Como ver

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Me quedé a dormir con mi hermano, después de todo lo que había pasado estaba en modo garrapata, no quería volver a soltarlo.

A la mañana siguiente nos despertamos para irnos al trabajo, Gus me obligó a llevarme algo de comer, aunque me negué varias veces, me preparó un sándwich y cada uno se fue a cumplir con su jornada.

Parecía increíble pero aun pese a todo me pareció mejor el día, hacía mucho no me sentía tan optimista, el ruido de la construcción de al lado ya no me pareció tan molesto, a la recepcionista hasta casi me pareció verle una sonrisa, la pila de papeles no la vi tan alta hasta el sándwich que no era el fuerte de mi hermano me supo a un manjar.

Regresé de buen humor a la casa, aun no llegaba Gus, pero si estaba Leo y Andrés, mi estado de ánimo bajó de la nada.

—Hola—saludé con desgane.

—¡Enano! —gritó Leo y corrió a abrazarme—Gus ya me dijo que te quedarás con nosotros.

Asentí con la cabeza tratando de quitármelo de encima.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté a Andrés.

—A veces vengo a verlos, lo supieras si estuvieras presente. —respondió con frialdad, finalmente logré zafarme de Leo y me acerqué a la mesa a donde estaba platicando.

—Está bien, acuérdate de la parábola del hijo pródigo—le dijo Leo regresando a su asiento, Andrés soltó un leve bufido—lo importante es que ya está aquí.

—Bueno, por fin nuestra madre tendrá algo de paz. —expresó levantándose.

—Nombre, si yo he sido el mar de la serenidad todo este tiempo—le encaré con sarcasmo.

—No es como que ella te haya obligado a vivir lo que has pasado.

—No claro que no, fue por mi gusto salirme de mi casa para acabar a quien sabe dónde—ironice.

—Si tan solo fueras un poco más obediente.

—¿¡Si te acuerdas quien provocó este desmadre!? —mi tolerancia estaba llegando a cero.

—Eso solo fue la gota que derramo el vaso, tu solito te encargaste de llenarlo, nunca le has hecho caso a mamá.

—¡Bastante tengo con ella para también tú!

—Ya, tranquilos—intentó calmarnos Leo, pero lo ignoramos.

—¡A alguien tienes que escuchar!

—¡Muchas gracias por tu preocupación, pero por si no te has dado cuenta tengo tres hermanos más!

Ambos ya estábamos gritando no sabía a donde iba a llevar esta discusión, pero por suerte apareció Gustavo antes de que lo averiguara.

—Hasta allá fuera se oyen sus gritos.

— Acá Don perfecto que me vino a dar el sermón.

—¡Ni te sientas tan especial no vine a verte, solo vine para poder darle algo de tranquilidad a tu madre!

—Ya está bueno, los dos se calman—nos ordenó Gus con severidad, Leo había preferido huir yéndose al baño.

—Luego nos vemos—se despidió saliendo con brusquedad casi empujando a mi hermano que aún estaba en la puerta.

—Andrés.

—¡Ni me sigas Gustavo! —le gritó mientras se iba.

Solté un gran bufido sintiendo que la sangre me hervía, Andrés era a la única persona que podía enfrentar de esa forma, con mi madre o cualquier otra persona acababa llorando.

Ahora, nosotrosWhere stories live. Discover now