Capitulo 3

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Esa semana, me percaté de la presencia de Lucca en los pasillos del instituto casi todos los días. Ahora que sabía quién era, empecé a verlo por todas partes.

—Es el fenómeno Baader-Meinhof, o fenómeno de ilusión de frecuencia —me comentó Gonzi cuando hablé de ello durante el almuerzo—. Mi hermano me lo explicó hace poco. Ni siquiera sabes que existe algo, hasta que te enteras de lo que es y comienzas a verlo por todos los lados. —Mi amiga se quedó pensativa un instante—. ¡Vaya! Creo que estoy experimentando un fenómeno Baader-Meinhof sobre el propio fenómeno Baader-Meinhof.

—¿También ves a Lucca por todos lados? —pregunté. No sabía si había entendido del todo lo que me había explicado. Ese mismo día, un poco antes, me lo había encontrado al salir de clase de español. Estaba hablando con Carolyn Bean cerca de la taquilla
de ella. Carolyn Bean era la capitana del equipo de fútbol femenino.
Siempre llevaba el pelo rubio recogido en un moño con una diadema. Jamás la había visto sin brillo labial. Si ese era el tipo de chica que le gustaba a Lucca, no tenía ninguna posibilidad.

—No más de lo normal —respondió Gonzi—. Pero siempre veo mucho a Lucca. Va conmigo a clase de álgebra.

—¿Sois amigos?

—En realidad, no —dijo el—. Pero es un chico muy majo. Deberías presentarte y hablar con él.

—Eso es una locura. No puedo llegar y ponerme a hablar con él como si nos conociéramos de toda la vida.

—Claro que puedes.

Negué con la cabeza y aparté la mirada.
—No digas tonterías.

—Eres tú la que dice tonterías. Es un chico de nuestra clase. No Keanu Reeves.

Si pudiera hablar con Lucca Lerner, me daría igual Keanu Reeves.

—No puedo presentarme sin más, es una locura —sentencié.

Después recogí mi bandeja y me dirigí al cubo de la basura. Gonzi me siguió.

—Está bien. Pero es un chico muy majo.

—¡No me digas eso! —exclamé—.Así me siento peor.

—¿Prefieres que diga que es un imbécil?

—¡No lo sé! —me quejé—. No sé qué es lo que quiero que digas.

—Estás siendo un poco insoportable —comentó mi amigo, sorprendido.

—Ya lo sé, ¿vale? Es solo que… Vamos. Te invito a un paquete de galletas.

En aquella época, un paquete de setenta y cinco centavos bastaba para compensar mi mal comportamiento. Así que fuimos al mostrador, me metí la mano en el bolsillo y conté el dinero que me quedaba.

—Tengo justo un dólar con cincuenta —dije, mientras seguía a Gonzi al final de la fila—. Nos da para un paquete para cada uno. — Alcé la vista y vi a mi amigo con los ojos abiertos de par en par—. ¿Qué pasa?

Me hizo un gesto con la mirada.

Lucca Lerner estaba delante de nosotros. Llevaba unos vaqueros oscuros, una camiseta de Smashing Pumpkins y un par de Converse One Stars negras. E iba de la mano de Carolyn Bean.

Gonzi me miró e intentó medir mi reacción. Yo me limité a mirar hacia delante, como si no me importara en absoluto.
Y entonces me fijé en que Carolyn Bean soltaba la mano de Lucca, se metía la suya en el bolsillo, sacaba un tubo de bálsamo labial y se lo aplicaba en los labios.
Como si no tuviera bastante con que le diera la mano, encima tenía que ser testigo de su audacia al soltarla.
En ese momento la odié con todas mis fuerzas. Odié a esa estúpida jugadora de fútbol, con su diadema en la cabeza y su bálsamo labial con sabor a Dr. Pepper.
Si Lucca terminaba agarrándome de la mano alguna vez, no se la soltaría nunca. Jamás de los jamases.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now