Pequeñas Maravillas

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No podía sacarme de la cabeza en lo que resto de semana mis planes para Navidad pese a que la situación ya era más tranquila en muchos aspectos aun me ponía de nervios el pensar pasar esa fecha con mi familia, sin embargo, mi hermana me ayudó a disipar mis dudas.

Ya que mi trabajo no requería que cubriera un horario laboral de 8 horas como el de mis hermanos, la mayoría de las veces llegaba antes lo cual me daba el tiempo perfecto de hacer una comida abundante, eso estaba haciendo cuando llego Mariana entrando a la casa cantando a voz en cuello.

—¡Por tu maldito amoooor! No puedo terminar con tantas penaaas....

Me quedé perplejo con la olla en las manos contemplando el espectáculo.

—¿Quién te hizo tanto daño? —pregunté interrumpiéndola, ella se rio.

—Venia sonando esa en el camión y luego en la carnicería, creo que hoy no fue un buen día para el amor—respondió con una sonrisa.

—¿Qué te trae por aquí? —quise saber mientras me acercaba a ella a saludarla aun con la cazuela en las manos.

—Solo vine a darles la vuelta ¿No han llegado los demás? —negué con la cabeza.

—Quizás en una hora—Boo asomó la cabeza a mi olla.

—Mmm, guisadito—estuvo a punto de meter su manota por lo que se la retire de su alcance.

—¡No manoses mi comida!

—¡Es que huele delicioso!

—Espera un poco y te sirvo. —le reprendí no le quedo de otra que obedecer. Regresé a la cocina a terminar de cocinar mientras ella se fue al sillón. —¿Esperas a que lleguen o comes ahora? —pregunté una vez que estuvo lista la comida, Boo giró hacia a mí y se quedó pensando un momento.

—Si no llegan para las seis comemos.

—Bueno—dejé las cosas listas para la comida y fui con mi hermana—¿Hoy no ibas a salir con tu amiga?

—Se supone, pero ya encontró novio y lo prefirió, solo salí a dar la vuelta y ya vine para acá.

—¿Extrañas vivir aquí?

—Como no tienes idea, la ciudad es muy grande, hay demasiada gente, todo se atiborra horriblemente, aun no me adapto—admitió.

—No ha pasado ni un año es cuestión de tiempo.

—Supongo—dijo resoplando.

—¿Quieres que te enseñe la coreo que le estoy poniendo a las señoras? —Boo asintió entusiasmada.

Nos levantamos y puse música, pasamos el siguiente rato bailando lo cual fue muy divertido y agradable, desde siempre Mariana había sido mi compañera de baile aun antes de que siquiera se sostuviera por sí misma.

Cuando era bebé la cargaba y me meneaba con ella en brazos, mamá me regañaba diciendo que la iba a hacer vomitar, pero se dio cuenta que ella estaba encantada porque en cuanto me la quitaban comenzaba a llorar y extendía los brazos hacia mí por lo que acabó permitiéndomelo, apenas dio sus primeros pasos y ya me buscaba para que bailara con ella, era algo que compartíamos desde siempre.

Después de una buena sesión de baile que casi fue una clase más, nos dejamos caer en el sillón.

—Ya son más de la seis —observó hablando un poco entre cortado por la falta de aire.

—¿Quieres ya comer? —pregunté hablando de la misma forma.

—Piedad, el ejercicio me alborotó el hambre de todas mis vidas pasadas.

Ahora, nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora