estoy sentada en la cama con el portátil revisando el trabajo pendientes y los correos. Al no haber ido a la empresa ayer tuve que delegar todo en Marissa que dirige estupendamente al equipo. 

Tengo ganas de volver y ponerme a trabajar. Cuando trabajas en algo que te gusta quedarse en casa no es tan divertido. Me gusta interactuar con mi equipo y decidir juntos cada paso de los proyectos.

Golpecitos en la puerta interrumpen.

—Loren, ¿tienes hambre?

Me cuesta tragar por un momento al escuchar su voz.

Llama del amor ✔️ [Llamas #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora