Capítulo 46- Templo GuanYin

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Después de lograr encumbrarse en la cima de la secta Jin con intrigas y asesinatos estratégicos, Jin GuangYao había logrado conseguir a dos hermanos jurados de gran poder: el segundo al mando de la secta Lan, Lan XiChen, y el líder de la secta Nie, Nie MingJue.

Cuando Wei Wuxian se unió por Empatía a la cabeza de Nie MingJue, se convenció de que GuangYao había sido el causante directo de su muerte, aunque no pudo averiguar cómo lo había hecho. 

Estaba convencido de que el medio hermano de Mo XuanYu era la última persona que debía morir, para eliminar la maldición de los cortes: cuando se lo llevó a la secta Jin y lo expuso a los maltratos de los otros cultivadores, y lo descuidó hasta el punto de permitir que Jiang Cheng lo secuestrara, había confirmado sus sospechas de que no tenía intenciones de dejarlo vivo. 

—Tenemos que entrar al templo GuanYin, Lan Zhan.

—Está bien. Lo haremos esta noche.

                           ***

Lan WangJi, Wei Wuxian y Wen Ning recorrían las solitarias y oscuras calles de la ciudad, rumbo al templo GuanYin. Wuxian finalmente había llamado al General Fantasma con su flauta, para que los ayudara.

—Quédate a vigilar la entrada, Wen Ning. Lan Zhan y yo vamos a entrar.

WangJi comprobó que la gran puerta del templo estaba protegida por una barrera mágica. Debían escalar el muro. Pero cuando pudieron subir para esconderse en un pequeño tejado, y mirar el patio interior sin ser vistos, se encontraron con varias sorpresas: un numeroso grupo de cultivadores de la secta Jin vigilaban el lugar, y los monjes del templo no parecían tan pacíficos: algunos estaban armados con espadas, al igual que los cultivadores.

—Con razón se fueron de WeiLan —susurró WangJi. Lo que estuviera haciendo Jin GuangYao en ese templo, requería de toda su atención: tenía que ser demasiado importante como para abandonar la posibilidad de atraparlos a él y a Wei Ying. Pero su mente se quedó en blanco cuando vio aparecer, por un costado del patio, la inconfundible silueta de su hermano—. XiChen… —Casi se le escapó un grito al verlo. ¿Por qué estaba ahí? 

—Ese maldito de Jin GuangYao seguro lo engañó para traerlo hasta aquí —murmuró Wuxian—. Pero no te preocupes, Lan Zhan. No creo que le haga daño.

—¡Hada! ¡Hada! ¿A dónde vas? —Por la calle que desembocaba en la puerta del templo, apareció Jin Lin, corriendo tras su mascota, el enorme perro negro con el que Jiang Cheng había aterrorizado a Wei Wuxian, que comenzó a temblar al verlo. WangJi lo tomó de la mano:

—No te preocupes, Wei Ying. Ese perro no se acercará a ti.

—Gracias, Lan Zhan. Pero, ¿qué demonios hace Jin Lin aquí? ¡Ese chico solo sabe meterse en problemas! ¿Y dónde está Wen Ning? ¿Por qué no lo detuvo?

—No lo sé. Pero el perro ya se va. Seguramente Jin Lin se vaya tras él.

El perro trató de atraer la atención del chico para sacarlo de allí, pero Jin Lin, intrigado, intentó entrar al templo escalando el muro. Desde adentro, los cultivadores se dispusieron a disparar con arcos y flechas al intruso. A pesar de los ruegos de Lan XiChen para que no le hicieran daño, a uno de los cultivadores se le escapó una flecha que salió hacia la cabeza del chico, que había llegado a asomarse por el muro. Wei Wuxian reveló su presencia para salvarlo: lanzó la flauta de jade a la flecha, para torcer su rumbo, y gritó:

—¡Jin Lin! ¡Vete de aquí! —Su sobrino, ileso pero bastante asustado, se lanzó al suelo para huir. La flauta de jade se hizo añicos contra el suelo.

Cuando los arcos de los cultivadores de la secta Jin se dirigieron hacia ellos, Lan WangJi y Wei Wuxian se lanzaron dentro del patio, y sus atacantes cambiaron los arcos por sus espadas. Mientras WangJi se defendía del  grupo que se fue sobre él, un delgado hilo dorado voló por el aire y aprisionó el cuello de Wuxian: Jin GuangYao había salido del templo y lo apretó con una fina cuerda de guqin, hasta hacerlo sangrar, sonriendo mientras observaba a WangJi, que bajó su espada al instante:

—¡Suéltalo! —gritó. Pero su orden solo provocó una sonrisa más amplia del líder de la secta Jin, que apretó con más fuerza la cuerda alrededor del cuello de Wuxian.

Lan XiChen los miró, impotente:

—Lo siento… Tenían razón: él me engañó. Me obligó a sellar mi núcleo dorado —Shuoyue, su espada, había perdido su brillo, y él ya no tenía fuerzas.

—No fue tu culpa, ZeWu Jun… —le respondió Wuxian, casi sin voz—. Él nos engañó a todos…

—Pero tú eres difícil de engañar, hermano Jin XuanYu. ¡Oh, es cierto! Jin XuanYu era fácil de manipular, pero tú no, Patriarca de Yiling…

—¿Se puede saber qué te hizo Mo XuanYu para que destruyeras su vida? —Era el momento adecuado: Jin GuanYao, al sentirse victorioso, le daría a Wuxian las respuestas que no tenía.

—Ese tonto husmeó demasiado en mis cosas, y descubrió asuntos que no le correspondían.

—¿O sea que nunca te acosó?

—No. Estaba demasiado ocupado huyendo de mis cultivadores… ¿Acaso no lo sabes, Wei Wuxian? ¿Cuántas veces estuviste a punto de que abusaran de ti en Lanling Jin? ¿O finalmente alguien lo logró? —Las palabras de Jin GuangYao iban directo a Lan WangJi, y como supuso, surtieron el efecto que deseaba: furioso, el líder de WeiLan se fue contra él, que con rapidez empujó a su prisionero para protegerse: Bichen se detuvo casi sobre el cuello de Wuxian.

—¡A Yao! Por favor… —suplicó XiChen, pero el líder de la secta Jin ni siquiera lo miró:

—Sella tu núcleo dorado Lan WangJi, si quieres que él siga vivo…

—¡No, Lan Zhan, no lo hagas! —exclamó Wuxian. Pero el líder de WeiLan, sin dudar, golpeó sus meridianos y luego el centro de su pecho—. Lan Zhan… —se lamentó, mientras lo veía tambalearse, tan débil como su hermano. Ahora todos estaban en las manos de Jin GuangYao.

La puerta del templo se abrió y aparecieron dos monjes llevando a Jin Lin, al que habían atrapado en plena huida. Por suerte, el perro espiritual había escapado, aunque para el horror de su sobrino, el líder de la secta Jin le ordenó a sus cultivadores que lo persiguieran y lo mataran. Era un animal inteligente y peligroso: podía traer a alguien.

Un relámpago iluminó el cielo, y un trueno se oyó a lo lejos.

—Va a llover, hermano XiChen. Mejor entremos al templo —Con toda amabilidad, casi como si estuviera presidiendo un banquete en la residencia de su secta, Jin GuangYao le hizo una seña a su hermano jurado para que lo acompañara adentro. Ya había soltado a Wei Wuxian, que corrió a sostener a WangJi. Del brazo, los dos también entraron al templo.

Sentados en unas esteras, muy juntos, se observaron con tristeza:

—¿Estás bien? —preguntó Wuxian.

—Sí —respondió WangJi—. En unas cuatro horas mis poderes volverán. ¿Te duele el cuello?

—No, no me duele para nada.

—Pero estás sangrando, Wei Ying…

—¡Tranquilo! No soy un niño. Puedo soportar algunas heridas.

La cara de WangJi se ensombreció:

—¿Por qué no me dijiste que los cultivadores de Lanling Jin te acosaban? Acaso… ¿te hicieron algo?

—¡No, Lan Zhan! Nadie me hizo nada, ¡en serio! Tenía mis talismanes para defenderme, y también me escondía en la habitación secreta. —WangJi suspiró, y Wuxian le dio un abrazo y un beso en la mejilla, sin importarle la presencia de los demás. Jin Lin y Lan XiChen, algo avergonzados, miraron hacia otro lado—. No podía decírtelo porque sabía que ibas a poner a la secta Jin de cabeza.

WangJi le devolvió el abrazo, con la poca fuerza que tenía:

—Voy a matar a Jin GuangYao. Te lo prometo.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Where stories live. Discover now