Capitulo 25

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Ha pasado más de una hora y Lucca todavía no ha vuelto. Me levanto y miro por la ventana para ver si sigue dentro del coche.
Está sentado en el asiento del conductor con la cabeza gacha.
Echo un vistazo alrededor de la parte delantera de la casa. El calor del sol ha empezado a derretir parte de la nieve. A lo lejos, la carretera parece, aunque no despejada del todo, sí un poco transitable. Si quisiéramos, podríamos marcharnos de aquí ahora
mismo. Solo tendríamos que quitar un poco de nieve con la pala.

Pero supongo que Lucca no tiene ninguna prisa por encerrarse en un coche conmigo.
Vuelvo a fijarme en el coche y lo veo moverse en su asiento. Está mirando el interior de mi sobre. Viendo las fotos, leyendo las notas, incluso el artículo del Beacon que hablaba sobre su desaparición.
No debería mirarlo. Debería darle la privacidad que buscaba cuando salió de la cabaña, pero no puedo evitarlo.
Veo un sobre blanco en sus manos.
Sé exactamente lo que es.
La carta que escribí para despedirme de él.
Juguetea con el sobre, girándolo de un lado a otro, intentando decidir si lo abre o no. Se me acelera el corazón.
Pongo la mano en el pomo de la puerta, lista para salir corriendo y detenerlo, pero no lo hago. En su lugar, vuelvo a mirar por la ventana.
Contemplo cómo mete un dedo debajo de la solapa y lo abre.
Me aparto de la ventana, como si me hubiera visto. Sé que no lo ha hecho, pero tengo miedo.

Va a leer esa carta y todo se pondrá peor. Será la prueba que necesita de que me olvidé de él, de que renuncié a nosotros, de que me di por vencida con él.
Vuelvo a acercarme a la ventana y veo cómo la lee. Se queda mirando la página durante mucho tiempo. Luego la deja y mira por la ventanilla. Pero entonces vuelve a centrarse en la carta y la lee por segunda vez.
Después de un rato, abre la puerta del coche. Yo me alejo corriendo de la ventana y me siento en el sofá, fingiendo que he estado aquí todo el tiempo.
Nunca debí escribir esa maldita carta.
La puerta de entrada se abre y ahí está Lucca. Mirándome fijamente, con la carta en la mano, inmóvil y sorprendentemente tranquilo.
Escribí esa carta para dejarlo ir. Es imposible ocultar ese hecho.
De modo que, si esa es la prueba que está buscando para demostrar que he sido una esposa horrible, una mala persona, un alma infiel… Bueno, entonces supongo que ha obtenido lo que quería.

Pero la reacción de Lucca me pilla completamente desprevenida.

—¿Qué es eso de perder la cabeza en la azotea? —pregunta con calma.

—¿Qué?

Me ofrece la carta como si nunca la hubiera leído. Me levanto y se la quito. La abro, aunque ya sé lo que dice.
La letra parece apresurada. Al final, se ve que hay manchas de tinta donde el papel se mojó. Por las lágrimas, obviamente. No puedo evitar volver a leerla, verla con nuevos ojos.

Querido Lucca:

Hace más de dos años que te fuiste, pero no ha pasado ni un solo día en el que no haya pensado en ti.
A veces, recuerdo tu olor salado cuando venías de nadar del mar. O me pregunto si te habría gustado una película que acabo de ver. Otras veces solo pienso en tu sonrisa. O en las arrugas que te habrían salido en los ojos y me enamoro un poco más de ti.
Pienso en cómo me tocarías. En cómo te tocaría. Pienso mucho en eso.
Tu recuerdo me dolía mucho al principio. Cuanto más pensaba en tu sonrisa, en tu olor, más me dolía. Pero me gustaba torturarme a mí misma.
Me gustó ese dolor porque ese dolor eras tú.
No sé si hay una forma correcta o incorrecta de atravesar el luto. Lo único que sé es que perderte me destrozó de una forma que jamás creí posible.
Sentí un dolor que ni siquiera creía que fuera humano.
Hubo momentos en los que llegué a perder la cabeza. (Digamos que uno de esos momentos ocurrió en nuestra azotea.)
Otros, estuve a punto de romperme por completo.
Pero ahora me siento feliz al decir que he llegado a un punto en el que tu recuerdo me produce tanta alegría que me hace sonreír.
También me enorgullece poder decir que soy más fuerte de lo que me imaginaba.
He encontrado un sentido a la vida que jamás habría esperado.
Y últimamente también me he vuelto a
sorprender al darme cuenta de que estoy lista para seguir adelante.
Llegué a pensar que el luto sería crónico, que lo único que podría hacer sería agradecer tener días buenos para poder sobrellevar los malos. Pero luego empecé a pensar que quizá los días buenos no tenían por qué ser solo días; que tal vez podían ser buenas semanas, buenos meses,
e incluso buenos años.
Ahora me pregunto si el luto no es como un caparazón.
Un caparazón que usas durante mucho tiempo, hasta que un día te das cuenta de que lo has superado y te lo quitas.
Eso no significa que quiera olvidarme de tus recuerdos o del amor que siento por ti. Solo que quiero dejar de lado la tristeza.
Nunca te olvidaré, Lucca. No quiero y no creo que sea capaz de hacerlo.
Pero sí creo que puedo deshacerme del dolor.
Que puedo quitármelo de encima, dejarlo en el suelo y seguir avanzando. Que tal vez pueda visitarlo de vez en cuando, pero sin llevarlo conmigo todo el tiempo.
Y no solo creo que pueda hacerlo, sino que necesito hacerlo.
Te llevaré en mi corazón siempre, pero no cargaré con tu pérdida más tiempo. Si lo hago, nunca volveré a estar alegre en la vida. Y me derrumbaré bajo el peso de tu memoria.
Necesito mirar hacia delante, hacia un futuro en el que tú ya no estarás, en vez de regresar una y otra vez a un pasado lleno de lo que tuvimos.
Tengo que dejarte marchar y pedirte que me dejes seguir avanzando.
Estoy convencida de que, si me esfuerzo, podré llevar la vida que siempre quisiste que tuviera.
Una vida feliz. Una vida plena. En la que amo y soy amada.
Necesito tu permiso para poder amar a otra persona. Siento muchísimo que nunca podamos tener el futuro del que tanto hablamos. Habríamos tenido una vida maravillosa.
Pero ahora voy a salir al mundo con el corazón abierto. Y voy a ir adonde quiera que la vida me lleve.
Espero que sepas lo hermoso y liberador que fue amarte cuando estabas aquí.
Fuiste el amor de mi vida.
Tal vez sea egoísta por mi parte querer más; quizá sea una avariciosa por pretender tener otro amor como el nuestro.
Pero no puedo evitarlo.
Es lo que quiero.
Así que he decidido tener una cita con Daniela Calle. Quiero pensar que es una persona que te gustaría para mí, a la que darías el visto bueno.
Pero también quiero que sepas, en caso de no te haya quedado claro, que nadie conseguirá reemplazarte nunca. Lo único que deseo es un poco de amor en mi vida, Lucca.
Por eso, te pido tu permiso para salir a buscarlo.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now