Capitulo 28

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Dos amores verdaderos
O cómo reconciliarse con la verdad del amor.

Lucca y yo casi hemos llegado a New Hampshire cuando volvemos a hablar. Hasta ahora, solo hemos escuchado la radio, cada uno sumido en sus pensamientos durante la última hora y media.
Yo he pensado sobre todo en Calle.
En lo rápido que le crece el cabello, en que se nota que le saldrán canas pronto, en las ganas que tengo de volver a pasar las tardes sentada con ella al piano.
Espero que cuando le diga que es a ella a quien amo, me crea.
Ha sido duro, pero por fin he descubierto quién soy y qué es lo que quiero. De hecho, nunca he tenido tan clara y cristalina mi identidad.

Soy María José Garzòn.
Librera. Hermana. Hija. Tía. Pianista aficionada. Una enamorada de los gatos. De Nueva Inglaterra. Y la mujer que quiere casarse con Daniela Calle.

Eso no significa que haya llegado hasta aquí sin dolor ni tristeza.
Todavía tengo que afrontar una pérdida.
Sé, en lo más profundo de mi alma, que en el momento en que salga de este coche, cuando Lucca me deje y se despida, sentiré como si me estuviera partiendo por la mitad.
Me sentiré igual que cuando tenía nueve años y mi madre me llevó a hacerme los agujeros en las orejas por mi cumpleaños.
La fiesta fue esa misma noche. Llevaba un vestido azul que había escogido yo misma. Mi madre y yo elegimos unos aros de zafiro a juego. Me sentía muy mayor.
La mujer me puso la pistola en la oreja derecha y me dijo quebquizá me dolería. Yo le contesté que estaba lista.
Y cuando el perno me atravesó, me quedé conmocionada. No supe qué era peor: si la presión de la pistola, el dolor del pinchazo o el escozor de la reciente herida.
Me estremecí y me quedé con los ojos cerrados un rato. Mi madre y la mujer me preguntaron si me encontraba bien y yo solo respondí:
«¿Puede hacerme el otro agujero ya, por favor?».

Y en ese momento, ese dolor, esa sensación de saber exactamente lo que venía después y que sería horrible, es lo mismo que me destroza ahora por dentro.
Sé lo mucho que me va a doler perder a Lucca. Y estoy aquí, en este coche, esperando a que vuelvan a abrirme la herida.

—Cuando mis padres se hagan a la idea —dice Lucca mientras nos acercamos a la frontera del estado—, y sepa que estarán bien cuando me vaya, regresaré a Santa Mónica.

—¿Así que Santa Mónica? ¿No te apetece más ir a San Diego o al condado de Orange?

Lucca niega con la cabeza.

—Creo que Santa Mónica es mi lugar. Pensaba que tú y yo pasaríamos el resto de nuestras vidas allí. No supe muy bien qué hacer cuando me enteré de que habías vuelto a Acton pero, ¿sabes qué?, creo que me irá bien volver yo solo. —Lo dice como si, al dejarme ir, también se hubiera liberado de otras cosas.

—Si al final te vas, ¿nos mantendrás al tanto de tu vida?

—No tengo ninguna intención de permitir que nadie vuelva a ignorar por completo dónde y cómo me encuentro.

Sonrío y le aprieto la mano durante un instante. Miro por la ventana y observo el paisaje de los árboles desnudos y las señales de tráfico.

—¿Y tú? —pregunta Lucca después de un rato—. ¿Vas a casarte con Calle y vivir aquí para siempre?

—Sí, si todavía quiere casarse conmigo —respondo.

—¿Por qué dices eso? ¿Por qué no iba a querer hacerlo?

Me pongo a juguetear con las salidas de la calefacción de mi lado del coche, intentando que el aire caliente me apunte de lleno.

—Porque le he hecho pasar un infierno —explico—. Y porque últimamente no he sido la prometida más fácil del mundo.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now