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Gente en las bancas de la peatonal tomando un helado, vendedores ambulantes ofreciendo cristales energéticos, palomas comiendo restos de pan en las veredas.
Jungkook atravesó todo eso sin encontrar nada que lo inspirara a diseñar. Temía que su musa jamás llegaría. Frustrado, se recostó en la fachada de una barbería. Su portafolios colgaba de su mano como un montón de piedras, pesado pero sin que pese nada, lo que pesaba era su desilusión. Gente pasaba y lo miraba por encima del hombro. Miró alrededor una última vez, cómo pidiendo a un ser divino que le conceda la habilidad de crear, antes de volver a su estudio con una mano atrás y otra adelante.

Fue entonces que su mirada se clavó en un grupo de gente aglomerada en una ronda frente a una tienda de modas. "Convendría ver qué ropa le gusta a la gente", pensó Jungkook.
Curioso, se acercó al tumulto de gente.
Grande fue su sorpresa al notar, abriéndose paso, que la gente no estaba allí por la tienda de ropa, sino por un joven que bailaba al ritmo de una rudimentaria caja musical.

El chico giró sobre las puntas de sus pies como solo había visto hacerlo a bailarinas rusas. Levantó su pierna como una patinadora y dió una vuelta como gimnasta. Transmitía la misma delicadeza que una pluma, parecía que flotaba por su ligereza y parecía que brillaba de lo limpios que eran cada uno de sus movimientos.
Jungkook lo miró asombrado.
Por un segundo, sus miradas se cruzaron. El chico volvió a girar sobre las puntas de sus pies de inmediato, como ignorando la coalición de sus miradas, siguiendo el ritmo de la música con una simpática sonrisa en el rostro.

Jungkook posó su mirada en el atuendo del chico. Traía una camisa blanca con volados en las mangas, un pantalón de tiro alto sostenido con tiradores y puntegudos zapatos de vestir. Por la mente de Jungkook apareció el pensamiento de que sus movimientos de baile se verían mejor si usará ropa más suelta, de una tela más liviana que baile junto a él.
Sintió como si algo hiciera clic en su cerebro, como un engranaje oxidado que vuelve a girar después de mucho tiempo.
Abrió su portafolios allí mismo. Se sentó en el suelo, sacó una hoja y un lápiz. Usó el portafolios como mesa, empezó a hacer unas líneas en el papel.
Terminó por diseñar un vestido de falda de tul levantada como tutú, con una columna de botones en el torso y con mangas abultadas. Terminó el diseño en cuestión de minutos.

La caja musical se detuvo, ya no emitía sonido. El chico se detuvo y la gente que estaba en la ronda empezó a aplaudir, Jungkook dejó de dibujar y se les unió. El chico hizo la reverencia más elegante que Jungkook había visto jamás, tomó una gorra que había en el suelo y empezó a pasarla para que la gente le deje limosna. Cuando el chico se acercó a él, tanteó sus bolsillos para notar que no tenía ni una moneda. Hizo una mueca de pena, el chico miró de reojo a su dibujo y siguió pasando la gorra. El grupo de gente se empezó a disipar, allí solo quedó Jungkook que guardaba los lápices y hojas en su lugar. Cerró su portafolios dispuesto a seguir su camino. Se puso de pie y empezó a caminar de regreso a su estudio.

—¡Dibujante! —lo llamó el chico de pronto, Jungkook volteó en su dirección. El bailarín lucía una bella sonrisa, como de revista.

—¿Sí?

—Se le cayó la goma —dijo extendiendo su mano, sobre su palma estaba dicha goma.

Jungkook la tomó entre sus dedos índice y pulgar. Las puntas de sus dedos rozaron la palma del chico. El chico se puso las manos en los bolsillos.

—Gracias, es mi única goma —dijo guardándola en el bolsillo de su pantalón.

—¿Entonces es una goma especial? —preguntó con curiosidad, sacándole más tema de conversación.

—Conoce todos mis errores y no me juzga —bromeó. El chico rió y Jungkook sintió que era la risa más melodiosa que había escuchado en años.

Jungkook lo miró por unos segundos en silencio. Una fina sonrisa se dibujó en sus labios.

—Jungkook Jeon —dijo extendiendo su mano. El chico correspondió al saludo.

—Solo Jimin —dijo sonriente estrechando su mano. Jungkook se extrañó pero lo dejó pasar.

El chico miró hacia un reloj a lo alto de un edificio. Al ver la hora que era sus ojos se abrieron en sorpresa. Se apresuró a guardar todo el dinero en sus bolsillos y se puso la boina.

—Me tengo que retirar —dijo empujando unas monedas hasta el fondo de su bolsillo—. Fue un gusto, dibujante.

—Un gusto, solo Jimin.

El chico lo miró por unos segundos como si tuviera algo más que decir. Sin embargo, no dijo nada y se alejó trotando por la vereda. Jungkook caminó hasta el medio de la peatonal, lo vió hacerse pequeño a lo lejos hasta que lo perdió de vista. La campanilla de una bicicleta que estaba a punto de golpearlo fue lo que lo sacó de su trance, se hizo a un lado justo a tiempo.

Ya tenía un diseño que mostrarle a Clarice, ya podía volver al estudio satisfecho. Comenzó a caminar hacia el lugar.
Se sentía bien, realizado, como no se sentía en mucho tiempo. Era la sensación de crear la que llenaba su pecho con emociones alegres.

Llegó al local con una sonrisa de oreja a oreja. Subió hasta el estudio. Clarice estaba juntando las bolas de papel del suelo.

—Deja eso, después lo hago yo —dijo dejando su portafolios sobre su escritorio.

—Volviste —notó. Dejó lo que estaba haciendo.

—Y tú no habías cerrado con llave en realidad.

Mein fehler —se encogió de hombros, orgullosa.

Jungkook negó, divertido, con la cabeza. Abrió su portafolios y sacó el dibujo que había hecho minutos atrás.

—Aquí está el diseño que exigiste —dijo entregándole la hoja, ella la tomó entre sus manos con cuidado.

Clarice miró fascinada el diseño frente a ella. Le dedicó una amplia sonrisa a Jungkook. Él se sentó en su escritorio.

—Es lo mejor que has hecho en meses —opinó poniendo la hoja sobre el portafolios.

—¡Lo sé! —exclamó alegre, echándose para atrás en su silla.

La chica notó la alegría en Jungkook.

—¿Qué pasó?

Jungkook se volvió a sentar derecho en la silla, puso ambas manos sobre el escritorio.

—Un bailarín —empezó a decir—. Parecía uno solo con la música, tan ágil... —se impulsó con las manos e hizo que su silla diera vueltas— Tan fino, tan... inspirador.

—¿Y quién es? —se despertó su curiosidad.

—¿Acaso importa? —preguntó elevando los brazos, alegre— ¡He vuelto!

Clarice rió.

—¡Has vuelto! —compartió su alegría.

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Yo también he vuelto.

Espero que les haya gustado el capítulo <3 espero sus comentarios



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