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Por otro lado, la expresión de Margaret era la más similar a la de un miope sin lentes intentando disimular; entrecerraba sus ojos con la cabeza ladeada, tan sutil que parecía enamorada.

Jimin creyó tener que acercarse.
Por su cuerpo subió un calor directo del segundo círculo del infierno... Se preguntaba si ella había percibido, al momento en que pronunció su nombre, alguna mínima fuga en la coraza que solía comprimir su sentir —la cual se había estado llenando de grietas, cada vez más notorias, hasta amenazar con quebrarse por completo—.
Margaret no dio ningún indicio de conocer nada de eso, de hecho, ni siquiera dio indicios de conocerlo a él.
El bailarín entendió que no debía acercarse.

Oh... —habló la modelo con su voz de Miss Universo: confundida y amable, pero vivaz a la vez. Tendió su mano hacia él— Un gusto...

Silencio.

—Jimin —le recordó Clarice, para sacarla de un apuro.

El rubio se sintió como un organismo unicelular: minúsculo, invisible e insignificante para Margaret.
Pero, ante el auxilio de Clarice, algo pareció descubrirse en los recuerdos de la modelo: su boca y sus ojos se abrieron y tomó el brazo de la otra chica, alegre al resolver el acertijo.

—¡Por supuesto! —exclamó la pelirroja— ¡El chico del afiche!

Aquel repentino ápice de atención, como si fuera un mendigo, le bastó para aliviar su negatividad. Sin embargo, aún un poco dolido, mantuvo silencio.

—¡Qué gusto verte! —volvió a hablar la chica, en su lugar—. Se me hace difícil recordar caras, prometo que soy mejor con los nombres. Justo le comentaba a Clar de ti y... —Miró a Clarice como si buscara las palabras justas que decir a continuación— nuestro encuentro —Miró a Jimin otra vez—. ¿Cómo te ha ido?

Jimin tomó aire ante una pregunta que le resultaba difícil responder. Desde la primera vez que la había visto, incluso antes, había experimentado las cuarenta y ocho horas más intensas que había vivido en mucho tiempo. Todo había sido muy complejo y solo podía pretender que tenía el control cuando, en realidad, estaba desesperado y profundamente aterrado.

Yo... —Se detuvo en la mirada expectante de la pelirroja, aquella tan atractiva y totalmente ajena a lo conflictuados que estaban sus pensamientos. No quiso hablar de más— He mantenido la mente ocupada.

—Ya lo creo que sí —sonrió la modelo—. Me enteré de la subasta, muero por presenciar los números de baile.

La idea de que Margaret lo viera bailar, hacía que sus nervios se revolucionaran. Él era bastante confiado acerca de sus habilidades de baile, veía la oportunidad de hacerse notar de esa forma.

—¿Disfruta de la danza? —preguntó, ya un poco más seguro, cruzando sus brazos detrás de su espalda.

—¿Que si la disfruto? —la chica cerró sus ojos por unos segundos y suspiró, como llenando su pecho de admiración— ¡Me llega al alma! Creo que es la expresión artística más transparente, más aún si es improvisación: todos los artistas tienen un escudo; los cantantes tienen al micrófono, los pintores al lienzo... pero los bailarines son simplemente ellos, ellos y su cuerpo, contra el mundo —Mientras ella hablaba, Jimin sentía que su piel se erizaba. Jamás había escuchado a nadie hablar así de la danza. Era muy parecido a escuchar a Jungkook hablar de moda y diseños, era cautivador—. Adoro ir al teatro y absorber todas las emociones que se pueden trasmitir sin emitir sonido alguno, apreciar la forma en que el movimiento se traduce en expresión y... ¿no es increíble que se pueda hacer llegar a las lágrimas con el solo uso de la corporalidad?

—Sí... —apenas pudo decir Jimin, con su aliento arrebatado.

Margaret soltó una pequeña risa avergonzada, Jimin elevó sus cejas en confusión.

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⏰ Last updated: Mar 07 ⏰

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