Capitulo 5

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–Maria José, ¿podrías darte la vuelta?

—¿Qué?

—¡Solo date la vuelta, por el amor de Dios!

Y eso fue lo que hice… para encontrarme a Lucca detrás de mí, en una playa de arena de Malibú, California, sosteniendo un pequeño anillo de rubí. Habían pasado nueve años desde nuestro primer beso en la comisaría de Acton.

—Lucca… —dije.

—¿Quieres casarte conmigo?

Me quedé sin palabras. Pero no porque me estuviera pidiendo matrimonio. Teníamos veinticinco años. Llevábamos juntos toda nuestra vida de adultos. Ambos nos habíamos ido a vivir al otro lado del país para estudiar en la Universidad de Los Ángeles. Cursamos el tercer año de carrera en Sídney, Australia, y después de graduarnos, viajamos cinco meses de mochileros por Europa.

Y nos construimos una vida en Los Ángeles, lejos de Garzòn Books y de los quinientos metros estilo libre. Lucca se convirtió en asistente de producción de documentales de naturaleza; un trabajo con el que podía viajar tan lejos como a África, o tan cerca de casa como al desierto de Mojave.

Yo, en un giro de los acontecimientos que pareció enfurecer a Vale, terminé convirtiéndome en escritora de viajes. Durante mi segundo año en la universidad, descubrí una asignatura llamada Literatura de viajes que se impartía en la facultad de Periodismo. Me dijeron que era muy difícil entrar en esa clase. De hecho, el profesor solo admitía a nueve alumnos por curso. Pero si conseguías entrar, subvencionaban un viaje a un lugar distinto cada año. El año que yo estuve tocó Alaska.

Nunca había estado en Alaska. Y sabía que no podía permitirme ir por mi cuenta. Pero no tenía ningún interés en escribir.

Fue Lucca el que acabó convenciéndome para que me presentará. 

Con la solicitud tenías que incluir un texto de dos mil palabras sobre cualquier ciudad o pueblo del mundo. Yo escribí un artículo sobre Acton. Hablé de su rica historia local, de su sistema escolar, su librería… En general, intenté ver mi hogar a través de los ojos de mi padre y plasmarlo en un papel. Me pareció un pequeño precio a pagar por un viaje a Alaska.

El artículo era bastante malo. Pero ese año solo se postularon dieciséis candidatos, y por lo visto hubo otros siete textos peores que el mío.

Alaska me gustó. Fue la primera vez que salía de Estados Unidos y, para ser sinceros, tengo que reconocer que no todo fue tan bueno como me lo esperaba. Pero, para sorpresa de todos, descubrí que lo que más me fascinó, más incluso que estar allí in situ, fue escribir sobre ella.

Decidí hacer Periodismo e hice todo lo posible para mejorar mi técnica descriptiva y los enfoques de mis entrevistas, y seguí los consejos de la mayoría de mis profesores.

Dejé la universidad siendo escritora.

Lo que supe que carcomería por dentro a Vale.

Yo era la escritora de la familia mientras que ella se había quedado en Acton, llevando la librería.

Había tardado un par de años en encontrar un trabajo con el que viajar, pero a los veinticinco años era editora adjunta de un blog de viajes, con un salario ínfimo, aunque con el lujo de haber visitado cinco de los siete continentes.

El inconveniente era que Lucca y yo apenas teníamos dinero.

Estábamos a punto de cumplir los veintiséis y ninguno de los dos tenía seguro médico, y alguna que otra noche seguíamos cenando galletitas saladas con mantequilla de cacahuete.

The Two Loves Of My Life (Adaptación Caché)Where stories live. Discover now