Mi inmortal

34 6 0
                                    

El único cumpleaños que no podíamos aceptar festejar solo con una comida nada más era el de mi hermana y menos este año que cumpliría 18. Aunque caía entre semana, todos nos organizamos para hacerle algo bonito.

En mi familia teníamos la costumbre de despertar al festejado casi con bombos y platillos, llevándole un muffin o algo similar a modo de pastel ya que después el festejo continuaría con una rica comida que casi siempre era algo que mamá nos cocinaba, un pastel grande para todos en donde se ponían las velitas, pedíamos un deseo y después las soplábamos.

Desde que tenía uso de razón recordaba que siempre habíamos celebrado así, aunque tuviéramos escuela o trabajo, no importaba.

Dada las circunstancias no pude estar presente en ese momento ni con Leo ni con Andrés ni tampoco con Gus, había sido difícil perderme tres cumpleaños de mis hermanos por primera vez en mi vida, sin embargo, nada se comparaba con no estar con mi hermana.

Me insistieron mucho para que fuera a despertarla con todos, pero no hubo poder humano que me convenciera, estaba seguro de que mi presencia solo volvería el ambiente incómodo lo cual no era justo en una fecha tan especial para Marianita, por lo tanto, por mucho que me doliera me abstuve.

En la noche anterior me quedé en la casa de Gustavo para preparar un pastel y algo de comida, lo que le cocinaba desde que tenía 5 años eran unos Nuggets en forma de dinosaurio, a ella no le gustaba ningún otro que no fueran los que yo preparaba. Leo y Gus se fueron a quedar con mis padres, cocinar y estar a solas me dio cierta paz que hacía mucho no sentía lo cual me ayudó a mantener mi ánimo lo más arriba posible, aunque era difícil después del fin de semana que pasé.

Al día siguiente me apresuré a salir lo antes posible del trabajo ya que aún faltaba decorar, una tarea que solo yo podía llevar a cabo.

Llegué con prisas y para cuando entre a la casa estaba vacía, vi a mi alrededor, apenas entrabas estaba la tele y un sillón, detrás la cocina que separaba la sala con una barra dándole la apariencia de bar, era sencilla, pero me gustaba, aunque pocas veces había estado ahí, tras mi escaneo no pude encontrar algo que me indicara que si compraron lo que les pedí, empezaba a preocuparme que no lo hubieran hecho.

—¡Enano! —gritó de repente alguien haciendo que brincara y pegara un buen grito.

—¡Leonardo! ¿¡De donde carambas me sales!? —exclame alterado

—Estaba en el cuarto —señalo la puerta detrás de él.

—¿¡Tenías que gritar!? —le reclame llevándome una mano al pecho.

—Quería sorprenderte—respondió sonriente, provocando querer ahorcarlo.

—Ahora tendrás que ir a buscar a mi sistema cardiaco—reproché.

—No da tiempo enano, Boo podría llegar en cualquier momento.

—Hablando de eso—estaba por cuestionar acerca de lo que les pedí, cuando Leo alzo una bolsa de plástico que me mostró.

—Antes de que te alteres, si lo compramos.

—Menos mal, entonces empecemos.

—Te sigo.

Tomé la bolsa y saqué su contenido, solo había elegido un letrero y algunos globos del color favorito de mi hermana que era el morado, aunque había tratado de mantenerme animado la inspiración me había abandonado, no tenía la menor idea de cómo colocar lo que tenía en mis manos de una forma que se viera bonito.

—¿Pego esto aquí? —preguntó mi hermano sacándome de mi ensimismamiento, él había inflado un globo y colocado al azar en la pared, no se caracterizaba por ser alguien paciente.

Ahora, nosotrosWhere stories live. Discover now