Capítulo 44- Camino de recuerdos

193 42 0
                                    

—¡¿Vas a irte de aquí solo?! —exclamó Wei Wuxian—. ¡¿Y sin protección?! —Él sabía que Lan Zhan era capaz de defenderse solo, pero con medio mundo de la cultivación en su contra, salir de WeiLan sin compañía era un suicidio—. ¡Yo iré contigo!

—Eso no está en discusión —respondió WangJi, con gesto severo—. Tú no irás.

—Pero…, ¿ahora tampoco puedo tomar decisiones? —protestó Wuxian—. ¡Lan WangJi! ¡Tú no eres mi dueño!

El líder de WeiLan se acercó a él y lo abrazó con cariño:

—Lo siento. Esta vez no voy a llevarte conmigo. —Antes de que Wuxian tuviera tiempo de seguir con sus protestas, el mayor le dio un golpe en sus meridianos que lo dejó inmóvil, y después selló su boca con el hechizo del silencio. Le lanzó una mirada triste, y luego se fue sin decir una palabra.

Cuando, media hora después, Wuxian pudo volver a moverse y corrió a buscarlo, WangJi ya había abandonado WeiLan sin que nadie lo advirtiera.

                           ***

—¡Apúrate, Wen Ning! —Manzanita, asustado por los gritos de su dueño y por el aspecto del General Fantasma, se había detenido y se negaba a caminar. Cuando se recuperó del golpe de Lan WangJi, Wuxian había corrido al claro del bosque y se había llevado al burro, a pesar de su resistencia.  

—¡No puedo, Maestro! ¡No me obedece! —El fuerte animal no daba un paso a pesar de los tirones de Wen Ning: si ejercía más fuerza para moverlo, iba a romper las riendas.

—¡Vamos a perder a Lan Zhan! ¡Nos lleva más de una hora de ventaja! —protestó Wuxian. Sabía que WangJi no podía usar su espada para volar, y aunque caminaba rápido, un burro a la carrera podría alcanzarlo. Pero un burro que quisiera correr, por supuesto—. ¡Maldito animal! —Cuando, furioso, fue a darle un golpe con una rama que había recogido por el camino, una mano sujetó su brazo:

—No lo golpees —Era WangJi, que apareció de la nada, y lo miraba con enojo. Wen Ning, sin esperar los reproches del líder de secta, salió corriendo y se perdió por el camino—. ¿Se puede saber qué haces aquí, Wei Ying?

—Yo… yo… ¡Yo vine a buscarte…!

—Debí haber golpeado tus meridianos con más fuerza… —Lan WangJi suspiró, tomó las riendas del burro y lo giró para volver a WeiLan. El animal, ahora dócil, se dejó llevar sin problemas.

—¡Eres un traidor, Manzanita! —exclamó Wuxian. No tenía más remedio que dejarse llevar de regreso, a pesar de que no quería. Pero, de pronto, su mente se iluminó—. ¿Acaso sabes dónde podría estar tu hermano? —Una sonrisa burlona iluminó su rostro. 

Lan WangJi detuvo su marcha y se dio vuelta para mirarlo. La sonrisa de Wei Ying se hizo aún más amplia, y sus ojos se llenaron de chispas. El mayor volvió a suspirar:

—¿Acaso tú lo sabes?

—Puede ser…

—¡Wei Wuxian!

—¡No te servirá de nada hacerte el enojado! ¡Si no me llevas contigo, nunca te diré dónde está tu hermano!

WangJi sabía que era inútil discutir con él. A pesar de que le lanzó una mirada de reproche, la sonrisa de Wuxian no se borró mientras él volvía a dar vuelta al burro, para retomar el camino que lo alejaba de la seguridad de WeiLan.

—Por lo menos toma tu flauta y llama a Wen Ning —le dijo, molesto—. Si nos encontramos con enemigos, podrá servirnos de ayuda.

                         ***

El camino, pacífico y solitario, estaba bordeado por arbustos silvestres llenos de flores amarillas que tenían un aroma suave y dulce. Wuxian, sentado sobre el lomo de Manzanita, tomó la flauta de jade y tocó algunas melodías. Aún no había llamado a Wen Ning: quería estar a solas con Lan Zhan, que caminaba delante del burro y lo llevaba por las riendas. En ningún momento se había dado vuelta para mirarlo. 

—¿Estás enojado conmigo…? —preguntó Wuxian.

—No —respondió WangJi, con voz calmada.

—¿Y por qué no me miras?

—Debo seguir caminando.

—¡Pero, Lan Zhan! —protestó el menor—. ¿En serio querías ir tú solo a buscar a tu hermano? ¿Acaso no me ayudas en todo? ¿Por qué no me dejas ayudarte?

—No es lo mismo, Wei Ying…

—¡Sí que es lo mismo! Estamos juntos y somos compañeros de cultivo, ¿verdad?

—Verdad…

—Entonces ven a darme un beso y no estés más enojado conmigo —le pidió Wuxian. Lan WangJi se acercó a él, pero su expresión era tan triste, que lo preocupó—. Pero, ¿qué te pasa, Lan Zhan? ¿Por qué estás así? 

—Por nada.

—¿Es por tu hermano? Ya te dije que podría estar en el templo Guanyin que compró Jin GuangYao en Yumping. Él tenía las escrituras en la habitación secreta de Lanling Jin. Y conociéndolo, estoy seguro de que la cabeza de Nie MingJue también está ahí. Ven aquí… —susurró, mientras ponía sus manos sobre la nuca del mayor, para atraerlo—. No te preocupes. Todo va a salir bien.

Lan WangJi estaba triste y un poco asustado, pero no por su hermano. Mientras recibía un beso dulce y suave de su alma gemela, su tristeza se hizo más profunda: Wei Ying era demasiado débil, mucho más de lo que él pensaba. Y él lo estaba llevando otra vez hacia un lugar en donde iba a poner su vida en peligro.

—Voy a tocar otra melodía para ti —le dijo Wuxian, cuando se soltaron y el mayor volvió a tomar las riendas para seguir por el camino—, a ver si la recuerdas.

—WangXian… —murmuró WangJi, cuando escuchó los dulces sonidos de la flauta.

—¿Eh?

—WangXian; así se llama. La compuse hace años, y la canté para ti cuando fuiste herido en la cueva de la tortuga de la matanza —le respondió, recordando un episodio de su juventud, cuando entre los dos habían matado a ese monstruo milenario—. ¿Lo recordaste?

—No. No recuerdo muchos detalles de mi pasado. Pero esa melodía es lo único que vuelve una y otra vez a mi memoria desde que renací.

Por primera vez, Wei Wuxian pudo ver una pequeña sonrisa en el rostro de su alma gemela.

Negro sobre blanco (Mo Dao Zu Shi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora