Capitulo 8

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Calle y Poché
O cómo recomponerse

Cuando pierdes a alguien a quien amas, es difícil imaginar que alguna vez te sentirás mejor. Que algún día serás capaz de estar de buen humor solo porque hace buen tiempo o el camarero de la cafetería de la esquina recuerda cómo te gusta el café.

Pero sucede.

Si tienes paciencia y te esfuerzas por lograrlo. Comienza con algo sencillo, como respirando de nuevo el aire de Massachusetts. Tu alma recupera algo de energía cuando ves las calles y las fachadas de ladrillo rojo de Boston, cuando llegas al camino de entrada de la casa de tus padres y regresas a tu antigua habitación.

Tu entereza emocional se fortalece mientras duermes en la cama de tu infancia, desayunas las tortitas de tu madre y te escondes de la mayor parte del mundo.

Te pasas todo el rato viendo el Canal de Viajes y te aburres tanto que pillas una novela de la pila de libros que hay en tu habitación; unos libros que tus padres te llevan regalando desde hace años y que te has negado a abrir hasta ahora.

Lees uno de ellos hasta la última página, solo para descubrir que el marido muere al final. Lanzas el libro por los aires y rompes la lámpara de la mesita de noche. Cuando tu madre entra en tu habitación esa noche, le cuentas lo que ha pasado y le pides recomendaciones de libros donde no muera nadie.

Dos días después, te encuentras a tus progenitores en la sala de estar, con un montón de novelas en la mesa del sofá. Están echándoles un vistazo para asegurarse de que todos los personajes permanezcan vivos hasta el final de la historia. Esa noche, tienes una nueva pila de libros para leer y abres el primero, confiando en que no te vas a volver a desmoronar.

Es la primera vez en mucho tiempo que te sientes segura.

Vale se entera de que está embarazada de gemelas. Estás deseando comprarles un par de pijamas iguales, pero no quieres salir de casa. Así que los adquieres por internet y haces que se lo envíen a su casa. Cuando desde la web te piden que escribas un mensaje personalizado, sabes que deberías felicitarla y usar un montón de signos de exclamación, pero no te sale de dentro. No puedes hacer gala de un entusiasmo que ni siquiera eres capaz de escribir. De modo que solo pones: «Para mis pequeñas sobrinas».

Tu madre llega a casa con una lámpara de cabecera nueva, hecha especialmente para leer. Tiene un brazo que sale de la base y pasa por encima de tu cabeza, cerniéndose justo sobre las páginas.

Esa semana, te lees tres libros de la pila gracias a la luz que entra por la ventana durante el día y a la lámpara que cuelga sobre ti por la noche.

Nacen tus sobrinas. Las llaman Sophie y Ava. Las sostienes en brazos. Son preciosas. Te preguntas cómo es posible que Vale tenga todo lo que siempre ha querido y tú… tú hayas terminado así.

Sabes que eso tiene un nombre: autocompasión. Pero te da igual.

Gonzi viene desde Chicago para verte. Todo el mundo cree que dormirá en casa de sus padres, pero sientes un alivio enorme cuando te dice que prefiere hacerlo en un colchón en el suelo de tu habitación. No te pregunta cómo estás porque sabe que no hay respuesta posible. En vez de eso, te comenta que está pensando en dejar la cafeína y consigue que la ayudes a espiar por Facebook al hombre con el que está empezando a salir. Te sientes menos sola con ely, lo que supone un bienvenido consuelo a la abrumadora soledad que te consume casi todo el tiempo. Cuando hace las maletas para regresar a Chicago, le dices de broma que te esconda en una de ellas para irte con él. Gonzi te responde:

«Puede que todavía no te hayas dado cuenta, pero este es un buen lugar para ti».

Un día, los recuerdos que asolan cada rincón de tu pueblo y de tu casa, los recuerdos de donde tú y Lucca os conocisteis y os enamorasteis cuando erais adolescentes, comienzan a parecer menos abrumadores y crees que puedes lidiar con ellos. Así que sales de casa.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now