El tiempo está de mi lado

22 4 1
                                    

Los días siguientes fueron una locura total con la mudanza de Mariana, la fecha de su partida estaba cada vez más cercana y eso conllevaba a que todos estuvieran como olla a punto de hacer ebullición.

Aunque no estábamos en la casa en el mero origen del caos si estábamos siendo salpicados porque llegaban Mariana y Andrés en busca de un réferi, últimamente sus discusiones eran más intensas y serias, no entendíamos que le pasaba, pero parecía estar más irritable de lo normal mi hermano y si eso lo combinamos con la poca tolerancia que podía tener Boo con el nivel de estrés que tenía obteníamos como resultado una constante guerra que hasta Leo había tenido que intervenir en más de una ocasión.

Por mi parte me mantenía lo más alejado que podía, solo brindando mi apoyo en caso de ser requerido, no podía hacer más. Aun entre el ajetreo que había en la familia comencé a enfocarme en que es lo que haría ahora que me encontraba mejor en todos los aspectos, por suerte con lo de Mariana se habían relajado bastante conmigo y tenía más libertad de ir a donde quisiera.

Lo primero que retome fueron las clases de zumba, echaba de menos a las señoras, eran personas divertidas y siempre tenían un buen chisme que contar, además bailar era lo que más extrañaba, eso me subió bastante el ánimo.

Otra actividad a la que regresé fue ir a trotar, me hacía bien el aire fresco, estar de nuevo en la pista me hizo recordar de un pequeñísimo detalle que había olvidado, a mi compañero de trote, me lo encontré algunos días después de retomar, me acerqué a él y lo saludé con cierta reserva, Aitor en primer instancia me observó como si estuviera viendo al mismísimo Lázaro en persona.

—Vaya, estaba esperando saber dónde llevarte flores— comentó después de un momento.

—Solo era un pie torcido— respondí algo apenado— sucedieron muchas cosas y olvidé por completo conectarme al mundo.

—Lo noté —me miraba como un padre que se queda despierto toda la noche esperando noticias de su hijo.

—En verdad una disculpa.

—¿Entonces ya estas bien? — Cuestiono aun con esa mirada severa.

Di unos cuantos brincos como liebre para demostrárselo.

—¿Trotamos? —Negó con la cabeza para después sonreír.

—Vamos pues ¿Quieres contarme como has estado en estas semanas?

—¿No quieres tu contarme lo que has hecho? — Pregunté evadiendo responderle.

—Oh claro que sí, mi suegro apareció después de 10 años ¡10 años! — Recalcó y así comenzó a contarme todo lo que le había sucedido, quizás nuestras reuniones para trotar eran como los desayunos de las señoras, solo que un poco más redituable.

Poco a poco comencé a retomar mi vida, pero esta vez de una manera más tranquila, trataba de no estresarme por mis pocos ingresos y mi aparente falta de productividad, aunque me sentía mejor aún no me sentía del todo listo para enfrentarme a un trabajo y todo lo que conllevaba.

Finalmente, tras semanas de estrés, lágrimas y casi sangre llego el día en que mi hermana se iría, esa fue la última noche que pasó con nosotros, aunque Andrés no fue participe de esa velada. Por fortuna fue más tranquila que cuando fuimos al mar y esta vez Joaquín estuvo presente.

Comimos y vimos películas, aunque tratamos de mantenernos con la normalidad de siempre era inevitable notar en el ambiente cierta tristeza, nunca nos habíamos separado de Mariana, no de esta forma, no podía creer que ya no la tendría cerca y pasarían meses hasta volver a verla, no podía imaginarme la casa sin que estuviera ella.

Ahora, nosotrosWhere stories live. Discover now