Haria lo que fuera

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Me hubiera gustado que siguieran con su relajo, no quería quedarme solo con mis pensamientos, pero tras acabar el efecto del alcohol que tenían en sus cuerpos el silencio reino en el patio, quizás se oían algunos grillos, carros a lo lejos y el ruido general de una ciudad, sin embargo, no era lo suficiente como para callar mi mente.

Estuve un largo rato despierto, mirando el cielo repasando lo que acaba de pasar hacia apenas unas horas atrás en ese antro, lo que había hecho con esa persona, hasta que llegué a un punto que no supe si me dormí, más bien estuve en una especie de trance del cual salí gracias a un aullido, gritos y que comencé a sentir mojado, abrí los ojos con brusquedad.

—¡Abuela! —escuché que se quejaba Oscar que estaba a mi derecha.

—Frío, frío—murmuraba mi hermana.

Me senté mirando mi entorno, el sol no ayudaba a enfocar

—Ay lo siento niños, olvidé que estaban aquí—dijo la voz de Tita, con mi mano me tapé del sol y pude verla sosteniendo una manguera sonriendo con nada de inocencia.

Ikki comenzó a correr alrededor de ella sacudiéndose

—¡Tu perro, deja de sacudirte! —lo regañó amenazándolo con la manguera.

—¡Eso le pasa por mojarnos! —exclamó mi amigo levantándose, sacudiéndose igual que su mascota.

—Mire chamaco, diga algo más y lo mojo—acto seguida Tita le aventó un chorro a los pies.

—¡Tita! —grito brincoteando, Mariana seguía sentada mirando a la nada como cargando sus 22 años de vida.

—Ya está bien, pasen a secarse—nos dijo la señora que aun conservando esa sonrisa traviesa.

Obedecimos, tampoco es que nos haya dejado como sopa, solo nos salpicó lo suficiente como para revivir.

—¿Qué se supone que me pondré? —cuestionó mi hermana una vez adentro de la casa.

—Pame dejo ropa, algo te debe quedar, aunque ella está un poquito más ancha—respondió Oscar observándola.

—Si te oye decir eso, no llegas a tu próximo cumpleaños—comenté con una sonrisa.

—Amárrame la lengua cuando este cerca entonces—respondió riendo. Fuimos al cuarto donde dormía Ikki, en el closet encontramos varias prendas de su prima.

—Es como tener una hermana—exclamó emocionada Boo—siempre quise compartir ropa, así como mis amigas, pero ya vez no más tuve 4 hermanos—se lamentó.

—Bien que nos quitabas nuestra ropa—observé.

—No es lo mismo, Ali.

—Tiene un punto—admitió Oscar— una cosa es quitar la ropa y otra muy diferente intercambiar, Pamela muchas veces me quito playeras y sudaderas, pregúntame si volví a saber de ellas.

—Es para no extrañar a la persona, y porqué se siente muy a gusto usar ropa amplia.

Dejamos de conversar para que mi hermana se cambiara mientras nosotros nos fuimos al cuarto de Oscar para hacer lo propio. Una vez que quedamos cómodos y secos, bajamos a la primera planta donde Mariana ya estaba con Tita platicando y preparando el desayuno.

—Tu hermana es un encanto, pero qué manera de conocerla—me dijo Tita apenas aparecimos en la cocina.

—Perdone porque me haya conocido de esa manera, le juro que no soy así.

—Ja—solté por lo bajo burlándome de ella.

—No me ayudes hermanito—musitó entre dientes.

—Mira tú chamaco que también tienes lo tuyo—intervino la abuela.

Ahora, nosotrosWhere stories live. Discover now