Capítulo 8- Recuerdos

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Sentado delante de una mesa llena de documentos de su secta, Lan WangJi se distrajo, recordando lo ocurrido diez años atrás, cuando entró por las puertas de la que ahora era la secta WeiLan, con su pequeño y débil hijo, y Yin Pei, como única compañía.

Arrastraba una maraña de emociones con él: a pesar de que había abandonado la secta Lan por voluntad propia, y que su resentimiento hacia sus familiares era muy grande, se sintió solo, como tantas veces a lo largo de su vida: la primera fue cuando su madre no había salido a recibirlo, como lo hacía todos los meses, cuando le daban autorización para visitarla. La segunda, cuando su hermano le dijo que Wei Ying había muerto. Desde entonces, cada vez que tenía que abandonar un lugar en donde se había afincado, como el pueblo o esa misma residencia, la terrible sensación volvía a abrumarlo.

SiZhui se había transformado en su único motivo para seguir adelante, y aferrado a él y al recuerdo de Wei Ying, había decidido dejar de lado su temor y asentarse en ese lugar. Sus únicas metas eran criar a su hijo lejos de los Lan y sus rígidos principios, y buscar a su alma gemela, si aún quedaba algo de su cognición espiritual en el mundo.

Sabía que encontrar un lugar como esa residencia, abandonada y lista para instalarse con los suyos, era demasiado bueno para ser verdad, y creyó que todo había sido obra de su hermano.

Pero Yin Pei le había confesado que conocía su identidad por una charla con XiChen, y que no había aceptado su ayuda. El chico le juró por su vida que nunca más había vuelto a verlo. Si no era su hermano, ¿qué otra persona estaba detrás de esa extraña maniobra?

Sus dudas se despejaron cuando Nie Huaisang, escudado por cuatro de sus mejores cultivadores, apareció ante las puertas de la residencia. Seguro de que WangJi iba a huir del pueblo luego de ser descubierto por XiChen, el líder de la secta Nie lo había hecho seguir, y cuando se enteró de que estaba escondido en esa residencia abandonada, junto con otro joven y un niño que no conocía, se le ocurrió una idea: comprarla para regalársela. Le juró que XiChen no sabía nada de eso.

-¡Debo irme de aquí...! -Lan WangJi trató de que la desesperación que tenía no se reflejara en su rostro. Pero lo detuvo Yin Pei, que entró con prisa al salón de la residencia:

¡Maestro...! -exclamó-, SiZhui...

WangJi contuvo el aliento:

-¿Qué le pasa a SiZhui...?

-¡Está ardiendo en fiebre, Maestro!

Lan WangJi corrió a la habitación del niño, mientras Huaisang detenía a Yin Pei de un brazo y le daba una pesada bolsa, que el chico miró con asombro.

-¡Tú, toma este dinero y mi caballo, y ve a la ciudad más cercana a buscar al mejor médico! -gritó el líder de la secta Nie-. ¡Pronto!

WangJi, inclinado sobre la cama del pequeño, que se quejaba dormido, le ponía paños mojados en la frente. Huaisang, desde la entrada de la habitación, observaba la escena:

«¿Quién será ese niño? ¿Por qué tanta preocupación por él?», pensó. Sabía que jamás iba a obtener una respuesta del cultivador, y conocía por Lan XiChen la fidelidad de Yin Pei: tampoco iba a conseguir respuestas de él. Distraído con sus pensamientos, se sobresaltó cuando un hombre mayor pasó con rapidez a su lado: era el médico, que se inclinó hacia el enfermo. Lan WangJi lo observó, sin entender, hasta que su asistente le explicó quién era.

Después de revisarlo y darle a Yin Pei varias indicaciones de unas hierbas medicinales que debía comprar, el médico le explicó a Lan WangJi lo que le pasaba:

-Sus pulmones son débiles, y por eso se enferma con facilidad cuando hace frío.

Lan WangJi ya sabía eso: SiZhui, atrapado en el incendio de los Túmulos Funerarios, había sobrevivido de milagro: cuando él lo encontró, había respirado demasiado humo y sus pulmones se habían dañado. Pero el médico que había traído Yin Pei, el mejor de la cercana ciudad, le dio otra perspectiva:

-Todavía es pequeño y se pueden hacer muchas cosas para curarlo -El hombre lo miró con una sonrisa esperanzadora-. No se preocupe, Lan WangJi: su hijo se convertirá en un hombre fuerte.

«¡¿Hijo?!», pensó Nie Huaisang, tratando de que sus pensamientos no se convirtieran en gritos reales, después de semejante noticia.

***

-Ven conmigo, Nie Huaisang. -Luego de comprobar que la fiebre de su hijo había bajado, y que dormía más tranquilo, Lan WangJi llamó aparte al líder de la secta Nie-. No me agrada recibir tu ayuda, porque sé que la gente de la secta Lan va a hacerte preguntas, pero como verás, no tengo más remedio. Mi hijo...

-Pero ese niño no es tu hijo... -susurró Huaisang, con un poco de temor.

-Sí, sí lo es. -La respuesta de WangJi fue tranquila, pero firme-. Sus padres están muertos, y yo lo encontré. Ahora es mi hijo.

Huaisang intentó pasar por alto el temblor de la voz del cultivador, cuando dijo que los padres del niño estaban muertos, y le dijo:

-Yo compré este lugar para ti, porque no me gusta que andes vagando por el mundo de la cultivación luego de lo que pasó con Wei Wuxian...

-Todo eso es parte del pasado -lo interrumpió Lan WangJi-. Solo quiero que sepas que acepto la propiedad, pero pienso pagarla lo antes posible. -WangJi tampoco confiaba en el líder de la secta Nie, pero ya no podía seguir huyendo sin arriesgar la vida de SiZhui. Debía quedarse en ese lugar.

Su hijo creció sano y fuerte, y después de formar la secta WeiLan, Lan WangJi pudo pagarle la deuda a Huaisang, que para ese entonces, y a pesar de la diferencia de edades, se había hecho amigo de SiZhui. A Lan WangJi le faltaba la perspicacia de Wei Ying, y no logró darse cuenta de que la excesiva generosidad del líder de la secta Nie podía albergar segundas intenciones. Con el tiempo, le entregó su confianza al transformarse en su hermano jurado.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Where stories live. Discover now