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Estaba acostumbrado a dormir solo: sentir el frío de las mantas a sus costados, dar vueltas para encontrar la posición perfecta, escuchar su propia respiración.
Estaba acostumbrado a despertar solo: encontrarse con las sábanas arrugadas, estirar sus extremidades por todo el colchón, abrir los ojos y encontrar el espejo que reflejaba su orfandad.

Al principio, al final, siempre... su amígdala lo persuadía: lograba convencerlo de que su condición de solitario era dictada por el oráculo, que era inevitable; crónica; incurable.

No tardó en encarnar -primero- la picardía de Lazarillo y -segundo- el escapismo de Houdini.

Si estaba solo, iba a ser su decisión.

Y en el momento en que el vórtice de un gustnado -cargado de todo aquel dolor- arrastró esos pensamientos por su conciencia entera, había alguien a su lado.

Había dormido acompañado: sintió la calidez de otra piel, encontró confort contra el cuerpo de alguien más, percibió latidos ajenos en su pecho.
Había despertado acompañado: estaba envuelto entre las mantas, sus piernas se entrelazaban con las del contrario, su retina se inundaba con el sosiego que desprendía el adormilado semblante de su pretendiente.

A la noche, a la mañana, en todo momento... su ínsula lo confundía en una sinapsis de emociones: todo aquello que creía evidente por naturaleza, se desvanecía; se esfumaba; desaparecía.

Como Patroclo y Aquiles, quería que sus cenizas fueran mezcladas. Como John dirigido a Sherlock, estaba ante el hombre más maravilloso de Londres.

Por consecuencia, sus sentimientos eran abstractos y difusos.

Y cuando aquella llamarada -de chispas dubitativas- amenazaba con encender en candela a la sangre que corría por sus venas, él despertó.

El diseñador, quien reposaba en el tórax de Jimin, levantó la vista con los ojos entrecerrados en su dirección. Sus cabellos estaban desordenados y en sus lagrimales había lagañas. Se apoyó sobre sus palmas —una a cada lado del cuerpo de Jimin— y arqueó su desnuda espalda como una cobra para después apoyarse también en sus rodillas; sin separarse de Jimin, sin decir nada.
El bailarín notaba un brillo inusual en las pupilas de Jungkook, aunque su rostro se mostrara inexpresivo.
Sentía que, en cada uno de sus parpadeos, se encontraba el mensaje oculto que debía decodificar para encontrar el Santo Grial. Era como si sus abundantes y largas pestañas estuvieran batiendo un hechizo para que él se quede ahí, petrificado, sin poder emitir el más mínimo sonido.
Naturalmente, el enfoque de su mirada se trasladó a los labios más elegantes que había visto o besado. Recordó lo que había pasado en la noche: cómo se había dejado llevar por la corriente de los rápidos más peligrosos del planeta y como, en aquel beso infectado de impudicia, experimentó a la vez Khawf y Nirvana: el pavor más intenso y el éxtasis supremo.

Jungkook flexionó sus codos, acortando la distancia de sus rostros. Jimin sintió la necesidad de aguantar la respiración. El pelinegro cerró los ojos con parsimonia y los volvió a abrir. Con el semblante sereno, acercó su rostro hasta que la punta de su nariz rozó con la de Jimin. El escaso aire que Jungkook exhalaba por sus narinas, chocó con la piel de las mejillas de Jimin —provocándole placenteros escalofríos—. Jungkook siguió proporcionando delicadas caricias al rostro del rubio en el beso esquimal más lento y cuidadoso que nadie le daría jamás. El corazón de Jimin palpitaba con la fuerza de una supernova que se expandía para después contraerse y convertirse en una enana blanca, temía que su corazón jamás volviera a latir así o de ninguna otra manera. Sentía que iba a extinguirse. El diseñador pestañeó lentamente y las puntas de aquellos pelitos tocaron sus pestañas, haciéndole agradables cosquillas. Jimin no pudo quedarse quieto por mucho más tiempo. Deslizó una mano por el pecho de Jungkook, hacia arriba, y tocó como una pluma hasta su cuello para después acomodar su mano en la mandíbula del chico.
Cerró los ojos un momento, permitiéndose apreciar cualquier mínima sensación que experimentara, se preguntaba si Jungkook los había cerrado también.
Percibió como el pelinegro, cuya mano izquierda estaba posicionada detrás de su oreja con dulzura, subió la nariz a su cabellera e inhaló en un suave suspiro. El bailarín humedeció sus labios y tragó saliva.
Los dedos de Jungkook se enredaron entre los cabellos de Jimin, como serpientes entrando a su escondite, y bajó su rostro hasta que sus labios alcanzaron la frente del bailarín para depositar un pequeño beso. Las falanges de Jimin se aferraron a las sábanas, su otra mano proporcionaba caricias en el rostro de Jungkook con su dedo pulgar.
El diseñador siguió bajando su rostro hasta que sus frentes quedaron unidas. La respiración de Jimin era irregular, como si estuviera tomando alientos. La sensación que recorría su cuerpo, cegado por el erotismo, le nublaba el juicio. Dudó estar dormido, sumergido en una oniria pecaminosa que lo quería seducir. El calor que lo abrazaba lo incitaba a despojarse de todo aquello que fuera una barrera ante la satisfacción, el pelinegro era tentador.
Abrió los ojos, Jungkook lo miraba con la misma expresión relajada de antes.
La mano de Jungkook bajó por el costado de la cara de Jimin hasta llegar a las tiritas de la parte superior de su pijama, tiró lentamente de una de ellas alargando el momento de desatarlas.
Jimin estaba llegando al límite de la desesperación, no podía aguantar un minuto más la tensión que había en el aire: en ese preciso momento, no había otra cosa en su mente aparte de entregarse al mundo de placeres que Jungkook podría brindarle. Quería lo mismo, quería todo. Apoyó su mano libre en el colchón, afirmó su otra mano al rostro de Jungkook y se sentó. Las bocas de ambos quedaron a milímetros de distancia. Jimin sentía su propia respiración, desordenada, chocando con el rostro de Jungkook.
Se inclinó hacia adelante para, por fin, darle un beso en los labios y dejar todo en manos del ritmo del momento... Pero entonces, como una gota de agua en una superficie bañada de aceite, Jungkook se deslizó lejos de él.

Inspírame 🧵 [JiKookMin]Where stories live. Discover now