Capitulo 16

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Me dirijo al aparcamiento del aeródromo y me doy cuenta de que está vacío. Llego dieciocho minutos antes.
Me revuelvo inquieta dentro del coche, sin saber cómo controlar toda esa energía nerviosa que siento en mi interior. Entonces mi teléfono se pone a vibrar y a sonar. Miro la pantalla y veo la cara de Gonzi en ella.
Respondo.

—¿Cómo lo llevas? —pregunta antes de que me dé tiempo a saludarla.
—No lo sé —respondo.
—¿Ha llegado ya?
—En breve. Debería aterrizar en un cuarto de hora.
—¡Jesús! —exclama él.
—Dímelo a mí.
—¿Qué puedo hacer?

Esa es la forma que tiene Gonzi de entrar en acción. «¿Qué puedo hacer?». Es una cualidad maravillosa en un amigo. Significa que siempre lavará los platos cuando se quede en tu casa. Que siempre te mandará el regalo perfecto y te llamará en el momento oportuno.
Pero en una situación como esta se siente impotente. Porque no hay nada que pueda hacer para ayudar.
Nada.
Las cosas simplemente son… como son.

—¿Puedo al menos mandarte algunas flores? —pregunta.

Sonrío.

—No creo que las flores vayan a ayudarme a lidiar con el hecho de que tengo un marido y una prometida al mismo tiempo — respondo.
—Lo que dices es una tontería—comenta—. Las flores vienen bien para todo.

Me río.

—Gracias por hacerme reír en un momento como este.

—Gracias a ti por creer que hacer una broma sobre una cosa tan seria es apropiado —dice él—. Tracey no piensa lo mismo.

Tracey es la novia de Gonzi. Reconozco que es una pareja a la que no le encuentro ningún sentido. Tracey es seria y culta, y suele corregir la gramática de la gente cuando habla. Es delgada, elegante y majestuosa. Mientras que la mejor parte de Gonzi, al menos para mí, siempre ha sido que dice lo primero que se le ocurre, come lo que le pongan delante e intenta hacer cualquier cosa que le propongas.

Calle lo explica de la forma más sencilla: que los polos opuestos se atraen. Pero a mí hay algo que no termina de cuadrarme. Al final, Calle siempre me dice, por lo menos, una vez al mes: «¿En serio tenemos que estar hablando tanto sobre Gonzi y Tracey?».

—¿Crees que Lucca está bien? —me pregunta Gonzi—. A ver, ya sé que está vivo y lo suficientemente sano, ¿pero y si se ha vuelto loco? ¿A ti no te pasaría después de tres años sola? Seguro que se ha pasado todo el tiempo alimentándose de cocos y hablando con pelotas de voleibol.

—Esto no me está ayudando —le digo—. Más bien todo lo contrario.

—Lo siento. Ya me callo.
—No. No te calles. Solo deja de hablarme de las probabilidades de que mi marido no esté bien de la cabeza. Cuéntame cualquier otra cosa. Todavía me queda algo de tiempo hasta que llegue todo el mundo y me temo que, si tengo que pasarlo sola, seré yo la que termine mal de la azotea.

Gonzi se ríe.

—Como te he dicho, sabes mantener el sentido del humor en situaciones de crisis.

—No estaba bromeando —le aseguro.

Y entonces ambos nos echamos a reír porque lo más divertido de todo esto es precisamente eso, ¿verdad? Lo serio que es el asunto, la poca gracia que tiene.
Justo cuando me estoy riendo con más ganas, veo un todoterreno blanco entrar al aparcamiento y sé, antes incluso de ver quién lo conduce, que son los padres de Lucca.

—Bueno —le digo—, tengo que irme. Francine y Joe ya están aquí.

—¡Oh, Dios mío! —comenta Gonzi—. ¡Qué situación más embarazosa!

—Sí, un poco —digo mientras apago el motor.

—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ellos?

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now