Capitulo 12

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Cuatro meses y medio después de que empezáramos a salir, le dije a Calle que la quería. Ella me lo había dicho unas semanas antes y me advirtió de que no hacía falta que yo también se lo dijera, al menos no de momento. Me confesó que había estado colada por mí en el instituto, que se enamoró perdidamente de mí el primer día que me vio en la librería. Me reveló que parte de la razón por la que se había ido de Acton sin despedirse, el verano en el que empezó la universidad, fue porque sabía que estaba con Lucca, y que ya no tenía ninguna posibilidad conmigo.

—Lo que te quiero decir con esto es que estoy acostumbrada a amarte, incluso sin saber si tú me quieres a mí —me había explicado—. Que lo veo como montar en bici. Y que puedo seguir haciéndolo un poco más, si eso es lo que necesitas.

Yo se lo había agradecido enormemente, porque eso era precisamente lo que necesitaba.

No era que no la amara. Estaba enamorada de ella. Sabía que quería a Calle antes incluso de decírselo. Pero no podía pronunciar las palabras. No estaba preparada para reconocer el cambio que ya se había producido. No estaba lista para dejar la palabra «esposa» y aferrarme a la palabra «novia».

Pero esa noche, cuatro meses y medio después, mientras estábamos en mi cama, desnudas, acariciándonos enredadas en las sábanas y mantas, me di cuenta de que, aunque no estuviera preparada para la verdad, eso no la hacía menos cierta.

—Te quiero —le dije en la oscuridad, sabiendo que esas palabras solo podían llegar a sus oídos.

Me agarró la mano y me la apretó.

—Lo sospechaba —repuso ella.

Por su tono de voz, supe que estaba sonriendo.

—Siento no haber podido decírtelo hasta ahora.

—No pasa nada —me tranquilizó—. Lo entiendo.

Calle siempre sabía lo que de verdad importaba. Nunca parecía estancarse en trivialidades. Daba prioridad al meollo de la cuestión, en vez de a los detalles. Prestaba más atención a las acciones que a las palabras. Ya no me gustaba dormir en mi propia cama sin ella. Siempre le daba la mano en el cine. Me pasaba todo el día esperando para verla solo para besar ese punto suave que tenía cerca del ojo, donde las arrugas empezaban a formarse.

Calle sabía que estaba locamente enamorada de ella. Así que no le importaba que necesitara tomarme mi tiempo para decírselo. Y eso hacía que la amara más todavía.

—Es solo que, a veces, me cuesta no asociar el seguir adelante con olvidar el pasado —expliqué.

—Si te sirve de ayuda —dijo ella mientras se acercaba un poco más a mí. Mis ojos se estaban adaptando a la oscuridad y pude ver el brillo de su piel—, no espero que dejes de quererlo solo porque me amas.

Tendría que haberle sonreído o besado. Haberle dicho lo mucho que agradecía su generosidad y altruismo. En vez de eso, me puse a llorar con tal intensidad que la cama empezó a temblar.

Calle me abrazó, me besó en la coronilla y dijo:

—¿Te parece bien si te digo algunas otras cosas en las que he estado pensando?

Asentí con la cabeza.

—Creo que tú y yo tenemos algo que puede durar mucho tiempo, Poché. Puede que ya lo supiera cuando estábamos en el instituto, y quizá fue por eso por lo que me colé tanto por ti. Pero contigo me siento más yo misma que con nadie. Y no lo siento solo ahora, siempre lo he sentido. Ahora, por primera vez en mi vida, estoy empezando a experimentar lo que es madurar con alguien, y no solo al lado de alguien, como me pasó con Aisha. No me preocupa nuestro futuro, como creí que estaría cuando volviera a enamorarme. Me siento bien simplemente estando contigo y ver adónde nos lleva todo esto. Solo quiero que sepas que, si al final esto dura, y un día nos planteamos casarnos o tener hijos, nunca intentaré reemplazar a Lucca. Nunca te pediré que dejes de quererlo. Puedes amar tu pasado con él. Eso no supone ninguna amenaza al amor que siento hoy por ti. Quiero que sepas que nunca te pediré que elijas. Jamás te pediré que me digas que soy el amor de tu vida. Porque sé que eso no sería justo para ti. Y nunca te lo pediré.

Me quedé callada un momento, asimilando todo lo que me había dicho. Calle pasó el brazo por debajo de mi cuerpo y me abrazó con fuerza. Me olió el pelo. Me besó en la oreja.

—He estado pensando en esto durante un tiempo y quería decírtelo. Eso es todo.

Dejé de llorar y tomé una profunda bocanada de aire. La habitación olía a sudor y a sueño. La cama que teníamos bajo nosotros era suave y segura. Había encontrado a una persona que me entendía y me aceptaba por completo, que era lo suficientemente fuerte para no preocuparse por el lugar en mi corazón que ocupaba mi antiguo amor.

—Te quiero —volví a decirle. Y en esta segunda ocasión, las palabras salieron de mi boca con menos esfuerzo.

—Yo también te quiero —dijo ella—. Quiero todo lo que eres. Y siempre lo he hecho.

Me puse de costado para mirarla, con las manos debajo de la cabeza. Ella también se volvió hacia mí. Nos miramos la una a la otra y sonreímos.

—Estoy tan feliz de tenerte en mi vida... —dije—. No sé qué he hecho para merecerte.

Calle sonrió.

—Piensa en todas las personas que hay en el mundo —comentó, metiéndome un mechón de pelo detrás de la oreja—. Pues yo he tenido la suerte de encontrarte dos veces.

—Piensa en todas las mujeres que intentan comprarse un piano —dije yo —. Pues yo fui la que consiguió dar contigo.

Calle se rio.

—Date la vuelta, ¿quieres? —Calle solía decir eso cuando quería acurrucarse junto a mí, cuando quería sentir mi cuerpo contra el suyo. Así que hice lo que me pedía con mucho gusto.

—Buenas noches, cariño —dijo. Sentí su aliento dulce y mentolado.

—Buenas noches —respondí. Y luego añadí—: No sé cómo he podido tener tanta suerte.

Y lo dejé ahí. No dije el resto de la frase que me había venido a la cabeza.

No sé cómo he podido tener tanta suerte de teneros a ambos. A los dos amores de mi vida.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now