Capítulo 11- Huida

354 51 1
                                    

Durante la noche, la residencia Mo se transformó en un caos: toda la familia, primero el hijo, después su padre y por último la madre, murieron asesinados.

Wei Wuxian, en el cuerpo de Mo XuanYu, había quedado como único sobreviviente, y gracias a lo que aún recordaba de sus hechizos, pudo ayudar al grupo de inexpertos jóvenes de la secta Lan, logrando que no salieran heridos. Pero no pudo evitar que Lan Jing Yi, asustado por la fuerte manifestación del fantasma que se había presentado ante ellos, y que apenas podía manejar, lanzara una bengala para llamar a su líder. Cuando Lan XiChen apareció volando en su espada y se paró en el techo del edificio principal de la residencia, Wei Wuxian, que recordaba haber visto un burro atado en un rincón de uno de los patios, corrió a buscarlo para huir de allí.

Ya nada tenía sentido para Wei Wuxian: si Mo XuanYu había entregado su cuerpo para hacerlo volver y que él se vengara de su familia, el trabajo se había hecho prácticamente solo. Pero de las cuatro cicatrices que tenía en el brazo, solo se habían ido tres: los dos tíos y el primo del muchacho. No tenía idea de quién podía ser el cuarto.

«Si no encuentro a esa persona, la cicatriz de mi brazo crecerá y me terminará matando», pensó. Pero tampoco tenía demasiadas razones para vivir: estaba más solo que nunca, atrapado en un cuerpo que tenía una cultivación deficiente y que casi no podía defenderse, y sin saber qué había pasado en todos esos años en los que estuvo desaparecido. Lo único que podía hacer era caminar arrastrando a ese burro tonto que ahora era su única compañía, y que encima se negaba a llevarlo.

   

                           ***                                      

Un par de días más tarde, exhausto, Wei Wuxian llegó al límite de un bosque. Tenía mucha hambre, pero por suerte había encontrado algunas frutas y se sentó debajo de un árbol a comerlas, con un palo en la mano para ahuyentar al burro, que quería arrebatárselas.

«Si esos muchachos de la secta Lan nunca conocieron a Lan Zhan, entonces su tumba no está en Descanso en las Nubes», pensó. Deseaba saber en dónde estaba enterrado, para ir a rendirle  homenaje y quemar papel moneda para él. Sumergido en sus tristes pensamientos, escuchó gritos que venían desde el bosque:

—¡Socorro! ¡Que alguien nos ayude! —Varios aldeanos habían caído en trampas para cacería nocturna, y colgaban de los árboles, atrapados por las redes mágicas.

Un chiquillo, bastante ágil y con un uniforme que Wei Wuxian conocía bien, la peonía dorada de la secta Jin, apareció corriendo por el borde del bosque y apuntó a las redes con un arco. Se quejó, frustrado, al ver que solo había capturado a un montón de aldeanos, y su vista se detuvo sobre Wei Wuxian. Su boca se torció en una mueca de desprecio:

—Mo XuanYu… ¿Qué demonios haces suelto, maldito loco?

Wei Wuxian pensó que no iba a dejarse intimidar por ese niño:

—Eres un muchachito irrespetuoso... ¿Acaso no tienes una madre que te eduque?

No supo la razón, pero su frase puso furioso al muchacho, que sacó su espada y se fue sobre él. A pesar de ser un cultivador, aún era demasiado joven y no tenía tanta fuerza, por lo que fue fácil para Wei Wuxian usar uno de sus talismanes, un muñeco de papel que albergaba el espíritu de un hombre muy gordo, que apoyó en la espalda del joven, haciéndolo caer de espaldas en el suelo.

—¡Suéltame, Mo XuanYu, déjame ir! —gritó el chico, mientras intentaba levantarse en vano: el hombre gordo era demasiado pesado para él—. ¡Cuando mi tío Jiang Cheng se entere de que estás usando técnicas demoníacas para detenerme, te va a dar tu merecido!

—¿Jiang Cheng? —preguntó Wei Wuxian. Si su hermano de crianza era el tío de ese muchacho, solo cabía una posibilidad. No se atrevía a saber, pero se obligó a preguntar —: ¿Cómo te llamas…?

—¿Acaso te vino la locura de nuevo? Ya te olvidaste de que soy Jin Lin, sobrino de Jin GuangYao, el hombre que te atreviste a acosar, maldito manga cortada?

—¡¿Qué?! —Wei Wuxian no tuvo tiempo ni para asombrarse por lo que Jin Lin le había dicho, porque por un lado de camino apareció, al frente de un grupo de cultivadores, Jiang Cheng en persona, blandiendo hacia él su látigo Zidian, el arma espiritual que separaba las almas de los cuerpos, y por el otro Lan XiChen con el grupo de chicos que había conocido unos días antes, en la residencia Mo.

—¡¿Qué es lo que está pasando aquí?! —La atronadora voz del que en otra vida había sido como un hermano de sangre para él, dejó a Wei Wuxian congelado. No tenía hacia donde huir, pero para su suerte, Lan Jing Yi lo reconoció:

—¡ZeWu Jun, ahí está! ¡Ése es el sobreviviente de la familia Mo! —Cuando Lan XiChen respondió al llamado de ayuda de los juniors, se encontró con que casi toda la familia había sido asesinada. Pero faltaba uno de ellos, que  no habían podido encontrar.

Pero los Lan no pudieron hacer nada: al ver en la espalda de su sobrino el muñeco de papel que reconoció como uno de los talismanes de Wei Wuxian, Jiang Cheng sacudió su látigo en el aire y golpeó a Mo XuanYu con toda su fuerza. 

El dolor le cruzó la espalda como si le arrancaran la piel a tiras: no era la primera vez que lo sentía, ya que los golpes de Zidian eran uno de los principales castigos que solía usar Madame Yu contra él, y el que ahora usaba su hijo para tratar de separar el alma de su enemigo del cuerpo que creía que estaba usurpando.

Pero no pasó nada: el alma de Wei Wuxian no abandonó el cuerpo de Mo XuanYu, y Lan XiChen dio unos pasos hacia él, mientras extendía una mano para ayudar a que se levantara.

—Líder de la secta Jiang, creo que debería dejar en paz a este muchacho. Ya pudo comprobar que no posee el alma de la persona que está buscando…

Jiang Cheng, seguro de que Wei Wuxian había encontrado un modo de burlar el poder de su látigo, quiso golpearlo de nuevo, pero XiChen se interpuso. Zidian perdió su brillo y volvió a enroscarse en la mano de su dueño.

—¡Está bien! Si la secta Lan se ha decidido a proteger a Wei Wuxian, aunque no haya hecho lo mismo con su cómplice, Lan WangJi, no va a poder hacerlo para siempre… —La descortesía y crueldad de Jiang Cheng hizo empalidecer a Lan XiChen—. ¡Algún día voy a encontrarte a solas, Mo XuanYu, y arreglaremos cuentas! —Con un gesto lleno de desprecio, arrancó de un tirón el muñeco de papel de la espalda de su sobrino, que se levantó de un salto y tomó su espada para irse contra Wei Wuxian—. ¡Déjalo, Jin Lin! Ya tendremos nuestra oportunidad.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora