La memoria de los sentimientos

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Una vez que Ikki se fue, me pude encerrar en mí mismo, y tener más interacción con Braulio, hablábamos y mensajeábamos casi todo el día, ahora las típicas escenas de las películas románticas me hacían totalmente sentido , pese a ser un cliché así andaba todo el santo día pegado al teléfono , realmente era poco el tiempo en que nos habíamos dejado de ver , pero ya lo echaba en falta , y el leer su mensaje de buenos días u oír su voz antes de dormir ya eran parte de mi rutina , aunque estuviéramos en comunicación el resto del tiempo , esos dos momentos realmente se volvieron algo especial.

En lo que me restaba de tiempo libre me dediqué a alzar la casa, a sacar ropa que ya no me quedaba o ya no usaba, a lavar y reacomodar la cocina, además volví a retomar el recetario que mi mamá me había regalado, aún tenía recetas por probar.

Estaba tan entretenido que ni en cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, y fue de gran ayuda para no prestar atención de mi inquilino, ya ni en cuenta si llegaba o no, estaba enfocado en mis asuntos y en la relación con Braulio que cada vez era más cercana, lo que me comprobaba que lo único que necesitábamos era pasar tiempo juntos.

Cuando fue el día en que tenía que partir, lo acompañé en el camino a ratos por mensajes, a ratos por llamadas y si la señal estaba de nuestro lado por videollamada, hasta en algún punto dado entretuve a los niños porque comenzaban a desesperarse, me sentí parte de su familia.

Nunca imaginé que llegaría a tener esa dinámica con alguien, por lo que estaba siendo algo nuevo la experiencia que vivía con él, empezaba a entusiasmarme la idea del que iba a suceder cuando regresara.

Después de ese día reducimos el tiempo de hablar para que pudiera disfrutar de pasar el tiempo con los suyos por lo que pasaba casi todo el día en la cocina para entretenerme y evitar quedarme pensando.

Acabé mi détox mental realizando las compras Navideñas, este año con mi familia planeamos un intercambio entre todos, me había tocado Leo lo que hacía bastante fácil encontrar un buen regalo, cualquier cosa podría hacerlo feliz. Además, compré algunos juguetes para Iván pese al exceso de gente disfrutaba comprar en esta temporada.

Finalmente, mi hermana me hizo regresar un poco a la realidad dado que me insistía que fuera a verla, que no fuera tan malo como para esperarme hasta Navidad para ir, aunque faltaban muy pocos días en realidad. ya había hecho lo que me reconectaba conmigo mismo por lo que ya era momento de restablecer el contacto con mi familia.

Preparé unas mini tartas de frutas y con charola en mano me dirigí a la casa de mis padres sin previo aviso,

Una vez que llegué me quedé contemplando un momento la fachada, regresar ahí me hacía sentir que el tiempo no había transcurrido ya que todo parecía seguir igual, tenía la misma apariencia que cuando era niño, la diferencia solo podía notarla adentro cuando veía a sus habitantes y los que ya solo eran visitantes, me daba un poco de nostalgia, sin embargo, la sensación de regresar a mi hogar era como cuando te pones el suéter en una tarde fría.

Dado que tenía las manos ocupadas toqué como pude el timbre, tuve que tocar dos veces más porque nadie salía, empecé a temer que no hubiera nadie lo cual sería extraño porque usualmente siempre se quedaba alguien, finalmente escuché pasos arrastrándose hacia el portón, la puerta se abrió y mi hermana me recibió.

—¿Aun en pijama a las casi tres de la tarde? —cuestioné con una sonrisa apenas la vi, me miró como si no creyera que estuviera frente a ella y luego su cara se iluminó.

—¡Ali! —gritó con entusiasmo, de no ser porque traía las tartitas se me hubiera aventado a los brazos—¡No me avisaste! —exclamó.

—Quería sorprenderte—respondí, de repente su sonrisa fue desapareciendo.

Ahora, nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora